Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


miércoles, 5 de octubre de 2011

Steve Jobs, por favor, ¡no es justo!

No sé si habrá algunos que le encuentren explicación a un hecho tan lamentable, explicación lógica me refiero, pero yo desde luego sólo veo una desgracia. La muerte de Steve Jobs me parece un hecho trascendental para este planeta. Una persona que ha provocado una auténtica revolución a todos los niveles, alguien que con su constancia y su tenacidad ha llegado a donde ha llegado y nos ha ayudado tanto, no merece que un cáncer se lo lleve puesto a los 56 años. Es cruel, inexplicable y una auténtica putada. Habiendo en el mundo gente canalla, despreciable, verdaderos hijos de puta de mala voluntad que se ceban en hacer el mal a los demás, estos macarras cumplen generalmente con holgura los setenta y los ochenta, personas que han llegado a tener a medio planeta en vilo, siguen vivitos y coleando. No es justo. Sí, claro, ya sé que nadie ha dicho que lo sea, pero yo desde luego no le encuentro explicación lógica. Si hay algo más allá a partir de que doblamos la servilleta, la verdad es que no entiendo sus razones para tenernos vistiendo una camisa que cada día nos llega menos al cuello. Si todo es fruto de la casualidad, pues cierro la boca y no me quejo, pero si desde luego hay un ser superior (o varios) que son los que, en cierta manera, manejan los hilos de nuestra existencia, señores dioses (ahora me dirijo a ellos con todo respeto), me temo que es tiempo de ponerse a trabajar de una vez, que llevan un tiempecito que han perdido en norte, que el mundo se les va a la mierda y no hacen nada para remediarlo. ¿O es que acaso están evacuando a la gente buena porque el resto no merecemos el esfuerzo?

Cigarras golfas, putas hormigas.

Dice la fábula “La cigarra y la hormiga” que, harta la primera de tocarse las narices y la segunda de partirse los costillares trabajando, el tiempo puso las cosas en su sitio y la cigarra se murió de hambre y la hormiga disfrutó feliz de un empacho. La cuestión es que, como moraleja, aprendimos de niños que las buenas artes y el esfuerzo son recompensados.

Permítanme que me pase por el arco del triunfo las enseñanzas de este cuento atribuido a Esopo y le dé la vuelta como si fuera un calcetín. Porque siempre partimos de la base que después de aquel verano en el que cigarra y hormiga hicieron lo que les pareció oportuno, cuando después llegó el frío, la primera terminó desasistida y la otra en la Gloria. ¡Mentira! Porque resultó que apareció la araña que todo lo podía (de lo contrario, te pegaba un picotazo y te envolvía en un saco de seda), trincó la comida de la hormiga, se la dio a la cigarra –porque disfrutaba con ella cuando cantaba ya que le atraía insectos a la tela, en realidad era productiva… sólo para ella- y, además, amenazó a la hormiga que si no continuaba trabajando todo el invierno, la mataría. A la hormiga no le quedó entonces más remedio que dejarse su pequeño lomo trabajando mientras se volvía blanca de cabreo y pensaba en cómo darle la vuelta a la situación, deshacerse de la prepotente araña y poner las cosas en su sitio.
Esta última versión, que descaradamente me he inventado, me cuadra más con la realidad, con las enseñanzas que debemos aprender en los tiempos actuales. Porque ahora resulta que hay una cigarra que hace las cosas mal y, aún a sabiendas, no pone remedio (llámense en este caso consejeros de Caixanova Galicia), una hormiga que subvenciona con sus impuestos el futuro venturoso de la cigarra (bien podemos ser tú, yo, nosotros, vosotros… ) y una araña (llámese ese grupito de joyas formado por el Gobierno, el Banco de España, políticuchos de tres al cuarto, banqueros varios…) que te obligan a seguir pagando impuestos para que tres o cuatro golfos, a los que había que haber castrado con una puerta como perros de reala (en esto las mujeres seguro que no quieren la igualdad), se lo lleven muerto.
Querido lector, eres una puta hormiga (las hormigas siempre hemos sido molestas pero útiles al fin y al cabo) y le acabas de soltar 20 millones de euros a unos consejeros que, dados los resultados de la citada entidad, no saben hacer la o con un canuto. Pero ahí tienen su dinero, en una cuenta corriente y sin vida suficiente para gastarlo. Hay veces que en mi mente resuenan frases de mediados del siglo XIX llamando “¡a las barricadas!”.
Me muero de cabreo.