Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


martes, 2 de abril de 2013

Pastillas de la India

La noticia saltó ayer y, tras meditarla unos minutos, terminó por dejarme frío. Cierto es que al principio me inundó una alegría tintada de altruismo, una especie de esperanza y fe renovadas en el ser humano. Y es que cuando me enteré de que hay un país como India dispuesta a hacer la guerra por su cuenta en favor de los más desfavorecidos, pensé que todavía había gente con verdaderas ganas y el poder suficiente como para hacer cosas por los demás.
Resulta que hay un medicamento para el tratamiento de la leucemia que cuesta unos 2.000 € la cajita de no sé cuántas pastillas, cajita y pastillas que sólo te dan para un mes. El laboratorio de turno lógicamente hace buenos dineros con la venta de dicho medicamento entre otras cosas porque la leucemia no se cura en un día, ni en un mes, ni siquiera en un año. La cuestión es que cuando el laboratorio ha ido a renovar la patente en India después de veinte años de vigencia, se ha encontrado con la negativa de su Gobierno. Y es que ese medicamento resulta que ya no es un nuevo medicamento, que lo que ha hecho el laboratorio ni siquiera se le puede llamar evolución o mejora de producto, vamos, que lo único a lo que se ha limitado ha sido a un simple cambio de empaquetado y poco más. Y eso, según el Gobierno de India (y el sentido común) no merece una nueva patente. Así que, a partir de ahora, sin la patente ya vigente, los laboratorios indios pueden fabricar este medicamento contra la leucemia a un precio exactamente diez veces menor que su precio original, es decir, a 200 euritos la caja. Así que, al que le faltaban 2.000 euros al mes para mantenerse sano y vivo, ahora por 200 lo tiene mucho más fácil. Si en España eso ya nos supone un desahogo, imagínense en países del Tercer Mundo.
Y es que, para no quedarse cortos ni dejar esto en una simple anécdota, los laboratorios indios ya se encargan desde hace mucho tiempo de fabricar, por ejemplo, retrovirales para el SIDA a un precio 90 veces menor que en Occidente y repartirlo por todo el mundo, sobre todo por el subdesarrollado, que es donde ni hay medios, ni dinero, ni nada de nada.


La labor es sin duda, encomiable. Los hombrecillos y mujercillas de a pie estamos viendo cómo en Occidente, de repente, hay un país asiático que le planta cara al dólar y al euro en pro de los más necesitados. Y eso nos conmueve y casi casi nos llena de orgullo como seres humanos. Y además a mí me da por pensar que en la mierda de planeta que vivimos no está todo perdido, porque además parece que en la decisión de India no hay gato encerrado, que lo hace porque sí, porque le da la gana y porque está harta de que haya laboratorios que abusen de la vida y de la muerte.
Como era de esperar, el laboratorio en cuestión, y algunos otros con semejante poder (llámense por ejemplo Bayer, Pfizer, Lilly…) se hacen cruces y se quejan de que sus patentes no valgan nada en manos del Gobierno Indio, y con cierta lógica, avisan de que si se quedan sin patentes, no tendrán ingresos y se quedarán sin dinero con el que seguir investigando y salvando vidas.
A primera vista, como decía, sus lamentos tienen razón de ser, pero sólo hasta que te planteas la cuestión con más profundidad. Y es que, si nos damos cuenta, India no ha negado una patente de un medicamente innovador, sino sólo de uno al que habían cambiado el envase y el colorante pasando de ser pastillas verdes a amarillas. Y a eso yo le llamo fraude por parte del laboratorio. De hecho, el país asiático ha dicho que premiará la innovación y la novedad, pero no el marketing. Además, por otra parte (y esto ya es cosecha mía), que le hayan negado la patente en un país no quiere decir que se la hayan vetado en el resto, lo que significa que el laboratorio de marras puede seguir haciendo caja otros veinte años a costa de la salud del primer mundo. Así que los llantos no son para tanto.
Lo que ocurre es que los laboratorios se ven venir un futuro negro, donde países que no se rinden a la actividad económica más mundana comiencen a pensar en otro color. Porque, por este hecho tan traumático de reinventarse o morir, ya han pasado industrias como la del cine, de la música, y ahora, por ejemplo, se encuentra en plena metamorfosis el mundo de la literatura, de la banca, el nuevo orden financiero… El planeta está cambiando, y lo hace rápidamente, más de lo que dan de sí nuestros pies y nuestro entendimiento. Algo se está cociendo desde hace tiempo y no sabemos qué es ni su alcance. Cambian los modelos de negocio, las políticas, los dineros, las personas… Y ahora, mucho me temo que le ha llegado el turno a esos conglomerados multinacionales omnipotentes llamados laboratorios. Con tanta tela como manejan, sabrán adaptarse al nuevo orden social que se está fraguando en el planeta y al que sólo la Historia pondrá nombre y consecuencias. Así que no hay que tener miedo, señores de los laboratorios: estoy absolutamente seguro de que sabrán adaptarse y lo harán muy bien, como su colegas del cine o la música, y además seguro que sabrán utilizar muchísimo mejor el dinero que ganan empleándolo sobre todo en investigación, y no en cruceros alrededor del mundo para médicos que gastan lo que ustedes les piden que gasten, o para sus amigos políticos, que esos gastan aún mucho más al ser dinero ajeno.