Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


viernes, 25 de abril de 2014

Grande Tito Vilanova



Artículos así cuesta plasmar en un papel, porque te llenas de rabia antes de plasmar la primera letra y, en lugar de desahogarte mediante la escritura, lo único que sientes es crecer de nuevo la ira en tu interior.
Hace un par de años se fue un amigo mío con tan sólo 42 años, un tipo Nacho que era sanote, simpático, alguien que vivió sin vicios conocidos o desconocidos, amigo de sus amigos…, y un mal cáncer de piel se lo llevó por delante en apenas dos años.
Lo mismo le ha ocurrido hoy a Tito Vilanova, de edad parecida a la de mi amigo, seguramente también un tipo sano que no fumaba, no bebía, hacía deporte… y otro cáncer le da la puntilla. Punto final.
Ahora podría ponerme a soltar toda esa retahíla que reza que siempre se van los mejores, los que aún les queda una vida o dos por vivir, los que no hacían mal a nadie, los que no corrieron riesgos. ¿De qué sirve lamentarse sino únicamente para que la desesperación te inunde y te quedes hecho unos zorros? Siento la muerte de Tito muy cercana porque la vida ya me ha golpeado de igual manera cuando me quitó a Nacho, y me revelo contra el destino, el ajeno y el propio. ¡Cuántas cosas por hacer y de repente, así, de un día para otro, te dejan en fuera de juego y luego expulsado!

Hoy hemos sufrido una auténtica injusticia en el fútbol.
 Sufrí la crisis de los 40 cuando aún no había cumplido los 39. Ves que la vida pasa demasiado rápido, que se te escapa entre las manos y, ¡joder!, ¡te quedan tantas cosas por hacer! Fueron un par de años duros viendo cómo la muerte me comía terreno sin tener fecha fija de caducidad, porque gracias a Dios o al diablo no sé cuándo me llegara la hora (mañana, en un mes, en un año, en 10, en otros 40…). Y entonces decidí que todo este barullo desquiciante llamado vida no merece tomársela en serio porque igual mañana no te levantas, o te deja postrado en una cama, o en una silla de ruedas, o pegado a una máquina.
La vida es para vivirla sin demasiados miramientos, con responsabilidad pero arriesgando hasta donde quieras arriesgar, y aprovechando las oportunidades. Por eso, tomé la determinación de coger la vida al vuelo, de no dejarme nada en la cartera, de viajar cuando y cuanto puedo, escribir cuando y cuanto quiero, ir a un concierto, salir de casa o quedarme en ella, ir con un amigo y perder horas de sueño si es necesario, estar con mi familia o dejar de estarlo cuando toca, ver, amar, sentir, nadar, cantar… sin dejar pasar la oportunidad porque seguramente nunca volverá. Y también aprovechar para cuidarme y así tratar de exprimir la ocasión cuando llegue. Pero, aún así, el día que toca beber bebo, el día que toca fumar fumo, el día que toca saltar salto, río, lloro, voy, vengo… No quiero que esa puta de la guadaña se equivoque otra vez como les ha pasado a Nacho o a Tito y se entretenga conmigo. Porque, a ver, ¡lista e impertinente dama de negro!, habiendo tanto hijo de puta suelto, ¿por qué te cebas con ellos ―que eran nuestro futuro― y te dejas en la lista de espera a gentuza como políticos, banqueros, traficantes, mangantes, chorizos, estafadores, cometarros, terroristas, obsesos, pedófilos, violadores, atracadores, engañabobos… o a mí?
Tito: descansa en paz.

jueves, 24 de abril de 2014

Mirándonos el ombligo



Javier Reverte, en su libro “Los caminos perdidos de África”, viene a decir algo así como que, después de semanas viajando por el mundo le echa un vistazo a un periódico español allá donde esté, se da cuenta de que en Europa ya no pasa nada lo suficientemente importante como para ser noticia.
Los que hemos tenido la oportunidad, el privilegio y la gran suerte de viajar, sobre todo a países donde el acceso a la información es muy restringido (ya sea por regímenes políticos poco recomendables, circunstancias tecnológicas adversas o ambas cosas unidas), seguramente suscribiremos palabra por palabra lo que dice Reverte. Yo acabo de volver de Cuba después de un periplo gratificante por medio país y, cuando de regreso a España me senté en mi casa a ver el primer telediario después de dos semanas, me di cuenta de que todo era lo mismo que había dejado atrás a mi partida. Apenas había cambiado nada y, lo peor: casi todo lo que se decía carecía de importancia. Aunque ya lo sabía de antemano, me di cuenta entonces de que los medios de comunicación nos envenenan y nos hacen adictos a la nada, porque de toda la carnaza que nos sueltan a diario, la inmensa mayoría es sintética, prefabricada, construida a propósito para generar en nosotros un interés del que ya carecen la mayoría de las noticias que ofrecen. Realidad inventada para vender.

Me da la impresión que los periódicos vienen en blanco.

 Lo único que rescato de todo lo que vi ese día (o cualquier otro, ayer mismo; ya digo que el noventa y cinco por ciento no sirve) es la crisis de Ucrania, y la cojo con pinzas, porque está claro que La Unión, USA, Rusia y la propia Ucrania están regodeándose en el juego de las apariencias ya que a ninguno de estos actores les conviene que estalle un conflicto que no aportaría nada a nadie, además de recrear una crisis aún latente.
Con semejante panorama, los motivos, incentivos o excusas que a diario busco (y apenas encuentro) para seguir publicando en este blog se hacen cada vez más escasas en lo que anoticias se refiere. Aunque trato de nutrirme de la realidad de la calle, muchas veces, ante la falta de tiempo, uno tira de las noticias que lee en la prensa, escucha en la radio o ve en la televisión. Y se cansa de cabrearse, de denunciar lo obvio, de tratar de sacar a la luz un poquito de sentido común. La política y la realidad social de este país aburre, y no sólo a mí. Nos aburre a todos porque realmente aquí pasa muy poco de importancia, apenas nada. El país, jodido o no, sigue ahí, debajo de nuestros pies, a nuestro alrededor, entero, estable, con 6 millones de desempleados, y seguiría igual con 16 o, como antes, sólo con 2.
Que nadie me lo explique: nos dicen que cae el consumo (o que crece), que cae la confianza (o que sube), que la prima de riesgo se dispara (o se encoje), que la pobreza de las familias españolas es mayor que antes (o menor), que las preferentes no se devuelven (o sí), que no sé qué, que no sé cuántos… pero hago memoria y, salvo mínimas diferencias, yo sigo viendo lo mismo, restaurantes más o menos llenos, gente en el cine, gente de vacaciones, carreteras llenas los días de diario y más los fines de semana, el Carrefour, Mercadona y El Corte Inglés con compradores a cascoporro y carros más o menos llenos… Lo único distinto es que por las calles se ven más comercios cerrados.
Es innegable que ha habido cambios que se han manifestado más o menos a nuestros ojos, pero el país sigue ahí porque la mitad de la conciencia y del miedo que hemos tenido (y seguimos teniendo) a la crisis nos ha venido vía parental a través de los medios de comunicación. En occidente no pasa nada porque está prohibido que pase algo verdaderamente gordo (¿qué le ha pasado a Grecia, a punto de quebrar, de salir de la Unión…? Nada). Lo único grave que te cuenta a día de hoy un noticiario es que, por un descuido, puede desatarse un conflicto en Ucrania. Punto. Y ésa es una sola noticia, una única noticia dentro de las más de 100 que nos despachan a diario. Y Ucrania, igual que Yugoslavia en los años noventa, nos pilla bien lejos.
¡Cuánta razón tiene esa gente que viaja y conoce mundo! ¡Qué sabiduría acumula de ver lo que nadie ve y reflexionar sobre lo que nadie reflexiona! El que se mira el ombligo siempre lo ve muy sucio o muy limpio, según le convenga. El que mira el resto de ombligos, sabe que en el suyo casi nunca pasa nada y, lo que ocurre, carece la mayoría de las veces de la importancia que se le da.