Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


martes, 22 de diciembre de 2015

La Navidad del calcetín

¡Hoy empieza la Navidad! Es oficial y se cumplen todos los requisitos indispensables para su instauración: el sorteo de la lotería, las vacaciones de los escolares, los adornos, los anuncios en televisión, los deseos de paz, de amor… Efectivamente, todos sabemos cuándo empieza la Navidad, pero ninguno sabemos cuándo acaba. O quizá lo sabemos demasiado bien. Voy a reflexionar, y para facilitarme las cosas voy a centrarme en el mismo día 25 de diciembre y no en toda la parafernalia barroca que adorna días anteriores y posteriores.
A ver… La Navidad es una fiesta exclusivamente religiosa. Ya, para los que no creen en nada, ni siquiera en ellos mismos, es una buena excusa para reunirse, comer, beber y regalar algún detalle a quien sea, incluso para autoregalarse en plan homenaje. Pero lo que se celebra el nacimiento de Jesús… y nada más. Por eso es una fiesta religiosa en la que todo vale porque es Navidad. Es como la pescadilla que se muerde la cola pero no importa porque, total, se trata de un solo día al año. El resto de jornadas tenemos bula para hacer lo que se nos pinte, carta blanca, patente de corso.
Es decir, que en Navidad nos basta, ya no con un día, sino con unas pocas horas durante ese día para: poner buena cara al cuñado de turno (el resto del año podemos putearlo hasta la saciedad porque no es Navidad); dejar el genio de lado (nos quedan 364 días de poder gritar e insultar a quien nos dé la gana –incluido el cuñado- porque no es Navidad); agradar y ayudar a los compañeros de trabajo (disponemos de doce meses menos un día  para torturarlos de forma cruel y desconsiderada); dar alguna limosna (hasta el año que viene podemos gastarlo en cañas, tabaco y alcohol porque no es Navidad); pensar en indigentes, refugiados, muertos propios y ajenos, enfermos, desahuciados mobiliarios y vitales (porque hasta la Navidad que viene no pienso en nadie más y el resto de desgracias las veo en la tele mientras me rasco la entrepierna calentito en el sofá).

Hay cosas que en Navidad apestan aún más que el resto del año, por ejemplo, la hipocresía.

Pues bien, esta mañana me he levantado guerrero y se me ha ocurrido que a esta Navidad le voy a dar la vuelta como a un calcetín. Con todos los defectos que tengo (la lista es casi interminable), dado mi carácter simple y llano me paso la mayor parte del año poniendo buena cara a esos que no me caen tan bien, tratando de repartir algo de alegría en la medida de lo posible sin importarme los destinatarios, o soltando algún que otro euro para acciones sociales (que son muchos menos de los que se piensa porque soy bastante tacaño)… Y luego, ¡Ay tonto de mí!, llega el día de Navidad y, por decreto ley, se me exige que también ese día haga lo mismo. No es justo que yo cargue los 365 días del año y el resto sólo con 1 (ya sé que este ejemplo es una exageración pero llevándolo al extremo es como la gente me entiende). Así que he decidido que el día de Navidad es para mí un día más, un día cualquiera, un día en el que puedo hacer exactamente lo mismo que hago durante el resto del año, lo mismo que hace el resto de los mortales cuando no es Navidad (y repito que es una exageración).
Así que el día de Navidad no voy a poner mala cara, ni voy dejar de dar limosna, ni voy a fastidiar a nadie, ni todo eso que acostumbramos a hacer 364 días al año, pero ¡por favor!, permítanme que en Navidad haga lo que se me pinte ese día porque sólo es un día más, que lo pase como a mí me dé la gana (siempre y cuando no invada la libertad y arruine la alegría del prójimo). Así que si el 25 me levanto con poco humor y no tengo sonrisa, si quiero comer una hamburguesa, o ver una película porno, o jugar al póker, fumar hierba y leer poesía satánica porque me apetece y me hace feliz, que nadie me interrumpa ni me critique. Me da igual que sea Navidad. Usted lo hace el 24 de marzo y el 16 de julio y nadie le mira mal.

Y si no piensa como yo, le voy a dar una razón inapelable para que me comprenda y me dé su permiso: ¿no piensa usted que es la Navidad el día en el que se reparte amor y comprensión a espuertas, sin condiciones ni premisas, a cascoporro, sin medida? Pues sea coherente. Si yo no le molesto, por favor, déjeme en paz, que para mí la Navidad lo es casi todo el año y no por eso voy tocando los webos a los demás. Gracias de todo corazón y váyase a pelar un langostino, que pasan lista.


martes, 15 de diciembre de 2015

¿Te descubro cuál es el voto útil?



Me ha bastado un resumen en las noticias para saber que ayer hice muy bien en no ver el debate entre Rajoy y Sánchez. Creo que lo único que hicieron bien fue demostrar a los inteligentes de este país que se ha terminado un ciclo, que sus discursos de sus partidos están acabados, que transmitir miedo ya no asusta, que las nuevas generaciones de españoles quieren algo más, quieren dejar atrás el pasado y mirar hacia delante.

El debate de ayer sólo me sirvio para saber que no sirvió para nada.

 También ayer leí la intención de voto por edades en un diario, y era muy demostrativa. Únicamente en el arco de votantes de 65 años para arriba ganaban los dos de siempre. En el resto, es decir, de 65 para abajo, apenas estos dos cogían un puñado de votos y quedaban siempre en última o penúltima posición. En cualquier caso, éste comienza ya a ser un país de viejos, y por eso todavía se sostienen ahí arriba... más o menos.
No voy a pedir el voto para nadie, válgame el cielo, pero sí me gustaría comentar la reflexión que llevo haciendo un tiempo sobre la política en este país, un tiempo largo, vaya, que no es de ayer ni de antes de ayer. Y es que la política, lejos de interesarme demasiado, en verdad ahora me tiene preocupado, y no sólo por la corrupción ni por el acceso a instituciones de incompetentes e indocumentados, sino por las pocas ganas que tienen los dos principales partidos políticos (hasta este domingo) de no hacer ni el webo por remediarlo.
Está claro que sufrimos una dictadura de 40 años y ahora hemos corrompido 40 años de democracia. Hace falta abrir las ventanas y ventilar, dejarnos de azules y rojos, dejarnos de inercias de voto, dejarnos de sentimentalismos. Los que tenemos hijos debemos ser conscientes de que si esto no evoluciona las próximas generaciones lo van a tener muy complicado, máxime cuando ellas ya no piensan en pasado, no lo entiende ni ganas que tienen. Para ellas la Guerra Civil sólo sale en los libros de historia, Franco es tipo muerto e ignoran qué fue la Transición. Es hora de que todo eso pasen a ser temas de una asignatura en el colegio y hagan oídos sordos a lo que sus padres y, sobre todo, sus abuelos, les siguen inculcando, seguramente sin intención (o con mucha, que ya no sé qué pensar). Los jóvenes tienen que votar a aquel partido que coincida con sus ideas, "con las suyas" y no con las de sus mayores. Deben pensar por sí mismos, y para eso es preciso una buena educación para que puedan elegir libremente, sin coacciones mentales (¿por qué siempre mis reflexiones me conducen al mismo sitio?).
El domingo nos jugamos mucho, pero mucho más de lo que la gente cree, porque estamos en un momento en el que contamos con el impulso necesario para reformar lo que nadie ha querido tocar durante 40 años de dictadura democrática. Hay que pegarle un buen meneo al país, pero un meneo en condiciones, el mismo meneo que están sufriendo los olivos ahora en época de cosecha. PP y PSOE tienen a sus jubilados y sus retrógrados que son masa (cada vez menos) y les van a subir otra vez a las primeras posiciones, pero España se merece (y mucho) que salgan alternativas con ganas de poner en cuestión el sistema actual, básicamente porque creo que es muy necesario, casi crítico. Por eso partidos como Ciudadanos y Podemos deben crecer hasta agarrarse al cuello de estos dos fósiles. Si esto ocurre, surgirán entonces dos alternativas: que los dos antiguos partidos hagan purga y se renueven (pero una renovación en serio), o que se pudran lentamente y desaparezcan, cosa que tampoco es buena porque debe haber espacio para todos los pensamientos.
En fin, que el mejor voto útil esta vez creo que es hacerlo en conciencia a quien creamos que se acerca más a nuestra forma de pensar, y así al menos estaremos contentos con nosotros mismos y con nuestra conciencia. Ya no vale el miedo a que vengan los rojos o los fachas. Ahora es tiempo de estar ilusionados en esperar que todo esto sea cosa del pasado y tratemos de conseguir calidad política en nuestro país. Si no es así, mejor será que pensemos en seguir de esta manera otros 40 años, que junto a los de Franco y a los de ahora se nos va a ir la broma a siglo y pico de tontería.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

7D, El debate que yo vi

Llevaba días negándome a ver el debate y dedicar así mi escaso tiempo a otros menesteres más productivos (tales como escribir o jugar a la Play Station), pero al final me pudo la curiosidad y me conecté a la televisión como otros 9 millones de telespectadores. La verdad es que, lo admito, me divirtió tanto la forma como el fondo del asunto, vamos, que se me pasó como una centella. Tan entretenido estuvo que procedo a diseccionar lo que me pareció personaje a personaje, que no candidato a candidato porque hubo uno que, como yo, se lo tragó sentado en el sofá.

Pablo Iglesias abogó por los currantes que se levantan a las 6 de la mañana y las amas de casa que curran 15 horas al día. Pues yo hago esas dos cosas (y alguna más) y ni me siento víctima ni creo que sea como para montar el pollo revolucionario que él quiere montar....
 A Pedro Sánchez le bautizaron apenas terminó el evento como el gran perdedor. No sé si ponerlo en duda, pero hubo una cosa que sí me gustó de él, y fue su desparpajo a la hora de querer entablar debate cara a cara con quien fuera de los otros tres, aunque lo hiciera como si estuviera en un bar y necesitara que alguien le invitara a una caña para charlar. Eso muestra ganas y confianza, y me parece correcto, incluso conveniente, pero si su discurso hubiera sido un poquito más variado habría ganado algo más que críticas. Creo que, al igual que le ocurre al otro gran partido, sus propósitos y objeciones no han cambiado nada desde hace 40 años. Predecible y aburrido, disco rayado.

Pablo Iglesias era a priori el mejor orador de todos y el que, en el “cara a cara” o en el “todos para uno y uno para todos”, tenía que haber sobresalido. Y en eso estuvo en su línea, suelto y mostrando confianza, incluso cierta soberbia con el “tranquilo Pedro” y “tranquilo Albert”. En otra situación le hubiera ido de perlas porque el hombre se mueve con la palabra como pez en el agua, pero como cambia de criterio cada quince minutos no se sabía ni su propia lección y fue quedándose en evidencia él solito sin ayuda de nadie. Lo que sí hizo estupendamente (y lo digo sin eufemismos) fue movilizar a sus bases, votantes y simpatizantes para arrasar en las redes sociales, y vaya sí lo hizo.

Albert Rivera todavía sigue buscando la lagartija que se le había colado dentro del traje porque no paró quieto ni un segundo en la primera parte del debate. Le podían los nervios y la ansiedad por seguir rascando votos a derecha e izquierda, y eso jugó en su contra. Se atropellaba tanto que no llegaba casi ni a explicarse, cuando la cercanía y sus maneras sencillas y llanas son el punto fuerte de su poder de comunicación. En la segunda y tercera parte del debate pudo controlar al reptil que le hacía cosquillas y se serenó bastante, aunque las palabras no llegaron a fluir como nos tiene acostumbrados. De todas formas, se le notaba más cómodo pudiendo lanzar pullas en todas direcciones, eso sí, con cierta elegancia y sobradas de sarcasmo. Para mí, perdió una oportunidad de oro para haber rascado más, vaya, con azada.

Y Soraya Sáenz de Santamaría estuvo en su papel de cerebro indiscutible de su partido, la más lista de la clase, con inteligencia y determinación, firmeza y valentía. Es lo que te da una cabeza privilegiada y experiencia como portavoz. Se presentó con los deberes hechos, la lección aprendida y un argumentario preparado para las más que previsibles objeciones que le iban a soltar sus compañeros de debate. Seria, eficaz y, eso sí, muy nerviosa al principio, que se le adivinaba haciendo memoria para responder correctamente, vamos, que no fue ella misma hasta que le calentaron el trasero con la corrupción, y entonces se desató. En cualquier caso, sus propuestas, al igual que ocurrió con pedro Sánchez, son las mismas que su partido lleva haciendo desde la transición.

Por resumir un poco, la novedad estuvo en que el debate fue entre cuatro y no entre dos, que uno de ellos ni siquiera era candidato, que los dos de siempre no mostraron nada nuevo bajo el sol, y que los dos nuevos están todavía muy tiernos, uno por oportunista y veleta (con el plumero al aire), y otro por ansioso, cuando todos sabemos que la paciencia es una gran virtud y la gente sólo se fía a medio plazo. Sea como fuere, creo que el debate más que aclarar, confirmó votos ya decididos. En fin, que como experiencia televisiva estuvo bien. Lo mejor fueron los periodistas Vicente Vallés y Ana Pastor; el primero bregado en mil batallas supo imponer sus reglas de manera elegante pero firme; a la segunda le faltó su habitual punch, pero también hay que tener en cuenta que el lunes no fue periodista sino moderadora.


lunes, 16 de noviembre de 2015

Siempre hacia delante


Llevo cuatro meses de silencio en este blog, y os puedo asegurar que no ha sido por gusto, ni por falta de ganas para contar lo que se me pinta. Pero hay ocasiones en las que la vida se empeña en colocarte en una situación difícil para ver cómo respondes, para comprobar si eres tan listo como alardeas o tienes la cabeza tan bien amueblada como presumes. Y llegado ese punto en que las circunstancias te agarran por la parte media del cuerpo, tú te preguntas: ¿por qué a mí?, ¿por qué ahora? Nunca es el momento oportuno pero eso a la vida le trae sin cuidado. Es entonces cuando pones a prueba tus cinco sentidos, seis si contamos el sentido común, el fundamental. Te sientes objeto de estudio como si un dios macabro y sádico hiciera un experimento contigo, como esos test de stress que hacen a los bancos o a las aseguradoras para ver si están preparados para cuando llegan las épocas de vacas flacas, o muy flacas, o peor aún, cuando ni siquiera quedan vacas. Por eso, la primera lección que he aprendido después de ser vapuleado cruelmente por el destino es que no hace falta hacer grandes planes ni estar preparado para lo que piensas que vendrá en un futuro, porque la vida hace con nosotros lo que le da la gana y, desde luego, lo hace sin previo aviso y es inútil pedir explicaciones.
De ahí que durante estos más de 120 días haya guardado silencio en este blog. Mi cabeza estaba ocupada en otras cosas y, aunque tenía ganas de soltar algunos improperios acerca de las elecciones catalanas, la crisis de los refugiados, el movimiento independentista, la precampaña electoral para el 20-D o la masacre en París del viernes pasado, no disponía de ánimo ni de concentración suficiente como para plasmar con cierta mesura y objetividad mis opiniones (contando que toda opinión es ya de por sí subjetiva, pero para eso es mía y sólo mía).
Otra cosa que me ha enseñado estar buceando en este paréntesis ha sido que no hay tempestad que dure eternamente y que, con un poco de serenidad, todos nos convertimos en corcho para que ni la más terrible de las tormentas pueda hundirnos. Siempre terminamos a flote. Sólo hay que convencerse de que podemos mutar nuestra fisonomía y convertirnos en corteza de alcornoque. Y así, aunque una ola nos sumerja con fiereza y violencia, terminaremos por salir a la superficie y, con un poco de suerte, con la apariencia de no habernos mojado.

Los buenos amigos siempre son un buen paraguas cuando llueve. Además sabrás distinguir a los buenos amigos porque sus varillas no se doblan jamás con el viento y no dejarán que te mojes.

Y también he aprendido que la raza humana no ha evolucionado prácticamente nada desde hace varios miles de años, y que la mayoría de los verdaderos sabios se extinguieron hace mucho tiempo. Aquellos contemporáneos a los que así consideramos a día de hoy no hacen otra cosa que repetir lo que ya se dijo decenas de siglos atrás, como esa frase de Julio César que me ha enseñado a tener mesura y no adelantar acontecimientos, principalmente porque, como decía antes, la vida hace lo que se le pinta contigo. Así que, como decía el romano, he aplicado en mi vida aquello que afirmó con rotundidad: “cuando lleguemos a ese río, me ocuparé de ese puente”, y lo he hecho a rajatabla, y con cierta frecuencia, y casi siempre en contra de lo que me pedía el cuerpo, pero los resultados no han podido ser mejores.
Resumiendo, y aquí el colofón a este primer artículo después de una larga pausa en el blog: por mucho que truene, la lluvia te hace crecer si sabes canalizarla; y si ves que aún puede contigo, pues llenas unos vasos y procedes a bebértela. ¿O es que vas a permitir que te venza? Como dicta el siguiente aforismo atribuido a los maestros Les Luthiers: no te tomes la vida demasiado en serio porque no vas a salir vivo de ella.
Dedicado a todos aquellos que alguna vez las han pasado putas de verdad: hay salida.


lunes, 13 de julio de 2015

Tsipras, el primo desnudo.


Mi madre, mi abuela, un profesor del colegio… A todos nos lo han repetido hasta que tenemos uso de razón (cosa que, por otra parte, no todo el mundo consigue). Eran otros tiempos entonces, pero había una frese que aún perdura aunque agonizante: “es de sentido común”, lo que traducido y adaptado a tiempos de Whats App y Twiter quiere decir algo así como “sólo un tonto de baba dejaría de verlo” o en grafía actual “stás gil o q?
Comenzando por el pueblo griego, soberano como todo aquel que disfruta de una democracia, y terminando por esos europarlamentarios que hicieron pasillo a Tsipras cuando fue a Bruselas a sacar pecho después del referéndum, a todos ellos les falta sentido común. Porque estoy de acuerdo con ellos en que las cosas deben cambiar, que el Status Quo actual no se lo salta un gitano, que hay mucho privilegio que quitar, mucha mierda que limpiar y mucho capullo que aparcar al sol o a la sombra dependiendo de sus culpas, pero era de sentido común que la postura extrema y chulesca del mandatario descorbatado y descoletado, ese “pues ahora no respiro” de Tsipras estaba abocado al fracaso o al suicidio. Es lo que le suele suceder a cualquiera que se mete con su hermano mayor, que siento éste más grande, más fuerte y más rico, que aun siendo tú más listo, te puede agarrar por los menudillos y al final tienes que callarte y meterte la lengua por la salida de desperdicios. Lo inteligente en estos casos hubiera sido jugar la partida de otra manera y no a lo “me cago en diez” como lo ha hecho Grecia, que para ser la cuna de la democracia se parecía mucho más a un macarra de barrio con bravatas que sabía de facto no iba a poder cumplir si no quería terminar pasando vergüenza y hambre.
Y ahora, después de 17 horas de negociación,  ¿qué? A mí este Tsipras me recuerda a esos aficionados al fútbol que previamente a un partido importante te ponen la cabeza como un bombo regodeándose ya en su victoria aplastante. Luego ocurre que el bocazas tiene que callarse porque todo salió al revés de lo que tenía previsto, y no sólo queda como un perfecto imbécil sino que además le toca pagar las cañas y ser el hazmerreír de todos. Y así es como ha quedado el griego sin coleta, que lleno de bravuconadas cuarteleras y promesas irrealizables (la educación helena debe ser como la española para engañar a tanto votante) llegó al poder. Y luego creyéndose el rey del mambo fue con la misma cantinela a Europa, y aunque de tonto tiene que tener bien poco, ha salido de Bruselas con el orto escocido, mal menor si comparamos que su determinación desaprensiva era hundir a su país en la mierda más allá del cuello. El resultado de tamaña gilipollez (porque no puede ser calificada como otra cosa más suave) ha sido dejar Grecia con un corralito que le va a durar todo el verano, tener a la gente dividida, cabreada y con los problemas aún por solucionar además de haber terminado siendo muchísimo más dependiente de Europa de lo que ya lo era. Es decir, que ha perdido el tiempo cuando lo fácil hubiera sido admitir la situación y dar un paso al frente. Pero como no hay peor ciego que el que no quiere ver, y es en las épocas de crisis cuando los ignorantes, los manipuladores y los imbéciles recurren al sentimiento patriótico, pues eso, que no se han ido por el caño del fregadero de puro milagro.

Reunión de pastores a la entrada de la EuroCámara. Al de la izquierda ya no le quedan ovejas. Al de la camisa roja  no le hicieron caso ni en el Parlamento y con estos antecedentes y sus últimas maniobras rastreras en su propio partido, lo mismo dejan de hacerle caso hasta en su casa.

¡Vaya negocio que ha hecho Tsipras! Se ha quedado desnudo. Pues que vayan tomando nota los que van de salvapatrias y salva-dignidades, que sepan ellos y el resto que consignas prometiendo el oro y el moro, cuando no hay posición de fuerza (y sólo la tienen Alemania, Francia y el Reino Unido), Europa da un puñetazo en la mesa y aquí se giña hasta el más pintado… o nos lleva a la ruina. Las primeras lecciones de este curso acelerado de “deje de hacer el pardillo y defienda sus ideas de una manera más práctica” están siendo estudiadas y bien aprendidas por Manuela Carmena, que después de unos iniciales traspié va poniendo sentido común a su mandato, todo lo contrario que Ada Colau, que pierde tanto entusiasmo como apoyo de sus propios votantes y simpatizantes, una información de hoy mismo coincidiendo con la bajadita de pantalones y untada de vaselina de Tsipras.


lunes, 6 de julio de 2015

Alexis, el primo más listo de la clase.


Érase una vez una familia numerosa en que había dos docenas y pico de nietos. Los había  ricos y pobres, pero los que más abundaban eran esos que llegaban justitos a fin de mes a base de trabajar mucho y hacer malabarismos con el dinero que tenían. Y como en toda familia que se precie, los había listos, tontos, de derechas y de izquierdas, de centro, con ganas de hacer cosas y vagos revagos, aunque la mayoría era currante y sacaba adelante su vida y su familia de mejor o peor manera. Lo hacían con el sudor de su frente y alguna que otra ayuda de sus mayores (que se la ofrecían a fondo perdido, como si fuera subvenciones), incluso del banco cuando la cosa se ponía difícil (y ésa sí tenían que devolverla y lo hacían porque eran cumplidores aunque les supusiera mucho esfuerzo).
Murió la abuela y todos tuvieron que hacer frente a la pobre herencia que les había dejado (un piso ni muy grande ni muy pequeño en un barrio normalito). Antes de poder hincarle el diente, arreglarlo y venderlo (la abuela se lo había dejado en un estado penos, mucho más de lo que creían), debían pagar los impuestos que la ley imponía para ser sus dueños legales y así proceder a su venta. La cuestión es que, cuando los veintitantos nietos tuvieron que rascarse el bolsillo para hacer frente a aquel imprevisto, hubo uno que dijo tener las arcas vacías, justo aquel que parecía ser el nieto rico, el que siempre tenía el coche último modelo, el más guapo, el que alardeaba de cultura y saber hacer, aquel que siempre iba a su bola y al que nadie preocupaba porque era un tipo simpático con problemas aparentemente minúsculos al ser un solterón empedernido que nunca hablaba de hijos recién nacidos, ni adolescentes, ni de educación, ni de mayores dependientes… Aquel día, el primo bobo se destapó con que no podía pagar su cuota de impuestos para hacerse con el piso. Es más, comenzó a pedir prestado al resto de primos porque en realidad había vivido muy por encima de sus posibilidades falseando sus cuentas antes el banco y en la Hacienda pública, y no tenía ni para comer. Y todos los primos, que eran una piña para lo bueno y para lo malo, le dejaron dinero.
No contaron con que el primo bobo era un manirroto, saldó algunas cuentas (las menos) y se pulió el resto para seguir viviendo a cuerpo de rey, con su coche, su jamoncito de jabugo, su piso en el mejor barrio de la ciudad, sus salidas nocturnas, sus vacaciones caribeñas, sus puticlubs… Y como el dinero no le daba, volvió a pedir dinero a sus primos, esta vez más que antes. Y dado que los primos eran buena gente y la familia estaba por encima de todo, le dejaron más dinero que la vez anterior confinado en su buen hacer.
Y el primo bobo hizo algunos recortes (un poco menos de jamón, un poco menos de vacaciones, un poquito menos de salidas…) pero continuó con su tren de vida. Y se lo gastó todo y volvió a pedir dinero, más que antes, y su familia le volvió a dejar dinero con sacrificio porque seguían a vueltas con el piso de la abuela. Pero esta vez le pidió algún interés al primo bobo, además de solicitarle de forma amable que comenzara a devolver lo que había pedido prestado anteriormente. También la familia le aconsejó que además comenzara a controlar su vida porque así no se iba a ninguna parte. Y el primo bobo dijo que él no podía pasar sin su güisquito, ni su jamoncito, ni sus vacaciones, sus chatis, sus cenitas y sus copas, ni su casoplón… Y los primos se mosquearon y él continuó con su ritmo de tocarse los güevos sin hacer ningún recorte para atenuar gastos, y los primos le dijeron que ya no le iban a prestar más por ser un desconsiderado egoísta.

En España también tenemos a nuestro primo ejemplar que quiere ser el más listo de la clase. Luego no vale quejarse.
Y el primo bobo se cabreó, y además se acojonó porque vislumbró allá en un horizonte muy cercano que iba a pasarlas moradas incluso para comer garbanzos de supermercado a granel, y entonces pidió que le perdonaran parte de la deuda y la familia dijo que tararí que te vi. Entonces, lleno de orgullo, amenazó a la familia que iba a consultar consigo mismo si se plegaba a las exigencias del resto de primos. Y durante todo un domingo estuvo reflexionando si las admitía, y decidió que no, que se pasaba por el forro lo que sus primos dijeran, que él iba a su bola porque era un tío legal y muy inteligente, que los otros eran unos ruines y unos usureros que sólo querían tenerle amordazado, y él tenía una vida que quería vivir sin importarle los esfuerzo del resto de los primos.  Y ahí se quedaron, todos con cara de bobos.
Por lo que a mí respecta, al primo bobo le pueden ir dando mucho por donde amargan los pepinos, sobre todo a ese 60% de primo bobo que ha desafiado la buena voluntad del resto de sus primos que le han ayudado. Que el primo bobo se vaya de la familia, que sólo es el 4% de la riqueza familiar, que se coma sus piedras, que lo mismo se pone a cagar grava y puede construir un nuevo país, que se vaya a engañar a sus ilustres muertos y, si tan bien puestos tiene los webos, que acepte la ayuda de ese vecino del piso de arriba, un tipo siniestro y prepotente llamado Vladimir. Eso sí, que luego no pida ayuda cuando termine como sus otros vecinos, los dos hermanos de la planta semisótano, Fidel y Raúl, que llevan comiendo mierda 60 años porque el papá de Vladimir les abandonó cuando ya no le servían para nada.



lunes, 1 de junio de 2015

El boomerang de Ada Colau


Felicitar a los ganadores de las pasadas elecciones es de ley. Te honra ya seas simpatizante, contrario o abstemio. Por eso lo hago. Incluso felicitaré a los perdedores de las elecciones que muevan sus fichas y lleguen a gobernar, cosa que nunca he entendido muy bien cómo puede suceder pero que ahí está. Quizá sea lo bonito de la democracia, lo mismo que en fútbol, que no siempre gana el mejor o el que más bonito juega. Lo que no entiendo es cómo se puede le puede tomar el pelo al electorado de esta manera y que sigan aplaudiendo entusiasmados. ¿Que a qué electorado? Pues a todo, a la mayoría de los votantes. Y vuelvo a lo de siempre. Es un problema de educación, de formar personas.
Ada Colau es la más lista de la clase. Ayer ya se destapó con una perla que todos sus feligreses han aplaudido. “Vamos a desobedecer leyes que nos parezcan injustas”, ha dicho la -con toda probabilidad- próxima alcaldesa de Barcelona. Eso es más o menos como si un padre le dice a su hijo que él, cuando era niño, se pasaba por el forro de sus caprichos las órdenes que le daba el abuelo, es decir, su padre. Lógicamente, el niño aplaudirá en un primer momento los arrestos que tuvo para con el abuelo, seguramente desde su óptica un tipo chapado a la antigua, autoritario…, pero en breve pondrá en práctica esa misma forma de actuar y con la misma excusa, es decir, plantará cara a su padre y éste terminará por castigarle justamente por aquello mismo que él hizo de joven.



Ada Colau ha lanzado un boomerang que, si ella misma no lo remedia tragándose sus palabras, le va a hacer “¡zas!, en toda la boca”. Porque si llama a la desobediencia contra las leyes, en un momento dado van a ser los propios barceloneses quienes se empiecen a pasar las leyes municipales por el arco del triunfo. “Este IBI no lo pago porque me parece injusto”, “aparco donde me da la gana y no pago parquímetro porque me parece abusivo e injusto”, “la tasa de basuras (por ejemplo) no la pago porque me parece injusto”, “piso la hierba porque prohibirlo y que además me sancionen me parece injusto”, “ando desnudo por la ciudad porque hacerlo vestido cuando hace calor y que me amenacen con una multa me parece injusto…”.
Es entonces cuando veremos el verdadero calado político de esta señora. En realidad ya lo estamos viendo cuando suelta perlas como esta, pero estoy convencido de que, cuando la gente argumente sus propias palabras para hacer y deshacer, no va a apoyar a la ciudadanía a que desobedezca las leyes, fundamentalmente porque esas leyes las habrá impuesto ella. Y ahí entra en acción la ley del embudo, la cláusula de “porque me da la gana”, la sentencia de “porque lo digo yo”, y eso degenerará en frases lapidarias de “yo legislo lo que quiere el pueblo”, “desobedecer esa ley es ir contra el pueblo”, y de ahí a “desobedecer al pueblo es ir contra Ada Colau” hay sólo un paso, corto, muy corto.
Yo no digo que esta señora sea de este tipo de personas ególatras y bananeras. Y si desde luego no lo es, alguien tendrá que enseñarle que la primera lección del político al servicio del Estado, o del país, o de la gente, es medir muy bien las palabras porque se pueden volver contra ti, y que de sabios es rectificar, y que lo mejor que le puede pasar a un país es educar a sus niños para que aprendan a distinguir a los gobernantes de los gilipollas, sean del color que sean, que los hay buenos y dignos en todos lados. Lo dicho. El tiempo me dará o me quitará la razón, pero esto ha empezado muy mal, con consignas que tiñen el panorama de gris oscuro tirando a negro.


jueves, 21 de mayo de 2015

Campaña novedosa, ¿mismo resultado?


Ahí las tenemos, a la vuelta de la esquina, apenas a un par de días de distancia, y yo con tanto trabajo que no me ha dado tiempo siquiera de reflexionar acerca de estas elecciones. Cierto es que en algunos de los artículos de este Blog he dado mi opinión y palos a diestro y siniestro, pero es ahora, justo cuando nos toca (si queremos) ejercer el derecho de meter nuestra opción en una urna, cuando casi me quedo sin espacio para decir lo que pienso.
No voy a ahondar en el panorama político actual, en el amplio abanico que se ha abierto en este país desde hace un año más o menos, primero con la aparición de Podemos, luego con la defenestración y suicidio de UPyD e Izquierda Unida, y luego con la emersión casi efervescente de Ciudadanos. Cualquier opinión ya huelga. Para ilustrar la situación pueden leerse mis últimos artículos en este Blog.
Lo que sí quisiera comentar aquí es el nuevo tinte que se le ha dado a la campaña electoral. Antes las bofetadas sólo iban de derecha a izquierda y viceversa. Ahora son multidireccionales porque los enemigos están a ambos lados si exceptuamos a Podemos, que más a la izquierda no tienen a nadie, y Vox, ídem por la derecha. También he notado en lo bajo que puede caer el ser humano, sin ánimo de insultar o menospreciar. Creo que es inherente al hombre buscar el poder o un salvavidas. Lo que ocurre es que hay gente que lo hace con discreción y dignidad, y otros que no tiene vergüenza, quizá porque nadie les ha enseñado nunca que es eso de la decencia y el decoro.
Vivo en una urbanización cercana a un señor pueblo que tiene cerca de 20.000 habitantes. Los que vivimos algo apartados nunca hemos sido considerados ciudadanos, ni siquiera de segunda. Supongo que la clase política de allí tenía la equivocada creencia generalizada de que mis vecinos y yo, al vivir apartados en una urbanización, teníamos dinero y con eso nos bastaba (Y a ellos hasta hoy con los votos de los habitantes del casco urbano.  Lo cierto es que mis vecinos y un servidor tampoco hacíamos nada por reivindicarnos ya que las pocas veces que lo intentamos no nos hicieron ni caso.
Pero, ¡ah, inocente de mí!, de dos o tres semanas a esta parte, de repente, nosotros los apartados, casi los repudiados, hemos visto cómo se han comenzado a realizar obras en la zona; parques, árboles, jardineros…, y cómo el alcalde nos llamaba por activa y por pasiva para hablar con nosotros, vamos, que es que hasta casi viene a vernos casa por casa.
No creo que el mío sea un caso aislado, que el voto ahora se cobra caro (jerga cinegética, sin compra ni venta)  y los ayuntamientos se han puesto las pilas, unas pilas que seguramente el lunes 25 estarán agotadas y volverá el silencio durante otros cuatro años.

Si la naturaleza le ha dotado de cerebro, utilícelo también para votar.
No le voy a pedir el voto para nadie, válgame el cielo. Lo único que le pido, amable lector que ha llegado hasta aquí leyendo, es que lo haga con cabeza, con sensatez, buscando el bien común, el suyo y el de aquellos que le rodean, que aquí nos jugamos el bienestar cercano, el de su barrio, su acera, su supermercado… no el del país. Sea usted moderno y no se deje atar por colores que son ya para usted tradicionales o por sentimiento de traición y remordimiento si vota a otros que no sean los suyos de siempre. Elija a aquel que le va a cuidar mejor (o menos peor) como si se tratara de escoger un cicerone que le hiciera de anfitrión en un viaje. Seguramente a él no le preguntaría si es verde, azul, amarillo, naranja, violeta o colorado. Lo elegiría por otras cosas para que le acompañe en un viaje de cuatro años. Busque sus valores. Vote a ése que cree que le puede hacer la vida un poquito más fácil y huya de gente que sólo hacen caso a la sede de un partido sita en una calle lejana, muy lejana, donde no saben ubicar en un mapa el nombre de su pueblo o de su ciudad. Y para que me entienda bien, en un pueblecito cercano al mío, hartos ya de grandes partidos, en las últimas elecciones le dieron su voto casi unánime a un grupo independiente, y les va como un tiro (de bien). A lo mejor ahora cambian de rumbo, pero eso es lo bonito de la política, que si no te satisfacen unos les dejas de votar y punto, aunque haya gente que no lo consiga porque sus colores son sus colores, como si la política fuera un equipo de fútbol.
Salud y suerte.


domingo, 12 de abril de 2015

Pisando minas antipersonas



El paso del tiempo es inexorable, te guste o no te guste. Nadie tiene la capacidad de detener el reloj, ni Obama, ni el Estado Islámico, ni siquiera las cremas de Isabel Preysler. Porque si hay algo seguro en esta vida es que vas a terminarla, que hay un punto y final, y después ya veremos (si es que podemos verlo).

Puestos a ocupar y pasearse por el planeta durante unos años, ya sean estos muchos o pocos, lo suyo es vivir lo mejor posible, cómodos, evitando problemas y con calidad de vida. Eso creo que nadie puede discutirlo aunque, para los que hemos nacido por España (por ejemplo), nos dé por pensar que si naces en el África subsahariana puedas darte por jodido. No somos conscientes de que la ignorancia da la felicidad y que por allí, en muchos casos ­—más de los que creemos—, la gente es feliz, o al menos les cuesta serlo mucho menos que a nosotros. Sea como fuere, no quiero centrar mis palabras en cómo conseguir la felicidad, sino justamente en lo contrario, en lo que se empeñan algunos en obtenerla a costa de condenar a sus semejantes a ser unos desgraciados.

Que el mundo está lleno de indeseables creo que lo sabemos. No hay que demostrarlo. Basta con ver los titulares de cualquier noticiario para tener constancia de que es un axioma. Pero siempre tendemos a pensar que todo eso nos pilla de soslayo, que ojos que no ven corazón que no siente… hasta que te topas de bruces con uno de esos que disfrutan haciéndole la vida imposible a los demás, esos que lo hacen a sabiendas, con intención, con mala baba, gente que casi siempre esgrime la excusa peregrina de que lo hacen para que nadie les fastidie a ellos. Así tranquilizan sus conciencias. Lo que al resto de mortales nos es muy difícil de imaginar es que generalmente esa clase de personas disfrutan jodiendo al personal, con todas sus letras, sin remordimientos, mucho menos arrepintiéndose después de sus repugnantes acciones.

Y esos profesionales de la mala baba los tenemos por todos lados aunque sean una minoría. La situación la imagino como si a cada hombre le hubieran asignado toparse con un número de minas antipersonas durante su existencia. El destino te lleva por un camino y, cuando menos te lo esperas, te encuentras en mitad de un campo minado.  Si tienes mala suerte y pisas una de ellas, es decir, te topas con un imbécil de estos, es muy difícil que no te hagan pasar un mal rato, y eso en el mejor de los casos porque por lo general lo que te quitan  es la salud, física y mental, quizá con secuelas para toda la vida. Y a eso no tenemos derecho nadie, ni siquiera estos personajes destructivos y venenosos.

Hay veces en la vida que te topas con tipos mucho más destructivos que una mina, y lo peor es que ellos sí saben el daño que hace. Al fin y al cabo, la mina no deja de ser algo inanimado.
Por eso, a todos aquellos que tienen mala baba, aquellos que disfrutan tocando las narices a los demás, a esos que no les pesan sus acciones porque no tienen conciencia, aquellos que nos tachan de blandengues a las personas normales porque no somos unos hijos de puta como ellos, a todos esos (o esas) les deseo lo mejor en la vida, por ejemplo, un gran premio gordo en la lotería y que se vayan a disfrutarlo en una isla desierta, y que a los demás nos dejen tranquilos, con nuestro trabajo, nuestras ilusiones y nuestras penurias. Pero desde luego lo que no necesitamos es a nadie que nos esté tocando los webos a diario, menos si es un desequilibrado mental de esos que creen que su existencia es como visitar un parque temático donde los vecinos, compañeros o los simples seres humanos con los que convive en este planeta somos de cartón piedra y no tenemos ni sentimientos, ni dignidad, ni nada de nada.

Y así lo digo, generalizando, y el que se dé por aludido ya sabe exactamente qué pienso de él. Y a mucha honra.



lunes, 6 de abril de 2015

El uso de la política rejuvenece


Hoy (06/04/2015) aparece en el diario El País una noticia sobre el batacazo de los partidos tradicionales españoles en lo que a conseguir sumar electorado joven se refiere. Los jóvenes entre 18 y 35 años se sienten más inclinados hacia las ideas de Podemos o Ciudadanos que a las de PP (sólo le votaría el 5% de los jóvenes), PSOE (el 13%) e IU (el 3%). A los partidos políticos en este país les ha afectado la edad y el no saber adaptarse a los nuevos tiempos. Tanto quejarnos todos de la época de Franco, de la dictadura, de la falta de libertad, del inmovilismo, y ahora tomamos cucharadas de su misma medicina. Hay que darse cuenta de que ya llevamos más tiempo de democracia que de dictadura, que no nos engañemos, que los males de esta incipiente democracia los hemos gestado nosotros con nuestros votos. Y la cosa iría a peor si no llegan a surgir nuevos partidos para airear las costuras de este sistema político mal hilvanado.
PP, PSOE e IU no son otra cosa que dinosaurios que no han querido crecer, partidos como aquella Fuerza Nueva de finales de los 70, a la que sólo votaban los viejos, lo cobardes o los muy convencidos, que de todo había. A los tres tradicionales ahora sólo les caen votos de personas a partir de los 45 años. De ahí para bajo apenas se llevan un puñado que además no les coloca ya en ninguna parte. Y de los antiguos (más o menos) para uno que salía bueno como UPyD, va su jefa y lo inmola sin contemplaciones, quizá porque iba de joven progre y no sabía que en su propio partido los había más jóvenes y más progres. No lo ha querido ver, no les ha dejado sitio y, ¡patapúm!, vamos, que no creo que saque un solo diputado, ni un concejal, ni un ná de ná. O reacciona ya o asistiremos de nuevo a una muerte prematura como la del CDS o aquella formación liberal que lideró Miquel Roca y que no obtuvo un solo escaño. Pero lo suyo fue un “no nato”. Lo de UPyD es muerte por inanición, o mejor dicho, por inacción (y por ceguera).

¿Estamos en un cambio generacional donde las ideas de los viejos ya no sirven para los jóvenes? ¿O es un problema de comunicación?

Que hayan aparecido partidos nuevos no sé si es sano o no, pero desde luego no es malo porque nos obliga a renovarnos, a ventilar las catacumbas, a enterrar cadáveres políticos y colocar jóvenes con ganas de hacer cosas. No se puede ir a ningún lado cuando la totalidad de la plantilla de un partido (me refiero a comités ejecutivos, federales y esas cosas) tienen una media cercana a los 60 años y se parapetan para no dejar entrar a nadie, por ejemplo, entre los 3º y los 40.  Una actitud así no le dice nada a los jóvenes. Esa senectud mata a los tres de siempre, y eso que el PSOE es más vivo que los otros dos y siempre trata de actualizarse, aunque de vez en cuando, por esas ansias de no llegar, se pase de la raya y coloque a ministros y ministras veinteañeros que ni siquiera tienen los estudios obligatorios terminados.
Toda esta falacia se paga, como la de educar a los niños de una forma sectaria durante 40 años de dictadura (o lo mismo, educar de otra forma sectaria a los niños durante 40 años de democracia). Voy a concretar. Se ha educado a imagen y semejanza del gobernante, vamos, se ha maleducado (en todos los sentidos), se ha no-educado. Hemos criado burros armados con votos que muchas veces no han sabido utilizar, que hay libertad y cada uno vota al que quiere, pero cuando la gente se revela y da la espalda al que le dio de comer, el voto puede caer en cualquier lado, en un partido de centro como es Ciudadanos o en uno de extrema izquierda como Podemos, listo, muy listo, tanto que juega con la ignorancia ajena y así no se le nota que cambia de criterios y de actitud cada mes o mes y medio (a criterios más laxos y a actitudes más extremas, casi extremistas).
Pues eso, que si usted lector tiene más de 40 años y se está inclinando a votar a uno de esos partidos que no son los tres grandes, puede darse por rejuvenecido, y eso es bueno, mientras vote con dos dedos de frente y no en un arranque de testosterona.


martes, 24 de marzo de 2015

El anzuelo de la soberbia


A raíz de la publicación de mi última novela (“Cruzar el río”, Ledoria 2015), uno de los argumentos que estoy utilizando en las presentaciones para ilustrar la sinopsis de su argumento es que el ser humano es capaz de lo mejor de y de lo peor, y si bien la primera opción requiere grandes dosis de esfuerzo y constancia, la segunda se consigue casi sin despeinarse.
En cualquier caso, hay ocasiones en las que el ser humano imprime esa tenacidad en hacerlo mal, y entonces el resultado puede llegar en algunos casos a ser sublime, negativo pero sublime. Si no logran imaginarse un ejemplo, yo les pongo uno rápidamente que les va a dar luz, porque es exactamente lo que lleva haciendo Rosa Díez desde hace cuatro o cinco meses, suicidarse políticamente y, lo que es peor, llevarse consigo las ilusiones de muchos de sus seguidores.
Los actos de soberbia nunca son recomendables. La chulería, la prepotencia, el creerse por encima de los demás y en posesión de la verdad absoluta mucho menos. No dejarse aconsejar, ser la novia en la boda, la niña en el bautizo y la muerta en el funeral ya no está de moda ni siquiera para un político. Y Rosa Díez parece que se ha tomado en serio practicar todo lo que no se debe hacer. Parecía inteligente, decidida, tenaz, una mujer brava, pero al final ha resultado una política que ha olvidado que los cementerios estás llenos de valientes y de tontos. ¡Qué pena…!

Es una lástima que alguien que dio un paso al frente ahora se haya pasado de frenada por ansias de figuración

Una tipa inteligente, como se le presuponía, tenía que haber dejado su ego a un lado y haber hecho lo que han hecho en toda Europa dos partidos políticos como UPyD y Ciudadanos, aliarse y formar un centro político con lo mejor de la derecha e izquierda ultramoderada y así cobrar más fuerza, que mil millones de moscas no se equivocan. Pero no, ella está por encima de todo. Y mira que el cóctel con los de Albert Rivera iba a ser explosivo porque a las buenas ideas de éste último se le iba a sumar la determinación de tocar los cojones de la otra (con sus demandas contra la corrupción, con Bankia, contra toda la mierda que se menea). Pero no lo ha visto porque la soberbia, entre otras cosas, provoca ceguera (y sordera).
Señora Díez, ha mordido usted el anzuelo de la soberbia, ese en el que acaban prendidos casi todos los políticos antes de echarse a perder. Y al hacerlo se ha quedado usted sorda, ciega y, dentro ya de muy poco, muda en el panorama político. Si hubiera sido más humilde, más lista, más inteligente, se habría dejado de bayetitas rosas para limpiar la corrupción (sí, que falta hace, que ahí no le quito razón) y habría pactado con Ciudadanos, que es el detergente que a usted le hacía falta. Y de haberlo hecho,  ahora con casi total seguridad estaría disputándole el puesto de tercera fuerza política en Andalucía a Podemos. Pero resulta que dada su obcecación por ser la mesías de la democracia pura está boqueando como un pez fuera del agua para tomar oxígeno. Y lo peor es que sabe que está condenada a asfixiarse porque me da a mí que Albert ya no la quiere a su lado ni pescándola con caña.



martes, 3 de febrero de 2015

Pacto de Estado para dos


¿Un poco de raciocinio en estos tiempos? ¿El presidente del Gobierno y el líder de la oposición firmando un pacto de Estado, así, como si lo hicieran todos los días? No lo critico, en absoluto, menos aun cuando se trata de protegernos del terrorismo más atroz desde que Hitler abandonó afortunadamente este mundo. Incluso el de Bohemia, en lo que a sadismo se refiere, se quedaba corto, quizá porque no había redes sociales para publicitarlo. En cualquier caso, constatamos que el ser humano sigue siendo capaz de lo mejor y de lo peor.
Llegar a lo más alto del gobierno debería ser como ser presidente de una comunidad de vecinos donde, entiendo, se trabaja en favor de una comunidad. En este país seguimos queriendo llegar hasta ahí para hacer lo que nos dé la gana en pos de unas ideas que nos mantengan en el cargo. Todo a nuestro gusto. La comunidad no importa porque se trata de contentarme primero a mí, luego a mis amigos y al resto que les den pomada. Esto es típico de la derecha. Y de la izquierda. Y de los de la extrema derecha, que como tienen menos amigos satisfacen a menos. Y de los de extrema izquierda, que con la misma mínima cantidad de amigos fastidian a más por son de esos que proclaman que aquí jugamos todos o se rompe la baraja, y la rompen sin esperar a que jueguen todos.
Rajoy convence a Sánchez para firmar un pacto contra el terrorismo, y Sánchez acepta porque le va en ello un buen puñado de votos si no lo hace. Eso sí, nada de cadena perpetua. El joven líder cambiará de opinión si, Dios no lo quiera, sufrimos otro 11-M y pillan a los yihaditas vivitos y coleando con dos centenares de cadáveres de  las espaldas y la firme promesa que cuando queden libres volverán a asesinar. Sánchez únicamente se ha negado porque no puede estar de acuerdo al 100% con Rajoy, porque su electorado (tan cerril como él y como el del PP) no aceptaría estar de acuerdo con la derecha. Eeehhh!!, que lo mismo ocurriría si cambiáramos las tornas, que España es así de zoquete.

¡Que se repita, que se repita, que se repita...!

Ahora (¡bien por él!) Sánchez ofrece otro pacto de Estado en Educación. ¿Electoralista? Ya no sé qué pensar… Quizá esté viendo que este país se va irremediablemente al carajo y quiera dar un paso al frente. ¿Aceptarán el resto de partidos el reto?, porque esto es tarea de todos, de PP, PSOE, IU (obtusa recalcitrante que prefiere tratar como seres humanos a terroristas que son verdaderos animales), UPyD, Ciutadans, Podemos, etc…
La verdad, táchenme de pesimista pero ya no me creo nada. Cuando uno lee a Larra o a Pérez Galdós por citar solo dos ejemplos, se da cuenta que este país no ha evolucionado nada desde hace doscientos años. Quizá estemos llegando a un punto de inflexión, a una madurez política y social que ya despuntó en la transición y que, ansiosos de libertad, confundimos en libertinaje, en un vivalavirgen que nos hizo caminar de nuevo hacia atrás. Espero que pactos de Estado como el de hace dos días se repitan con frecuencia en temas que nos ocupan a todos por igual, en legislación contra el terrorismo, en educación, en sanidad, en materia de corrupción, en libertades, en desempeño de funciones públicas… Quiero creer que lentamente se está dando la vuelta a la tortilla de forma adulta, con la cabeza fría, en favor del país, sin populismos. Espero que el impulso no decaiga, y la constancia y la sensatez nos encarrilen, que los políticos de buena voluntad acepten la mano que se les tiende, y que esa mano sea ofrecida con sinceridad sin pensar en votos, con sentido de Estado.



lunes, 2 de febrero de 2015

Me agarro, que vienen curvas.


Hay ocasiones en las que me agobio porque no encuentro temas que me merezca la pena comentar, o también porque hay veces que me falta tiempo para escribir lo que se me pinta. En estos días, a punto de presentar mi cuarta novela,  se produce una convergencia de ambas razones: tengo trabajo suficiente como para ocuparme hasta las horas de sueño, y la actualidad no me atrae nada de nada en ninguna de sus facetas, ni en la política ni en la financiera, ni en la deportiva, ni siquiera en la del corazón. Y eso que no será por escasez de temas, que de noticias vamos bien servidos, desde las 100.000 personas que convocó Podemos el sábado pasado, pasando por las consecuencias de las elecciones griegas que nos darán más de un dolor de cabeza, hasta los emolumentos súper millonarios que se pagan en la casa de Gran hermano Vip por no hacer absolutamente nada. Para serles sinceros, me aburro porque es todo más de lo mismo y eso no me incentiva para escribir. Estoy deseando que se mueva la cosa. No habrá que esperar demasiado, que se acercan tiempos convulsos pero aptos para comentar.
Por ejemplo, en política nacional, para variar, este año vamos a tener una campaña electoral distinta. El nuevo partido Podemos va a ser el eje informativo. Los medios van a darle un espacio que antes sólo estaba reservado para dos. Eso sí, según les dé el viento a estos medios lo ensalzará o lo atacará. En cualquier caso, los votantes y la nueva casta de Podemos se van a poner las botas de repartir estopa. El cruce de acusaciones va a resultar tercermundista, como no podía ser de otra manera tratándose de España, pero desde luego será novedoso después de tantos lustros de monotonía. Cuando llegue su momento de esplendor (y este año, entre andaluzas, autonómico-municipales y catalanas vamos a tener más de una ocasión) lo analizaremos con cuidado, por ejemplo, cómo lo atacan sin parar ABC o El Mundo, y cómo les dan cancha La Sexta o Cuatro. Todo a su debido tiempo.
En internacional también tenemos una novedad: Grecia se ha puesto chulita y le ha dicho a la UE que ahí están sus coj*nes. Es tristemente divertido y emocionante ver cómo la cuna de la democracia se rinde ante el populismo bananero. Europa está muy expectante con la situación, y no lo digo para ver cómo Grecia se hunde definitivamente en el fango, sino porque todo nuestro sistema está montado sobre un castillo de naipes y, aunque Grecia no es una de las cartas que soportan la base (más bien al contrario), si se cae (o la quitamos) lo mismo el resto se tambalea. Hay una circunstancia tranquilizadora, y es que uno puede ser muy valiente, muy fanático, muy populista y tener mucho arrojo, pero si no se tiene dinero para salir de la bancarrota no se va a ninguna parte, y Grecia tiene la economía como sus monumentos, o igual peor.

¿Será una premonición de lo que nos espera en España?

En fin, que por ahora no hay mucho de donde rascar, que ni siquiera el Real Madrid o el Barcelona están para tirar cohetes, ni Rafa Nadal, ni la selección de Balonmano… A ver si con suerte (se me ocurre) Edurne luce cacha en Eurovisión allá por mayo (porque cantar la chica lo hace de maravilla) y nos da una alegría, para variar.



martes, 13 de enero de 2015

La libertad de no querer ver


Se ha liado la mundial. La Tercera. No exagero, que la guerra está en boca de muchos, de los más inteligentes, de gente con experiencia, de los que no dan puntada sin hilo, militares, espías, analistas políticos, historiadores… Hasta escritores como Arturo Pérez Reverte, que para el que no lo sepa fue cocinero antes que fraile, vamos, que lleva como corresponsal varias guerras a las espaldas -y muchas con la religión como telón de fondo-, avisan de que no hay que esperar una Tercera Guerra Mundial porque, señoras y señores, ya estamos inmersos en ella desde hace bastante tiempo, y para colmo, guerra santa. Lo que nos ocurre en Occidente es que nos gusta mirar para otro lado, quitar hierro al asunto, pegar cuatro o cinco bombazos en otras tantas guerras locales y, sobre todo, defender a toda costa nuestras libertades, tanto las colectivas como las individuales.
Y es en este último punto donde solemos cagarla por ser más papistas que el Papa. No nos damos cuenta de que nos convertimos en seres tan fanáticos como nuestros enemigos yihadistas a la hora de defender nuestra libertad. Libertad de culto, de expresión, de pensamiento, política… ¡Por supuesto que sí!, sin ningún género de duda. Pero luego vienen las otras cosas que ya no nos gustan tanto: la intromisión o recorte en alguna de las otras libertades, como la que se le acaba de ocurrir a David Cameron, que quiere quitar el Whats App en el Reino Unido, o la amenaza que supone que los Gobiernos y Servicios de Inteligencia se nos vayan a meter en los ordenadores y cuentas de Internet para mirarnos los menudillos. O, la mejor, que en los aeropuertos, estaciones de tren o de autobús, en los estadios… nos vayan a mirar hasta las trancas para ver si somos un peligro o no. Y claro, nos quejamos de las molestias sin ser conscientes de que haya gente preocupada por la seguridad y, sobre todo, por la libertad.
A ver, señor… Sí, me dirijo a usted que le molesta que le miren hasta el píloro cuando va a tomar un vuelo. ¿No se da cuenta de que es del todo necesario? Estamos en una guerra en la que no hay trincheras ni frentes, pero una guerra al fin y al cabo. El enemigo se viste con cazadora, con corbata, con zapatillas de deporte (que el turbante lo dejan para otros escenarios). Seguro que no se quejaría tanto y pediría que le examinaran hasta la rabadilla a un compañero de viaje que llevara chilaba y estuviera rezando el Corán a voz en grito dentro del avión. El peligro existe y está ahí, justo al lado de usted, lo vea o no. Así que no se queje si en tiempo de guerra se recortan un poquito sus libertades, que no lo va a notar, que estamos perdiendo la guerra y al final va a terminar perdiendo la cabeza, literalmente.



¿No me entiende? Le voy a poner un ejemplo porque me siento obligado a ello por simple conciencia cívica para con mis semejantes. He tenido la suerte de visitar Tanzania en estas Navidades. Durante mi viaje por el Serengeti he dormido en mitad de la sabana en campamentos donde apenas había luz eléctrica unas pocas horas al día. Cuando el sol se escondía y uno tenía la necesidad de trasladarse dentro del campamento, estaba obligado a avisar a un empleado que le recogiera en la puerta de su tienda de campaña y lo acompañara hasta las instalaciones comunes armado con un rifle. ¿Por qué? Pues porque en la sabana les da por vivir a animales como leones, hienas, leopardos… que amenazan mi libertad individual de caminar solo por el simple y legítimo hecho de que tienen hambre y quieren comer.  A nadie se le ocurría quejarse de la falta de libertad por tener que ir acompañado por un hombre con un rifle para protegerle. El peligro estaba ahí, invisible, latente, pero real. Pues es exactamente lo mismo que nos pasa ahora. No se queje, que es por su bien. Y si no lo hace por su seguridad, hágalo por la mía, o por la de su señera madre.

(*) Recomiendo la lectura del artículo de APR: “Es la guerra santa, idiotas”