Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


lunes, 13 de julio de 2015

Tsipras, el primo desnudo.


Mi madre, mi abuela, un profesor del colegio… A todos nos lo han repetido hasta que tenemos uso de razón (cosa que, por otra parte, no todo el mundo consigue). Eran otros tiempos entonces, pero había una frese que aún perdura aunque agonizante: “es de sentido común”, lo que traducido y adaptado a tiempos de Whats App y Twiter quiere decir algo así como “sólo un tonto de baba dejaría de verlo” o en grafía actual “stás gil o q?
Comenzando por el pueblo griego, soberano como todo aquel que disfruta de una democracia, y terminando por esos europarlamentarios que hicieron pasillo a Tsipras cuando fue a Bruselas a sacar pecho después del referéndum, a todos ellos les falta sentido común. Porque estoy de acuerdo con ellos en que las cosas deben cambiar, que el Status Quo actual no se lo salta un gitano, que hay mucho privilegio que quitar, mucha mierda que limpiar y mucho capullo que aparcar al sol o a la sombra dependiendo de sus culpas, pero era de sentido común que la postura extrema y chulesca del mandatario descorbatado y descoletado, ese “pues ahora no respiro” de Tsipras estaba abocado al fracaso o al suicidio. Es lo que le suele suceder a cualquiera que se mete con su hermano mayor, que siento éste más grande, más fuerte y más rico, que aun siendo tú más listo, te puede agarrar por los menudillos y al final tienes que callarte y meterte la lengua por la salida de desperdicios. Lo inteligente en estos casos hubiera sido jugar la partida de otra manera y no a lo “me cago en diez” como lo ha hecho Grecia, que para ser la cuna de la democracia se parecía mucho más a un macarra de barrio con bravatas que sabía de facto no iba a poder cumplir si no quería terminar pasando vergüenza y hambre.
Y ahora, después de 17 horas de negociación,  ¿qué? A mí este Tsipras me recuerda a esos aficionados al fútbol que previamente a un partido importante te ponen la cabeza como un bombo regodeándose ya en su victoria aplastante. Luego ocurre que el bocazas tiene que callarse porque todo salió al revés de lo que tenía previsto, y no sólo queda como un perfecto imbécil sino que además le toca pagar las cañas y ser el hazmerreír de todos. Y así es como ha quedado el griego sin coleta, que lleno de bravuconadas cuarteleras y promesas irrealizables (la educación helena debe ser como la española para engañar a tanto votante) llegó al poder. Y luego creyéndose el rey del mambo fue con la misma cantinela a Europa, y aunque de tonto tiene que tener bien poco, ha salido de Bruselas con el orto escocido, mal menor si comparamos que su determinación desaprensiva era hundir a su país en la mierda más allá del cuello. El resultado de tamaña gilipollez (porque no puede ser calificada como otra cosa más suave) ha sido dejar Grecia con un corralito que le va a durar todo el verano, tener a la gente dividida, cabreada y con los problemas aún por solucionar además de haber terminado siendo muchísimo más dependiente de Europa de lo que ya lo era. Es decir, que ha perdido el tiempo cuando lo fácil hubiera sido admitir la situación y dar un paso al frente. Pero como no hay peor ciego que el que no quiere ver, y es en las épocas de crisis cuando los ignorantes, los manipuladores y los imbéciles recurren al sentimiento patriótico, pues eso, que no se han ido por el caño del fregadero de puro milagro.

Reunión de pastores a la entrada de la EuroCámara. Al de la izquierda ya no le quedan ovejas. Al de la camisa roja  no le hicieron caso ni en el Parlamento y con estos antecedentes y sus últimas maniobras rastreras en su propio partido, lo mismo dejan de hacerle caso hasta en su casa.

¡Vaya negocio que ha hecho Tsipras! Se ha quedado desnudo. Pues que vayan tomando nota los que van de salvapatrias y salva-dignidades, que sepan ellos y el resto que consignas prometiendo el oro y el moro, cuando no hay posición de fuerza (y sólo la tienen Alemania, Francia y el Reino Unido), Europa da un puñetazo en la mesa y aquí se giña hasta el más pintado… o nos lleva a la ruina. Las primeras lecciones de este curso acelerado de “deje de hacer el pardillo y defienda sus ideas de una manera más práctica” están siendo estudiadas y bien aprendidas por Manuela Carmena, que después de unos iniciales traspié va poniendo sentido común a su mandato, todo lo contrario que Ada Colau, que pierde tanto entusiasmo como apoyo de sus propios votantes y simpatizantes, una información de hoy mismo coincidiendo con la bajadita de pantalones y untada de vaselina de Tsipras.


lunes, 6 de julio de 2015

Alexis, el primo más listo de la clase.


Érase una vez una familia numerosa en que había dos docenas y pico de nietos. Los había  ricos y pobres, pero los que más abundaban eran esos que llegaban justitos a fin de mes a base de trabajar mucho y hacer malabarismos con el dinero que tenían. Y como en toda familia que se precie, los había listos, tontos, de derechas y de izquierdas, de centro, con ganas de hacer cosas y vagos revagos, aunque la mayoría era currante y sacaba adelante su vida y su familia de mejor o peor manera. Lo hacían con el sudor de su frente y alguna que otra ayuda de sus mayores (que se la ofrecían a fondo perdido, como si fuera subvenciones), incluso del banco cuando la cosa se ponía difícil (y ésa sí tenían que devolverla y lo hacían porque eran cumplidores aunque les supusiera mucho esfuerzo).
Murió la abuela y todos tuvieron que hacer frente a la pobre herencia que les había dejado (un piso ni muy grande ni muy pequeño en un barrio normalito). Antes de poder hincarle el diente, arreglarlo y venderlo (la abuela se lo había dejado en un estado penos, mucho más de lo que creían), debían pagar los impuestos que la ley imponía para ser sus dueños legales y así proceder a su venta. La cuestión es que, cuando los veintitantos nietos tuvieron que rascarse el bolsillo para hacer frente a aquel imprevisto, hubo uno que dijo tener las arcas vacías, justo aquel que parecía ser el nieto rico, el que siempre tenía el coche último modelo, el más guapo, el que alardeaba de cultura y saber hacer, aquel que siempre iba a su bola y al que nadie preocupaba porque era un tipo simpático con problemas aparentemente minúsculos al ser un solterón empedernido que nunca hablaba de hijos recién nacidos, ni adolescentes, ni de educación, ni de mayores dependientes… Aquel día, el primo bobo se destapó con que no podía pagar su cuota de impuestos para hacerse con el piso. Es más, comenzó a pedir prestado al resto de primos porque en realidad había vivido muy por encima de sus posibilidades falseando sus cuentas antes el banco y en la Hacienda pública, y no tenía ni para comer. Y todos los primos, que eran una piña para lo bueno y para lo malo, le dejaron dinero.
No contaron con que el primo bobo era un manirroto, saldó algunas cuentas (las menos) y se pulió el resto para seguir viviendo a cuerpo de rey, con su coche, su jamoncito de jabugo, su piso en el mejor barrio de la ciudad, sus salidas nocturnas, sus vacaciones caribeñas, sus puticlubs… Y como el dinero no le daba, volvió a pedir dinero a sus primos, esta vez más que antes. Y dado que los primos eran buena gente y la familia estaba por encima de todo, le dejaron más dinero que la vez anterior confinado en su buen hacer.
Y el primo bobo hizo algunos recortes (un poco menos de jamón, un poco menos de vacaciones, un poquito menos de salidas…) pero continuó con su tren de vida. Y se lo gastó todo y volvió a pedir dinero, más que antes, y su familia le volvió a dejar dinero con sacrificio porque seguían a vueltas con el piso de la abuela. Pero esta vez le pidió algún interés al primo bobo, además de solicitarle de forma amable que comenzara a devolver lo que había pedido prestado anteriormente. También la familia le aconsejó que además comenzara a controlar su vida porque así no se iba a ninguna parte. Y el primo bobo dijo que él no podía pasar sin su güisquito, ni su jamoncito, ni sus vacaciones, sus chatis, sus cenitas y sus copas, ni su casoplón… Y los primos se mosquearon y él continuó con su ritmo de tocarse los güevos sin hacer ningún recorte para atenuar gastos, y los primos le dijeron que ya no le iban a prestar más por ser un desconsiderado egoísta.

En España también tenemos a nuestro primo ejemplar que quiere ser el más listo de la clase. Luego no vale quejarse.
Y el primo bobo se cabreó, y además se acojonó porque vislumbró allá en un horizonte muy cercano que iba a pasarlas moradas incluso para comer garbanzos de supermercado a granel, y entonces pidió que le perdonaran parte de la deuda y la familia dijo que tararí que te vi. Entonces, lleno de orgullo, amenazó a la familia que iba a consultar consigo mismo si se plegaba a las exigencias del resto de primos. Y durante todo un domingo estuvo reflexionando si las admitía, y decidió que no, que se pasaba por el forro lo que sus primos dijeran, que él iba a su bola porque era un tío legal y muy inteligente, que los otros eran unos ruines y unos usureros que sólo querían tenerle amordazado, y él tenía una vida que quería vivir sin importarle los esfuerzo del resto de los primos.  Y ahí se quedaron, todos con cara de bobos.
Por lo que a mí respecta, al primo bobo le pueden ir dando mucho por donde amargan los pepinos, sobre todo a ese 60% de primo bobo que ha desafiado la buena voluntad del resto de sus primos que le han ayudado. Que el primo bobo se vaya de la familia, que sólo es el 4% de la riqueza familiar, que se coma sus piedras, que lo mismo se pone a cagar grava y puede construir un nuevo país, que se vaya a engañar a sus ilustres muertos y, si tan bien puestos tiene los webos, que acepte la ayuda de ese vecino del piso de arriba, un tipo siniestro y prepotente llamado Vladimir. Eso sí, que luego no pida ayuda cuando termine como sus otros vecinos, los dos hermanos de la planta semisótano, Fidel y Raúl, que llevan comiendo mierda 60 años porque el papá de Vladimir les abandonó cuando ya no le servían para nada.