Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


miércoles, 28 de diciembre de 2016

2016, ¿un año más?

El final de un año es una ocasión propicia (y manida) para recopilar todo lo hecho o acaecido durante los últimos 365 días, un ejercicio que, por estar ya usado hasta la saciedad, no deja de ser útil para aquel que lo practica enfocándolo hacia su propia vida en lugar de limitarse a ver lo que hacen los medios de comunicación, resúmenes generalistas en los que prima el impacto político, económico y social.
Por eso este año no voy a repasar y enumerar elecciones, muertes, guerras, atentados, huelgas, accidentes…, sino que me voy a centrar conmigo mismo, básicamente porque se me pinta hacerlo. Debe perdonar el lector que sea poco explícito, pero al final del texto lo entenderá.
Podría titular 2016 como el primer año del resto de mi vida. Me ha tocado volar en solitario a través de muchos cielos, algunos revueltos, otros no tanto. No he tenido tiempo ni espacio para tocar tierra, plegar las alas y cerrar los ojos para reposar. Aunque ya calzo más de medio siglo, la situación era novedosa e inquietante. Ha sido cansado, a veces estresante, angustioso, pero muy productivo porque he aprendido que cuando realmente necesitaba hacer algo, si me fallaban las fuerzas para conseguirlo terminaba haciéndolo por cojones. Además, aunque la mayoría del tiempo los cielos eran inmensos y grises, nunca he llegado a sentirme solo.
También ha habido momentos de pérdida de autoestima, de energía, de ilusión, de no tener ganas de hacer nada; y al contrario, los ha habido de satisfacción, de alegría, de risas, de entusiasmo y de hiperactividad. En lo que se refiere a cualidades y actitudes, la tónica general ha sido la comprensión, el tesón, la paciencia y, por qué no, en algunas ocasiones, contar despacio desde uno hasta mil veces mil antes de romper la baraja.

Imagen de este año a punto de ser borrado del mapa
2016 ha resultado también la vuelta a una cierta faceta dentro de la adolescencia, a escuchar música con los ojos cerrados y que se me pusieran los pelos de punta, a rescatar emociones que creía que habían desaparecido con las canas, a constatar que otras efectivamente se han esfumado, y que quizá haya algunas más aún por descubrir; a dar pasos convencido de que lo hacía en tierra hostil y a no darlos cuando el terreno me lo permitía; a ser un poco rebelde, a saberlo todo cuando no tengo ni puta idea de nada y viceversa. Ha sido tan incómodo como divertido. Quizá en algunos momentos haya resultado un poco desaprensivo, pero quien no arriesga no vive.
En fin, que el año se acaba y aquí he hecho acopio de lo sucedido. Como el lector puede apreciar si lee entre líneas, no he escrito otra cosa que mi propia vida (que también es la suya), porque a todos nos ha pasado algo importante en 2016 y hemos sentido en mayor o menor medida lo que yo he descrito un poco más arriba. Lo que ha ocurrido conmigo es que las circunstancias me han hecho estar un poco más pendiente de advertir qué me estaba ocurriendo. No hay que darle más vueltas.
Como colofón a este año comparto la enseñanza que me llevo de estos doce meses:, hay que batir las alas sin parar, seguir, seguir y seguir, porque si te paras estás muerto aunque tú no lo sepas.