Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


jueves, 21 de diciembre de 2017

2017, un año muy dulce

Se acaba el 2017, un año que, en su principio, ya dije que no apuntaba malas maneras aunque todo nos hiciera pensar lo contrario. Ni Trump la ha liado parda en el planeta, ni May en Europa, ni siquiera Puigdemont en España. La vida sigue su curso y la Historia va colocando a cada uno en su sitio (a algunos bobos en la cárcel o en Bruselas antes de visitar a sus compinches por una larga temporada). Además, son todos personas inteligentes, sí, Trump también, que su imperio no ha salido de la nada. Al que sí hay que tener en cuenta es al cerbatanero de Maduro, que hoy se ha dedicado a la bonita tarea de hacer desaparecer los partidos políticos de Venezuela. A éste pimpollo sí que hay que tenerle en cuenta porque es tan poco inteligente como desaprensivo. Del toro manso me libre Dios…
Para mí 2017 empezó como terminó 2016, es decir, sin demasiada novedad en el frente, expectante, y con ganas de afrontar nuevos retos, aunque no supiera muy bien ni yo mismo a qué nuevos retos me refería. Así que el año se presentaba tan plano y aburrido como el anterior. Luego, la verdad, ha salido como esos melones que compras en el supermercado sin saber cómo van a resultar. Y éste ha sido dulce, muy dulce.

Para Forrest Gump la vida era como una caja de bombones. Pues con melones también sirve. Además, cuando un melón sale dulce, que se quiten todos los bomobones.
Para empezar me he desentendido un poco de la actualidad internacional y nacional, sobre todo de la doméstica. La crisis catalana no me ha merecido el esfuerzo de escribir una sola línea, ni a favor ni en contra. Cuando en el mercado dos verduleras se ponen a discutir lo mejor es apartarse por si te cae un repollazo encima. También he hecho oídos sordos a todo aquello que me quitaba el sueño y no tenía tanta importancia como para desvelarme. Así me he dado cuenta de que las personas, si solo nos quedamos con aquello que realmente nos afecta tan directamente como para quitarles la salud, esas cuestiones no suman más de un par, en mi caso, mi par de hijas. El resto de toda esa mierda que nos preocupa es accesorio, en algunos casos, muy accesorio.
Me he insertado en un taller literario del que disfruto como si fuera principiante. He visitado media España ya fuera por labores literarias o por ocio, y he podido (por fin) viajar a Irlanda (anda que no tenía ganas), y visitar la torre Martello donde James Joyce vivió solo 6 días y localizó el primer capítulo de su Ulises.
También me fui a trabajar a la Vuelta Ciclista, y disfruté como un cerdo en un charco de barro, experiencia que, si en el Caja Rural – Seguros RGA Team tienen a bien, repetiré el año que viene.
Y ya cuando el año enfilaba su recta final, ese otoño que odio porque no me gustan en absoluto ni sus tonalidades, olores, sabores, sus días más cortos y sus sombras más largas, ese otoño que un servidor (si pudiera) debería pasar en una playa del trópico, pues octubre me trajo nuevas ilusiones para soñar con un futuro mejor, más feliz, más bonito y en color (verde, para ser exacto).
En fin, que lo que comenzó como un año más, quizá esta vez haya que marcarlo en rojo en el calendario, rojo pasión (se entiende). Siempre hay esperanza, siempre hay luz al final del túnel y siempre hay que confiar en las propias posibilidades, porque somos soberanos de nuestras vidas y solo nosotros tenemos potestad para hacerlas mejores o dejar que nos la hagan peor. Espero que dentro de un año pueda decir que 2018 ha sido muchísimo mejor que el presente, porque eso será ya la órdiga.
Mis mejores deseos para todos vosotros.

martes, 14 de noviembre de 2017

A propósito de los gatos

131 no parece un número redondo, pero este artículo suma esa cantidad a este blog que está muy cerca de cumplir 7 años. Y el 7, dicen, sí es un número mágico. Porque siete son los brazos de un candelabro judío, o los enanitos de Blancanieves, los pecados capitales, las maravillas del mundo o las vidas de un gato.
A mí no me gustan los gatos. Encuentro que son animales tan despreciables como despreciativos, bichos más o menos bonitos que van a la suya y que, fundamentalmente, en lo que se refiere a su relación con el ser humano, se mueven únicamente por interés. Solo se acercan a ti cuando tienen hambre o les apetece que les rasques la tripa. He tenido enemigos que merecen más consideración que un gato.
Y además, para colmo, atesoran siete vidas para envidia de nosotros los mortales que apenas nos da para vivir una y malamente. Por eso odio además a los gatos, porque estoy seguro de que viven sus siete vidas de la misma manera miserable e interesada. Dicen que son inteligentes, pero yo solo los considero astutos y zalameros, truhanes y malintencionados.
Desde luego, no quiero ser como un gato, pero sí envidio esa posibilidad de tener varias vidas. Yo me conformaría con una más. Las otras cinco serían demasiado regalo y seguramente las echaría a perder. Pero una vida, solo una más, siendo consciente de lo que voy acumulando en ésta (en la que llevo ya recorridos 52 años), daría para hacer las cosas mejor y, sobre todo, hacérselas más fáciles a los demás.

Prefiero convertirme en cucaracha antes que en gato.
Porque en más de medio siglo me ha dado tiempo a aprender que la vida no es justa pero que el tiempo suele poner a casi todo el mundo en su sitio; que aquel que siembra terminar por recoger exactamente aquello que ha ido repartiendo; que una sonrisa vale más que un grito; que la paciencia bien entendida y bien soportada te libra de muchas preocupaciones inútiles; que la buena voluntad no solo tranquiliza conciencias sino que es una inversión sólida a largo plazo; que el ejemplo es la mejor de las enseñanzas; que tener la conciencia tranquila no siempre es sinónimo de felicidad y salud, pero ayuda a conseguirlas; que siempre, siempre, siempre sale el sol; que es maravilloso ayudar, tanto como la valentía que se necesita para decidirse a pedir ayuda; que el tiempo no es lineal ni rítmico ni recto, que a veces pasa lento y a veces demasiado rápido, que una temporada vamos cuesta arriba y otra cuesta abajo, y que siempre está lleno de curvas, curvas tan cerradas que, en más de una ocasión, nos volvemos a encontrar con nosotros mismos en una situación que ya hemos vivido. Y es justamente en ese momento cuando, como un gato, podemos disfrutar del privilegio de enmendar lo que hicimos mal (o de mejorar lo que hicimos bien). Conformarse sería actuar como un gato, y a mí no me gustan los gatos.

Hoy me siento feliz por todo lo que me ha dado la vida: lo bueno, lo menos bueno, lo malo o lo rematadamente peor. Pero eso es exactamente la vida, una especie de caos que te da la oportunidad a cada segundo de sacarle lo mejor, lo más bonito, lo más emocionante, lo más intenso. Y como solo tengo una vida, así lo hago. No pierdo el tiempo rozándome contra una pantorrilla como haría un maldito gato.


martes, 31 de octubre de 2017

Cuando en España pintan bastos

Se me termina octubre y no quiero que me pase como en septiembre, que me quedé sin escribir. La verdad es que tengo excusa, y no una sino varias: el trabajo copó mis días y casi mis noches, y aunque la última semana estuve de vacaciones, los temas que se me antojaban no eran nada atractivos.
Este octubre, por razones que a nadie escapan, tampoco he tenido la necesidad de escribir en el blog. Cierto es que podía haber hablado de otras cosas, pero la actualidad manda. Y aunque hay veces que se me abren las carnes y siento la necesidad imperiosa de dictar mi opinión sobre la situación en Cataluña, pienso que no merece la pena echar más leña al fuego. Lo mejor es dejar que se siga el dictado de las leyes y punto.
Por eso no voy a hablar de Rajoy, Arrimadas, Puigdemont o la CUP. No merece la pena porque, entre lo obvio que resulta todo y lo que se ha largado durante este mes, no aportaría grandes cosas. Lo que sí quiero destacar ha sido el papel de los medios de comunicación, lo que antes se llamaba el cuarto poder y, desde que son presos de macro-imperios de comunicación, yo los denomino “la voz de su amo” porque se venden a los intereses de quien les da de comer. La objetividad, que ya de por sí es imposible, se transforma en una quimera inalcanzable cuando el que te paga la luz dice cómo tienes que hacer tu trabajo, incluso lo que textualmente tienes que publicar.
Así que, gran parte de mi interés el día de la consulta esa del 1-O, era observar el tratamiento que hacían del mismo los medios de comunicación. El domingo comenzó con la policía repartiendo palos cuando era necesario y, en ese caso, La Sexta amplificándolo, TeleMadrid atenuándolo, TVE poniéndose de perfil cuando no apoyaba descaradamente al Gobierno, y Antena 3 no dejando ver las imágenes por la cantidad de tertulianos marisabidillos que había llevado al plató. Por supuesto, Tele5 a su bola con cualquier tipo de necedad avergonzante para el género humano, pero de la actualidad ni pío.

Los medios de comunicación han hecho piña a favor de la legalidad y al servicio de la sociedad.
Al final del día, curiosamente, las cadenas de televisión (las serias; Tele5 no cuenta, juega en segunda regional) y los periódicos en su edición digital, se habían aunado con la Constitución. Cada una respetó el tinte que tiene, pero ninguna añadió más leña al fuego. Y a medida que ha ido pasando el mes de octubre, han ido haciendo piña al lado de la legalidad, incluso los principales diarios catalanes (los serios y respetables; Avui y TV3 son parte del aparato del Partido: no cuentan). Los medios han respetado su identidad y su color, pero han estado todos a una, y eso es de agradecer porque no hay nada más fácil que incendiar un bosque cuando ya está calentito con una noticia malintencionada. Y nadie lo ha hecho. Particularmente me han sorprendido La Sexta y El País (su edición digital), moderando sus pareceres y opiniones, sí, las que les vienen de serie, y comportándose como verdaderos medios al servicio de la sociedad. Por su parte, Antena 3 me ha decepcionado. Mientras se producían hechos y situaciones que pasarán a la Historia de este país, ellos se dedicaban a superponer los comentarios de sus especialistas y tertulianos en lugar de dejar que se escucharan las palabras de los verdaderos protagonistas cuando estaban en la tribuna del Parlamento catalán.

De esta crisis de mierda, infantil, sectaria, racista, cobarde y malintencionada, aún podemos sacar una alguna conclusión positiva, y es que la gente no quiere conflictos inútiles que no aportan nada, y que todavía podemos confiar en los medios de comunicación cuando pintan bastos. Algo es algo.

martes, 22 de agosto de 2017

Harto ya de estar harto

Atentado en Barcelona. 15 muertos. Ciento y pico heridos. ¿La culpa? Seguramente mía, o de usted, lector. En este país nos encanta darle vueltas a las cosas porque somos los más listos de la clase. La culpa no es de la docena de moros que decidieron pasar a ser mártires. La culpa, según escuches o leas concretos medios de comunicación o redes sociales, es del Gobierno, o de la oposición socialista, o de Podemos, de los subsidios sociales para extranjeros, de que aquí acogemos a todo el mundo, o incluso del Cid y de los Reyes Católicos, que se dejaron musulmanes vivos. Y eso no puede ser.
Si hay algo de lo que me siento orgulloso es de tener amigos y conocidos variopintos, casi de un extremo al otro en todos los aspectos de la vida (del Madrid, del Atleti, del Barça, fachas, rojos, muy fachas y muy rojos, macarras, pijos, puritanos, puteros…). Por supuesto congenio con unos (pocos) más que con otros, pero a todos escucho y casi a todos comprendo. Y he vivido feliz los primeros 50 años de mi vida porque dejaba a cada loco con su tema (por cierto, en redes sociales casi todo el mundo es monotemático; los hay muy poquito variados).
Debe de ser cosa de la edad, pero hay ciertos límites que ya no estoy dispuesto ni siquiera a leer, como que haya algún imbécil generalizando en términos muy ofensivos que todos los moros son unos hijos de puta, o que todos los fachas son unos nazis, que toda la derecha es extrema y toda la izquierda también, que España da subvenciones y subsidios a todo inmigrante que lo solicita (por cierto, cantidades por lo visto millonarias), o que habría que acoger aquí, en España, a todos los refugiados de todas las guerras y dejarnos a cambio nuestro maltrecho bienestar en acomodarlos.

Lo bueno de las Redes Sociales es que puedes elegir a quién quieres leer y a quién no. Hay que ser práctico, honrado con uno mismo y, sobre todo, selectivo.
Como no quiero convertirme en un extremista de mierda (y que gracias a Dios no me creo casi nada de lo que me llega), he decidido segregar menos bilis y comenzar con la poda de todos aquellos “amigos” de redes sociales que alardean de ser racistas en extremo, clasistas en extremo, fachas o rojos en extremo, religiosos o ateos en extremo, en definitiva, imbéciles en extremo que únicamente saben comunicarse faltando el respeto o que les encanta difundir mentiras que, me consta, ni siquiera ellos mismos se creen (o, si lo hacen, es que verdaderamente les falta un hervor).
Así que hoy he dejado a algunos gilipollas por el camino y, la verdad, se siente uno mejor. Voy a ser muy selectivo y solo me voy a deshacer de los irrespetuosos y maleducados de los cuales me siento avergonzado de tenerlos ahí. Me sigo quedando con los que dan su opinión y muestran su forma de ver la vida de manera mesurada y respetuosa. Con el resto, según lo vaya viendo, iré dejándolos por el camino. Me da igual quién sea, si antiguos compañeros de colegio, de trabajo, familiares cercanos o lejanos… La cuestión es que aquel que no aporta, generalmente resta, y según voy cumpliendo años, la verdad es que no estoy para que me resten nada, menos aún el humor.
Así que he adelantado el otoño. Pocos serán lo que aparte de mi camino pero, de verdad, bien a gusto. A aquellos con lo que continúe viaje, les deseo bon voyage. Y a esos que voy a dejar, espero que alguien o algo les dé de su propia medicina.


martes, 1 de agosto de 2017

Los tiempos del ombligo

No sé si es que durante los últimos tiempos vamos definitivamente marcha atrás, o es la edad la que me hace apreciar la gravedad de asuntos que antes no veía. Quizá sea una conjunción de ambas cosas, porque hace unos días leía unos artículos de Mariano José de Larra y al joven maestro, allá por 1833, le ocurría política y socialmente como a mí, que veía el futuro negro zaíno.
El resto del planeta no nos va a la zaga. Políticamente España sigue siendo un circo lleno de animales y payasos. Aquello de la transición, las legislaturas de UCD y las dos primeras del PSOE son un espejismo, algo casi inédito en nuestra guadianesca historia democrática. De veinte años a esta parte vamos desbocados. Que no cunda el tremendismo, que lo mismo les ocurre a otros países como Reino Unido, Italia, Francia o Estados Unidos. No quiero hacer comparaciones con Venezuela, Argentina o Turquía (por citar algunos ejemplos) porque considero que aquí somos un poquito más sensatos, aunque con tanto populista, yendo de continuo con su burra al trigo, pueden provocar que se tambaleen el poco bienestar social que nos queda, la paz y la libertad. A estos defensores de los decretos por cojones en cualquier parte del mundo no les importaría practicarlo aquí ellos mismos.
Vivimos en los tiempos del ombligo, esos días en los que solo vale mirarse a uno mismo sin importar qué ocurre alrededor. Maduro lo hace en Venezuela. Puigdemont en Cataluña. Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera en España. May en el Reino Unido. Trump en USA. La Merkel en Alemania. Erdogan en Turquía… Es decir, aquí prima el “primero yo, luego yo y después yo”. Esta receta ya ha sido muy empleada a lo largo de la Historia (lejana y reciente), y los resultados siempre siempre SIEMPRE han sido nefastos. Al igual que le ocurría a Larra hace 170 años, la cosa ahora está fea (y el maestro del periodismo moderno no se equivocó, que de no haberse volado la cabeza a sus 29 primaveras, hubiera visto dos revoluciones europeas del copón de la baraja -y en España ya no te cuento, una década ominosa y primera guerra carlista…-).

Pintan bastos para el futuro. No solo España cae en el desamparo con la talla de sus políticos. Es una epidemia mundial.
No quiero se agorero, pero los ingredientes que estamos echando a este caldo nos van a proporcionar un cocido de proporciones colosales y consecuencias homéricas. Ojalá me equivoque, pero en Venezuela se va a liar gorda, en Cataluña también (gorda, bien gorda; lo mismo la semana trágica de Barcelona de 1909 se queda en anécdota de jardín de infancia). Theresa May también la va a liar buena en su país y, por ende, en la Unión. Trump no va a tardar demasiado en hacer lo propio en su país, y el efecto dominó se llevará por delante varias docenas de países más (si no es todo el planeta, que negar el cambio climático lo van a pagar nuestros nietos pero a base de bien). ¡Ah!, Corea del Norte juega en otra liga, pero pone su granito de arena.
Pintan bastos para el futuro. En España no vamos a saber manejar ninguna de las tormentas que se nos vienen encima porque ninguno de los políticos de primera, segunda o tercera línea tiene talla, conocimientos y sentido común para afrontarlas. Y no hay que tirar la caña muy lejos para saber lo que vamos a pescar. Si les parece, quedamos citados -por ejemplo- a partir del 12 de octubre -por concretar una fecha-, y comentamos lo ocurrido. De momento, ¡hagan juego, señores!, y apuesten sobre lo más inmediato: la que se avecina en Venezuela y en Cataluña. Pueden hacer un único envite porque, no nos confundamos, ambos casos son las dos caras de una misma moneda, una moneda con dos ombligos.


jueves, 27 de julio de 2017

El patrón invisible

Vamos con unos ejemplos históricos irrefutables para amenizar los próximos dos meses:
En 1933 Hitler fue nombrado canciller después de varias elecciones democráticas en Alemania. Aunque nunca obtuvo mayoría absoluta, se las ingenió para recabar cada vez más votos, llegar a acuerdos con otros partidos, subirse a la poltrona y decirle a las masas aquello que querían escuchar para que le aclamaran y fueran tras él de manera ciega. Y así lo hicieron. Años más tarde, la Historia dictó sentencia sobre las consecuencias de tanta manipulación. Nadie creyó que llegaran a tales extremos, pero llegaron.
Al igual caso anterior, tenemos a Mussolini. Por no repetirme, la Historia dictó sentencia sobre las consecuencias de tanta manipulación. Nadie creyó que llegaran a tales extremos, pero llegaron.
Años antes, Lennin la lio parda en Rusia, y no se quedó tranquilo hasta que en 1917 se hizo con el poder después de derrocar al Zar Nicolás II. Las ideas políticas de Lennin pueden ser discutibles, pero no la organización estatal de su colaborador y, a la postre, figura de la URSS, Stalin. El pueblo estaba con la revolución y con sus gobernantes hasta que se dieron cuenta de que la revolución les había pasado por encima sin que ellos se dieran cuenta. La Historia dictó sentencia sobre las consecuencias de tanta manipulación. Nadie creyó que llegaran a tales extremos, pero llegaron.
Algo parecido pasó (y sigue ocurriendo) en Cuba. Fidel Castro no paró quieto hasta que se deshizo de una “perla del caribe” como Batista. De nuevo sus ideas políticas pueden ser discutibles, aunque en 1959 eran bastante defendibles (desde mi punto de vista). Un par de años después se fijó en sus amigos los rusos y supo conectar con la población para que apoyara a su comandante en jefe hasta la muerte y más allá. Y el pueblo le apoyó. La Historia sigue dictando sentencia sobre las consecuencias de tanta manipulación. Nadie creyó que llegara a tales extremos, pero llegó.
De china podríamos decir lo mismo pero me da pereza escribir los nombres y buscar las fechas. Lo cierto es que, al igual que en los casos anteriores, el pueblo apoyó a su líder Mao hasta el final porque la manera de vender el producto fue inconmensurable, y la Historia sigue dictando sentencia sobre las consecuencias de tanta manipulación. Nadie creyó que llegara a tales extremos, pero llegó.

Somos así de burros, que conociendo ejemplos de sobra, luego nos excusaremos diciendo "yo creía, yo pensaba, ¡quién se lo iba a imaginar...!". Y entonces querremos que otros nos saquen las castañas del fuego.

Podríamos calificar estos casos como los más famosos de la historia reciente del planeta, casos que hasta un tonto de baba, un inculto o un imbécil podría asegurar conocerlos aunque solo sea de oídas. En todos los casos, sea de derechas o de izquierdas, se repite SIEMPRE el mismo PATRÓN: envenenamiento de la realidad social (aprovechando que ya viene un poco revuelta), conversión al populismo (o sea, comenzar a decir lo que la gente quiere escuchar), erigirse en salvadores de la patria (como si ellos no quisieran hacerlo), bautismo como líder indiscutible (“ya que la gente me quiere, me sacrificaré…”), y una vez en lo más alto de poder, dictadura descarada en pro de un pueblo feliz y digno, y que se lo merece todo, todo y todo. Y, como ya hemos visto, la Historia dictará la misma sentencia que en los casos anteriores.

Así que, aquellos que dentro de un tiempo me llamen desde Caracas o Barcelona pidiendo comprensión, ayuda, amor y/o dinero, lo siento, pero mi teléfono estará comunicando. Ellos tampoco creyeron que se llegaría a tales extremos, pero llegaron.


lunes, 24 de julio de 2017

Fábrica de Noticias

Junio en blanco y julio que ya apuntaba maneras en dejarlo también con el contador a cero en lo que artículos del blog se refiere. ¡Con la cantidad de cosas que están sucediendo últimamente! Tenemos a los independentistas, a Trump (éste va a dar juego cuatro años ininterrumpidamente), a Blesa (a éste ya no lo tenemos pero también dará que hablar), a la RAE que nos deja irnos a donde queramos siempre que lo digamos en infinitivo o imperativo, a Maduro (éste acabará mal)…
La verdad es que mi silencio no es por falta de excusas o motivos, más bien por falta de tiempo. Y como no quiero que termine julio sin haber aportado alguna de mis diarreas mentales (junio ya se me escapó vivo), voy a sobrevolar algo que realmente es importante, algo que cada noticiario serio que se precie de serlo le mete más de un cuarto de hora cada día, algo que preocupa a partes iguales en Madrid como en la mayor parte de Cataluña. No, amigo lector, no es el irrisorio independentismo apoyado, propugnado e impulsado por megalómanos con la misma cultura que un chimpancé y acaso menos cerebro, gente mala que sólo tiene ganas de joder al prójimo, ahora a los que están fuera de Cataluña y luego a los que se queden dentro (a estos segundos los joderán a base de bien si la jugada les sale bien). Bueno, decía que eso que ahora se lleva medio telediario por delante es el posible fichaje de Neymar por el PSG. Eso no hay trama corrupta, partido o líder político de medio pelo, guerra, atentado o crisis independentista que lo soporte.

Incalificable en todas sus declaraciones. Una mina para los  medios que a mí me deja sin palabras.

Cuando un crack del fútbol dice cambiar de aires, se queda petrificado hasta Trump (aunque ese viene alelado de serie, igual que Maduro). Es cuando Cristiano o Neymar dicen querer irse de sus respectivos equipos cuando se lanzar esas cortinas de humo que distraen nuestra atención, los suicidios de banqueros, los cambios de las normas en la RAE, los desafíos de los esos que dicen que quieren la independencia pero no saben todavía muy bien cuánta, ni cómo, ni para qué.
En fin, que lo bonito de todo esto es que en julio y en agosto hay que fabricar noticias, y como puede ver el lector, no es tan difícil: se trata de coger un líder del fútbol, un líder de la banca, un líder de política internacional, un líder cultural, y un gilipollas que abogue por una causa idiota y sin sentido. Y ya está fabricado el telediario de un par de meses.

Salud.


lunes, 22 de mayo de 2017

Si no juego yo, no juega ni Dios

España es como el hijo díscolo, o hiperactivo, o cabezón, o peor aún, ese que no se queda tranquilo si no fastidia al resto de hermanos. Pero sobre todo, España (de Barcelona a Vigo, y de Bilbao a Cádiz, pasando por Madrid) es un país de egoístas. Tanto hablar de nuestra solidaridad y es falsa, muy falsa, solo de cara a la galería, al exterior. A los de dentro, a los compatriotas, ni agua.
Hoy me apetece cargar contra el PSOE, partido que ha demostrado no estar unido y caminar ya definitivamente hacia otra parte que no sigue la historia y la dignidad del PSOE de siempre. Y en concreto, hoy apetece mucho emprenderla contra el cretino de Pedro Sánchez, un desaprensivo de la misma calaña o peor que Pablo Iglesias y parte de su comparsa, gente que, digan lo que digan, no ha pensado, ni piensa ni pensará en el bien común (lo dicho, egoísta y poco solidario). Es gente de ideas extremas que únicamente aspiran a hacer lo que se les pasa por el forro de sus santos cojones para mayor gloria de ellos mismos. El resto les trae sin cuidado.
Pedro Sánchez, al igual que Podemos, entiende poco, muy poco de democracia. Son personas que si obtienen mayoría aplican el rodillo sin atender a lo que les diga su santa madre, y si pierden tratan de buscar solución a su propio fracaso sea como sea, a ser posible de forma rastrera. Pero cada uno en su casa puede hacer lo que le dé la gana que yo con eso no me meto. Lo que me enerva es que ahora apliquen eso de “si no juego yo, no juega ni Dios”.

Pedro Sánchez no hará oposición. Tratará de tirar abajo la lesgislatura. Su fin no es hacer ganar al PSOE, es echar al PP. Cada vez la gente entiende menos qué es la democracia. Creen que solo se trata de meter una papeleta en una urna.
Esa es la máxima de este político zafio e ignorante, con nulo sentido de Estado. Pedro Sánchez no sabe esperar turno. Es de los que se cuela en la fila de la carnicería porque lo suyo siempre es más importante y urgente, de los que siempre es “a la de tres” si no gana a las primeras de cambio. Es de los que te para un partido de fútbol porque va perdiendo y quieren empezar de nuevo. Y eso es lo que va a hacer a partir de ahora, romper el normal transcurso de la legislatura para provocar ruptura y nuevas elecciones, elecciones que volverá a perder y dejará otra vez al país paralizado. Pero si no juego yo no juega ni Dios.
Que haya ganado un tipo como pedro Sánchez dice bastante de los votantes del PSOE y, por extensión, de lo que hemos creado y estamos creando en este país: una cultura de la falta de respeto, de la ignorancia, de pensar solo en lo mío, de no ver más allá de nuestras narices, del “yo creía” y “yo pensaba” cuando nos ponen colorados por hacer las cosas mal…
La máxima de Pedro Sánchez es echar al PP del poder. Solo eso. No hay más. ¿Por qué? Porque son del PP. Es un discurso sectario que demuestra poca inteligencia porque utiliza los mismos criterios reduccionistas de dictadores, de racistas, clasistas…, esos que decían cosas como “hay que matar a los negros porque son negros”. No digo que el bobo piense así. Sólo que es igual de reduccionista, vaya, “que esto es así porque sí”. Y el peligro no queda ahí, que ya sabemos que, de toda la vida, la izquierda de este país se ha llevado a tortas. Así que, por favor, que nadie piense que la colaboración PSOE /PODEMOS para echar al PP porque es el PP, de producirse, nos vaya a llevar a buen puerto, porque a las primeras de cambios salen a bofetadas.

En fin, que cuando justo comenzaba el país a levantar un poquito la cabeza volvemos a tropezar, y otra vez sobre la misma piedra. No aprenderemos en la puta vida. Ojalá me equivoque, pero ya les digo yo que no.

jueves, 4 de mayo de 2017

Pobres ignorantes

     Los humanos somos así, inevitablemente así, animales con una cierta capacidad de raciocinio, la justa para elegir la comida y, en los casos más aislados y extremos, poder leer, escuchar, aprender, comprender, incluso decidir.
A medida que un ser humano crece se incrementa su poder de manipulación sobre el resto de sus congéneres más jóvenes. Es simple cuestión de experiencia. Una madre puede fácilmente conducir a su hijo, pero a medida que éste vaya creciendo lo tendrá más difícil. Todos de pequeños hemos creído en hadas, ratones coleccionistas de dientes, reyes magos, gordos vestidos de rojo… ¿Qué pensaríamos de alguien adulto que creyera a los 30 años aún esas cosas? Es la ignorancia del pequeño lo que le expone a los designios de su madre y que, en la inmensa mayoría de los casos, siempre querrá su bien.
En política ocurre más o menos lo mismo, con una diferencia sustancial: cuanto más ignorantes seamos más facilidad tendrán aquellos que quieran tomarnos el pelo descaradamente sin que nos demos cuenta, prometiéndonos regalos de Papá Noel y vidas como la del Ratón Pérez o las hadas en el nuevo país de Nunca Jamás. Y nosotros, pobres ignorantes, nos lo creeremos.
Para iniciar este tipo de manipulación es necesario comenzar por atacar las raíces para que la planta de la sabiduría no crezca, es decir, por la educación. Y en España sabemos mucho de esto, de reformar, tronchar, segar y remodelar leyes de educación que obedecen en el 100% de los casos a ideales trasnochados (los del PP y del PSOE) y no dejan cabida a sistemas más prácticos, eficientes y sin ligaduras políticas. Repito, que lo mismo no ha quedado claro: sin ligaduras políticas. Obedecer a criterios de hace un siglo o fanatismos políticos nos convierte en seres poco formados, ignorantes, sin capacidad de contraste, sin posibilidad de crítica fundamentada, sin poder de decisión, es decir, manipulables, muy manipulables.

Vamos a ciegas confiados en que tenemos lo mejor, pero únicamente vamos a obtener lo que nos merecemos. Así que después no se admitirán quejas.
 Cuanto más intelectualmente pobre es un país más fácil es llevárselo al huerto hasta que comprende que es demasiado tarde. Luego viene el llanto y crujir de dientes, los golpes de pecho, rasgado de vestiduras, las revueltas callejeras… Ejemplos en el pasado nos sobran y en el presente también. El problema de este país es que podemos volver a caer en errores ya cometido. De hecho, ya estamos cayendo cuando hay ciertos programas de televisión, denigrantes para el ser humano, que se llevan 3 millones de telespectadores, o partidos políticos salvadores, oportunistas y cuyos fundamentos son ocurrencias que toman sobre la marcha pero que, lo admito, cuajan en la población porque quienes cocinan la estrategia son tipos que sí se han formado, sí se han educado, y son maestros en la manipulación de ignorantes, y aquí en España eso es un campo abonado, es decir, que volvemos a lo mismo, al manipulador cultivado sobre el pobrecito que no pudo hacerlo porque le teledirigieron.
Una Ley de Educación consensuada por todos los partidos políticos con representación parlamentaria (sí, todos) es fundamental, necesaria y urgente, aunque quizá ya sea demasiado tarde porque, lo que sembremos este 2017 no verá sus frutos hasta dentro de 10 años, y durante ese tiempo nos ha podido terminar de comer la oreja cualquier zorro cantamañanas, vamos, que nos la lía parda.
Es una pena que ya no confíe en este país ni en sus gentes. Así que me voy preparando para la que se avecina si no andamos listos (y no lo vamos a estar). Así que, al tiempo que me preparo psicológicamente, igual también preparo el macuto y la mudanza.


martes, 11 de abril de 2017

La clasificación definitiva de los usuarios de FB

Soy usuario moderado de redes sociales, tan moderado que únicamente tengo Facebook y Twitter. En la primera publico poco y trato de que sus contenidos tengan que ver con mi profesión de escritor, y poco con otros asuntos, entre ellos los personales. En Twitter, la verdad, apenas publico nada, quizá porque todavía no sé sacarle buen partido.
Con respecto a Facebook, mis consultas y publicaciones me hacen pensar que esta red (supongo que como todas) no es otra cosa que una vía de escape a nuestras paranoias. También es un refugio para psicópatas, obsesivos-compulsivos, solitarios, ególatras, tímidos e inadaptados sociales, o de aquellos que están demasiado adaptados, es decir, de la inmensa mayoría de nosotros, porque todos tenemos un poco de paranoicos, psicópatas, obsesivos y ególatras. Todos necesitamos en algún momento (o en todos) hacernos oír y poder decir esas cosas que, o bien no nos atreveríamos a proclamar en público, o bien, aunque las hiciéramos, no nos haría nadie ni caso.

Las redes nos descubren nuestras manías, nuestros puntos débiles, nuestras obsesiones. No solo lo hacemos de forma voluntaria sino inconsciente.
He hecho un estudio basado en la observación de los mensajes que me proporcionan los más de 600 contactos que tengo en esa red. Es un estudio apócrifo sin ningún carácter científico, sin pies ni cabeza, un estudio intuitivo que no sirve para nada, algo que no he escrito, pero que me ha valido para (por ejemplo) clasificar de forma muy simplista a los que publican en una serie de grupos:
1. Los que no tienen hijos pero sí muchos paisajes. Su vida son fotos de catálogo de vacaciones con o sin él/ella incluido en la imagen. Son felices en las fotos y seguramente fuera de ellas. Los hay que publican para compartir su alegría, y los que lo hacen fundamentalmente por joder y, sobre todo, para que alguien en el mundo sepa que están vivos porque nadie les hace ni puto caso.
2. Los que no tienen hijos pero sí mascotas. Su vida es una mascota (o varias). Perro en mil posiciones. Gatos en otras mil. Hurones simpáticos. Pájaros, ranas, reptiles, caballos… Su vida es aquel bicho al que le dan todo su amor y toda su atención. Y el resto de sus contactos están obligados a reverenciar al animalito en cuestión, que por supuesto es el mejor y más adorable del mundo.
3. Los que tienen hijos. La vida es solo hijos (y suele ser uno curiosamente; quizá el primero de dos o tres; seguramente el único). Esta opción puede estar peligrosamente combinada con la nº 2, de la cual nacen imágenes de niño/perro, niño/gato, niño/niña, niña/niño, niño/tarta/globo… Pero siempre niño, del derecho del revés, también el más rico, adorable, guapo e inteligente del mundo.
4. Los que tienen heridas en el alma, o el alma hecha un lío, o no saben si tienen alma, o no la tienen pero creen que sí… La vida son freses célebres, manidas, a granel, aforismos, consejos, advertencias, obviedades, verdades como templos o mentiras como catedrales, textos atribuidos a personas desconocidas o falsamente a otras conocidas. Toman como dogmas de fe cualquier sentencia lapidaria que han encontrado en la red sin contrastarla. Muchas veces huyen de aquellas que llevan vigentes miles de años (Jesucristo, Buda, Mahoma, Platón, Santo Tomás, ¡coño!, a cualquier filósofo, pensador, escritor, estadista o similar que tenía dos dedos de frente). El truco es que suene bien. Y esta ristra de frases hacen su vida y generalmente, tratan de que la tuya entre por el aro a base de recordarte lo simple, bobo y perdido que eres.
5. Los que confían en un único ser divino. La vida es solo Dios. Y aquí meto a todos los dioses, en singular monoteísmo o en plural politeísmo, con cara o sin forma definida, eso que llaman energía a secas. Están íntimamente  relacionados con los anteriores del nº 4, pero en este caso suelen ser más cristianos que otra cosa. Cuando publican está Dios por algún lado, sea recién nacido, crucificado, vivo, muerto, orante o predicador… Todo y todos en nombre Dios.
6. Los que solo atienen a sus necesidades físicas o fisiológicas. La vida solo es correr, saltar, comer, cagar y (si no fueran mentirosos) follar. Al igual que les pasa a los del nº1, publican para que alguien en el mundo sepa que están vivos porque quizá seguramente saben en su fuero interno que nadie les hace ni puto caso.
7. Los aficionados. La vida es solo su afición. Aquí hay pintores, escritores, fotógrafos, cocineros, músicos, poetas, lingüistas, alfareros, repujadores, cinceladores… Vaya, de todo. Promocionan lo suyo pero también lo ajeno. Generalmente suelen escoger bien sus aportaciones pero, de tanto repetirse, resultan cansadas. Eso sí, no se te olvidará nunca que fulanito (por ejemplo) toca el saxofón.
8. Los fanáticos. Son como los aficionados pero llevados peligrosamente al extremo. La vida es su afición, curiosamente una afición que solo les ocupa a ellos y te la tragas te guste o no te guste. Masifican y pierden todo su encanto. Esto llevado a cualquiera de los otros grupos resulta letal. Dan ganas de desprenderse de ellos.
9. Los profesionales. La vida es su profesión. De ellas comen o malviven pero aun así la promocionan como buenamente pueden, con más o menos verdades o mentiras. Utilizan la red como instrumento y medio de llegar a los demás. Se distinguen del nº 7 y nº 8 en que lo hacen de forma sopesada, medida, esto es, profesional. Son tan apasionados como los del nº 7 pero muchísimo menos cargantes que los del nº 8. En el término medio está el camino hacia el éxito.
10. Los gilipollas (sin acritud y sin ofender). La vida es su vida y tú tienes la obligación de conocerla a todas horas. Son esos cachondos que cada 5 minutos te dicen lo que les pasa (generalmente nada) con frases e imágenes tan trascendentales como “buenos días”, “buenas noches”, “feliz martes”, “tengo hambre”, “tengo frío”, “voy a cagar”, “mi café de por la mañana”, “me voy a la compra”, “me duele la tripa”, “mi mujer me la está pegando con otro…”, “mi padre murió ayer...”. Al igual que les pasa a los del  grupo nº 1 y nº 6, rellenan espacio en su muro para que alguien en el mundo sepa que están vivos porque, lo dicho, seguramente nadie les hace ni puto caso aunque en muchas ocasiones estén rodeados de gente.
Todos tenemos algo de los 10 grupos aunque seguramente también nos encuadramos más en uno de ellos. Si esa cerrazón por uno de los grupos nos ocupa más del 75% de nuestras publicaciones, por lo menos ante mí, date por clasificado. Sin acritud, sin menosprecio, sin mofa, con toda la compresión del mundo, pero clasificado.
Y hasta aquí esta categorización que no sirve para nada pero hace pasar el rato y, seguramente, te habrá dado qué pensar, aunque sea para ponerme a parir y ya de paso clasificarme.


lunes, 10 de abril de 2017

¿No a la guerra?

Desde hace unos días no veo otra cosa por redes sociales y medios de comunicación que improperios, insultos y advertencias contra Donald Trump por su ataque a una base militar siria. Repito y subrayo: base militar. Es curioso que los mismos que condenan el ataque americano no hayan soltado prenda por la causa que lo provocó. Aquí todo el mundo se mete con el narcisista Trump pero no veo una palabra en contra de la joya dictatorial siria. Hay que recordar que ese tipo de ha llevado por delante a casi un centenar de civiles provocándoles una muerte horrible. Repito y subrayo: centenar de civiles. Pero de eso, ni mú.
Tampoco veo por ningún lado a todos aquellos que hace poco gritaban “no a la guerra” en este país, rasgándose las vestiduras en público, encabezando manifestaciones, acusando sin reparos. Ahora parece ser que les importa un webo. Quizá lo que estaban gritando era “que España no entre en guerra, pero a mí la guerra en general, si es fuera de aquí, me trae sin cuidado”, porque ya digo que no se les ve ni se les oye por ninguna parte. Triste, pero era de esperar.
No estoy descubriendo nada nuevo, sino constatando que el mundo no ha cambiado ni un ápice desde hace milenios, que el Hombre continúa siendo un hipócrita cuando se trata de defender intereses propios o aprovecharse de una situación, que es capaz de decir “no a la guerra” y darle caña a Trump y, a la vez, guardar un sepulcral silencio sobre un hecho bélico y cobarde como es rociar de cloro a civiles que nada tienen que ver con todo esto.

Lobos con piel de cordero: típico de los humanos. Donde dije digo (que era bueno para mí), ahora digo Diego (que es bueno para mí, y malo para ti, ¡"pringao"!)
Es posible cambiar de equipo de fútbol, de partido político, de género e incluso de nacionalidad, pero no se puede cambiar de raza. Porque esto de pertenecer a los Humanos está muy bien si no tienes demasiados escrúpulos, ni principios, ni reglas, ni nada. Ayer visitando Faunia  con mi hija me preguntaba si realmente era afortunado por ser un bicho que camina a dos patas y tiene un cerebro que piensa y tiene sentimientos, o realmente los que tenían suerte eran el resto de animales aparte del Hombre, que siempre juegan con las reglas que su especie les da, unas reglas preeestablecidas para saber a qué atenerse y que ningún individuo cambia. No sé si la vida para ellos es más fácil, pero sí más justa hasta que se topan con el Hombre. Entonces, como el propio Hombre, la han cagado.

Está claro que es mucho más entretenido ser hombre que mono o vaca, no te digo ya que cocodrilo o serpiente. Se puede ser hasta feliz. Pero para ello hay que asumir ciertas cualidades que tienen los humanos, seres traicioneros, ruines, egoístas, mezquinos, mentirosos, opacos, asesinos, y que solo mueven el culo y son capaces de cualquier cosa cuando van en pos de sus propios intereses y de su propia supervivencia, supervivencia que a la postre, de no usar adecuadamente la inteligencia para conseguirla, terminará por extinguirle. Ya sé que no es un artículo muy optimista. Solo pretendo ilustrar que todos somos capaces de cambiar de bando cuando los intereses aprietan. Todos.


martes, 4 de abril de 2017

Recuperar Gibraltar

Hace exactamente 26 años que visité por primera y única vez el Peñón de Gibraltar. También la llaman la roca. A mí me gustaría bautizarla como El Mojón. Es más español, aunque realmente, después de haber visto lo que allí vi, por lo que a mí respecta se lo pueden ir quedando. En Gibraltar no hay nada que merezca la pena contar, conservar o de la cual sentirse orgulloso, algo por lo que discutir con un británico. Que El Mojón de Gibraltar sea una colonia británica, aparte de decimonónico, no tiene por qué resultarnos más que el trastorno de tener un vecino molesto. Y la verdad es que a eso, a ser vecinos molestos, les ganamos a casi todos en el mundo (menos a los chinos). Yo no conozco nada más cargante que un andaluz dispuesto a tocarle los webos a su vecino.
El Mojón no deja de ser una parcelita de mierda entre Europa y África. La importancia geoestratégica del lugar es innegable aun estando en pleno siglo XXI. Supongo que un buen satélite resuelve muchas de esas necesidades. El resto, con una Armada del copón de la vela como la británica, está solucionado. Tampoco España se tiene que sentir en inferioridad de condiciones. Estando a un kilómetro (exactamente a dos) al oeste de Gibraltar, el tema geoestratégico no debería tener mucha importancia. Otro tema es tener a un “borracho bebepintas” como vecino en un paso tan importante como es el Estrecho para poder ejercitar en la zona su prepotente, obsceno y macarra “ordeno y mando”. Eso resulta incómodo e, incluso, peligroso. No hay nada que hacer cuando discutes con quien se cree el pueblo elegido de Dios con los habitantes más inteligentes de la galaxia.

Gibraltar no deja de ser un trozo de tierra donde el Reino Unido ha instalado un parque temático de corrupción. Y a nosotros los españoles nos encanta eso. Así que menos quejarse, que casi que nos conviene que siga en sus manos. En las nuestras lo echaríamos a perder.
Tocar las narices a los británicos no es buena idea. Si lo hacemos (como poder, podemos hacerlo), nos arriesgamos a que el número de turistas colorados como gambas y cocidos como langostinos descienda en picado (y son muchos millones de hooligans los que vienen aquí todos los años). A la vez que estos comedores de fish & chips se desvían a Croacia (por ejemplo), pagarían alguna que otra represalia los 300.000 españolitos que curran en U.K. Total: que si ellos no vienen y encima nos devuelven a los compatriotas que se han ido, hacemos un buen pan. Asumamos de una vez que, como somos un país mediocre -muy mediocre-, tendremos que tragar con lo que pase (que será sin duda alguna contrario a nuestros intereses). Tengo por seguro que nos volverán a humillar como llevan haciéndolo casi 300 años, y encima tendremos que dar las gracias.
Pero que nadie pierda el sueño con Gibraltar, porque eso va a seguir así por lo siglos de los siglos. No merece la pena. Únicamente nos queda seguir usando nuestra arma secreta: utilizar la gama de insultos del castellano -la más amplia e imaginativa del mundo- para ciscarnos en ellos, su historia, su imperio y su reina, aprovechando que un inglés jamás aprenderá español así lleve aquí 40 años veraneando en la Costa del Sol.

Mi madre (y mi abuela) decía que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Pues eso es lo que nos queda. Poco más. 



martes, 28 de marzo de 2017

España es muy insolidaria

En España, nos vanagloriamos dentro (y nos felicitan fuera) de ser un país tremendamente solidario con todo aquel que necesita nuestra ayuda. Y no es cierto. Ni mucho menos. Lo que ocurre es que nos encanta hacerlo de cara a la galería. Somos como esos adolescentes que van a casa de los amigos y allí se ocupan de poner y quitar la mesa, hacer la cama si se han quedado a dormir, ayudar a colocar la compra en la despensa si coincide que la madre del amigo llega con ella a la cocina, a fregar, a barrer…, a lo que sea con tal de quedar bien, pero luego en su propia casa no hace ni el webo. Sé por mis tías que mi padre lo hacía en casa de sus amigos, que yo lo hacía en casa de los míos, y mucho me temo que mis hijas lo estarán haciendo en las de las suyas. Debe ir con el ADN de los españoles, aunque también aviso que cada vez menos, mucho menos.
Toda esta comedia de solidarios insolidarios me viene a la cabeza a raíz del conflicto surgido en ese reino de Taifas donde los estibadores de los puertos campan a sus anchas. Al igual que hicieron en su día los controladores aéreos, estas personas se aprovechan de una labor fundamental en la economía del país para hacer de su capa un sallo y de su cuenta corriente una mina de oro. Manejar una simple grúa y jugar al tetris les supones, al que menos, 60.000 € al año, siempre y cuando sea cuñado de otro estibador y entre por enchufe, con un periodo de prueba de 6 meses y a partir de ahí curro de por vida. Como los controladores, crean su club privado y ahí no entra ni dios, ni para trabajar, organizar, consensuar… Ni dios, digo.

Prohibida la entrada a cualquier persona ajena a la familia, los amigos o los enchufes. Imprescindible falta de decoro e insolidaridad palpitante. 

Hasta que a Bruselas se le ha llenado el gorro de sopas y se ha plantado. Y los estibadores, como en su día los controladores, te montan el pollo porque su privilegios (que son insultantes para el resto de la población) están en entredicho. Digo insultantes pero también se me ocurre vejatorios, humillantes o despectivos. Que un operario gane más que un médico (por ejemplo) o que, ¡joder!, que triplique el sueldo medio de este país, es para pararnos todos a reflexionar (porque ellos no lo van a hacer). De todas formas, estamos en el mercado de la oferta y la demanda, y si alguien paga tamaña cantidad porque le manejen una grúa, pues sea. Yo ya no me refiero al sueldo, sino al hermetismo de este colectivo insolidario a que cualquiera pueda conseguir un puesto como estibador. Coto privado, señor mío.
Y aquí es donde apelo a la insolidaridad de este país. Y no lo digo tan solo por los estibadores, que son capaces de parar un país para defender el seguir viviendo como reyes (como los controladores), sino que cualquiera de nosotros, cualquiera, seríamos idénticamente indecorosos, egoístas, rastreros y deleznables si alguien tratara de quitarnos un privilegio, cualquiera, por pequeño que sea. Somos muy solidarios con los de fuera, negritos, asiáticos, moritos, refugiados…, pero somos tremendamente insolidarios con nuestro país, capaces de enrocarnos en privilegios injustos mientras aquí hay cuatro millones y pico de personas que las están pasando putas.
Que digo yo que, si hay para repartir un poco, que se reparta, que es una forma de abrir las puertas de ese guetto de lujo y acomodar el sueldo a la realidad para crear alguna que otra docena (o docenas) de puestos de trabajo, y no solo con controladores y estibadores, sino con otros muchos cotos privados donde los asociados se enroscan como serpientes y muerden para defender su insolidaridad del resto del país. Eso sí, hay que acoger aquí a todo dios si viene de fuera… pero con el dinero y el esfuerzo de otros. Que a mí no me lo toquen. Manda webos.


lunes, 13 de marzo de 2017

El aburrimiento de Unidos Podemos

Cuando el diablo se aburre, con el rabo mata moscas. Eso es lo que le pasa a Unidos Podemos, que cuando no tienen la atención que reclaman de la opinión pública, se inventa lo que sea para hacerse notar. Lo último ha sido presentar una proposición no de Ley en el Congreso de los Diputados en la que exigen que se erradique cualquier manifestación católica del ámbito público, incluida la misa de los domingos que TVE emite. No tengo acceso al texto de la proposición de ley pero me llama la atención el término “católica”. Me hubiera parecido bien, coherente y sujeta casi a Derecho que hubieran pedido el cese de emisiones de cualquier manifestación religiosa. Incluso la hubiera apoyado. Pero si han puesto explícitamente “católica”, son ganas de sembrar cizaña donde no la había.
Quizá Unidos Podemos ignoran que TVE también emite programas de otras confesiones religiosas, entre otras, me consta la judía y la musulmana. ¿Por qué no piden que tampoco se emitan estos programas? Cierto es que no se dan por televisión las ceremonias de estas dos religiones y de la misa sí se hace, pero creo que es buscarle cinco pies al gato, darle vueltas a las cosas por el simple placer de enfrentar a la gente. Tamara Falcó ha salido en defensa de la misa y le ha caído la del pulpo por ejercer su libertad de expresión. Es lo que le ocurre a los extremos, sean de derechas o izquierdas, rojos o azules, que defienden la libertad de expresión siempre y cuando no vaya contra sus cánones, sus credos, sus formas de vida o, lo peor, contra su programa político.

Me da a mí que los cristianitos españoles no van a conseguir nada hasta que sean una minoría perseguida. Entonces, como cualquier otra minoría, gozarán de los favores de estos partidos. O a lo peor, ni por esas.
Estamos en un país en el cada uno cree en lo que le da la gana. Algunos no creen en nada, y algunos respetamos en lo que crea cada uno. Pero estos tipos que siempre se erigen en paradigma de respeto, de demócratas y de mentes preclaras (repito, cualquier extremo, aunque esta vez le haya tocado a la izquierda), son capaces de prohibir el catolicismo y continuar permitiendo que se emitan programas sobre la religión judía o musulmana. Pues en una democracia, en este sentido, funciona el café para todos, es decir, que tienen presencia todas las religiones o no la tiene ninguna. ¿O es que los señores de Unidos Podemos tienen los webos suficientes como para declarar públicamente que no quieren al Islam en la TVE pública? Pues no, ya le digo yo que no los hay. Tampoco hay cerebro para respetar la cultura y las costumbres de un país. Eso sí, en manipulación sobre masas hay que darles un sobresaliente, que para eso son unos verdaderos hachas.

Señores de Unidos Podemos: si se aburren y además ven que no terminan de pegar un subidón en votos como para poder gobernar, invéntense cosas más inteligentes, que no perjudiquen a nadie y, sobre todo, que no enfrenten a la gente, que son ganas de sembrar discordia en asuntos donde, hasta hoy, no la había.