Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


lunes, 26 de febrero de 2018

La suerte del tonto


Soy de esos que piensan que el tiempo termina por poner a cada uno en su sitio. Es una máxima que casi siempre se cumple, aunque haya algunas personas que tengan la habilidad o la suerte de esquivar a su propio destino. Pero, a la mayoría de los mortales, esta ley no escrita nos cae sobre la cabeza y nos corona con lo que merecemos.
Todavía no sé en el sitio en el que estoy ni dónde terminaré, pero me doy cuenta de que el tiempo me va conduciendo por una senda que seguramente es la que llevo labrando durante los últimos cincuenta y dos años. No es un camino fácil porque hay veces que tropiezas con piedras que nunca previste, pero tampoco puedo quejarme. Los verdaderos amigos, esos que puedo contar con los dedos de una mano, no solo siguen ahí sino que están más próximos que nunca. Y eso me hace volver la vista atrás y admitir, sin falsa modestia que, incluso habiendo cometido errores de difícil perdón, quizá no lo haya hecho tan mal.
La suerte existe pero es cierto que solo te toca con su varita mágica si la buscas, si te has vestido durante años con tus mejores galas para encontrarte con ella, si has planchado tu actitud día a día para que no tenga dobleces, si has lavado tu forma de mostrarte a los demás para conseguir que sea transparente. Porque cuando uno va de frente, es sincero y no guarda segundas intenciones en ningún bolsillo, consigue estar a bien consigo mismo, y esa paz se transmite mucho más allá de tus palabras. No es un trabajo fácil pues en no pocas ocasiones te consideran un necio, se burlan de tu actitud, se ríen e incluso te humillan. Por eso lo importante es no desesperar y ser tenaz y constante en lo que crees que es justo.
El camino está lleno de sombras, incluso de túneles, senderos escarpados, retorcidos, cuestas que crees imposibles de coronar, pasajes que crees que te van a robar las fuerzas y te van a hacer claudicar, pero siendo perseverante en lo que realmente crees, no dejándote vencer por la tentación de abandonar tu camino y coger esa autopista que no lleva a ninguna parte, consigues sobreponerte y alcanzar a ver paisajes que estaban reservados para ti. Y terminas por emocionarte porque sabes que no ha sido fácil llegar hasta ahí, que has necesitado ayuda, pero que ha merecido la pena porque estás a bien contigo mismo y eso además hace que lo estés también con aquellos que te rodean.
No sé si el tiempo me ha colocado en el sitio que merezco, pero de lo que estoy seguro es de que, siendo fiel a aquello que creí justo, por mucho esfuerzo que me exigió, terminé por atravesar los bancos  de niebla que alguna vez me hicieron dudar, y ver que el sol brilla aún más de lo que nunca creí que lo haría.

A veces paso por tonto, y a nadie se lo recrimino porque con mi cara y mi actitud es fácil pensarlo.

Únicamente espero continuar sometido al juzgado de ese tiempo que tarde o temprano nos coloca a todos donde merecemos. Sin esperar nada a cambio, estoy recibiendo mucho más de lo que en verdad he dado, que no sé si ha sido mucho o poco, pero viendo la calidad de la recompensa, desde luego aseguro que lo he hecho de todo corazón y exento de rencores, revanchas, malos deseos y mucho menos de malas acciones. A veces paso por tonto, y a nadie se lo recrimino porque con mi cara y mi actitud es fácil pensarlo, pero soy un tonto feliz que tiene la conciencia tranquila y un pequeño -pero gran- puñado de amigos. Si este es el lugar en el que el tiempo me está colocando, me doy por reconocido y, desde luego, extremadamente afortunado.



jueves, 1 de febrero de 2018

Se me escapó vivo.

Se me fue enero. Se me escapó vivo. Uno hace propósitos para el año nuevo y antes de que acabe el primer mes ya ha echado varios por la borda. A principios de 2017 me fijé como objetivo escribir al menos dos artículos en este blog y lo conseguí. Pero este año ya vamos cojos.
No es falta de interés, sino de tiempo. Veinticuatro horas se quedan cortas para la cantidad de cosas que nos imponemos los humanos de la era moderna, o postmoderna, o prefutura, porque si de algo podemos fardar en estos días es de crisis de identidad. La tecnología nos ha superado y es ella ya quien rige nuestros destinos. En los setenta los jóvenes flipaban con la psicodelia; en los ochenta con el tecno y las hombreras; en los noventa comenzaron a venderse videoconsolas o cascoporro e internet hizo su aparición amenazándonos con alinearnos; en el 2000 comenzamos nuestra afición por el teléfono móvil, los SMS, y nos alucinaba aquello que llamaban redes sociales; ahora, cerca de cumplirse la segunda década del siglo, volvemos a los locos años 20, pero esta vez con un Smartphone en la mano y emitiendo nuestra propia vida en directo al mundo entero.
Igual que la invención de la rueda o la revolución industrial, lo que ahora llamamos nuevas tecnologías (dentro de 5 años estarán obsoletas) van a dar un vuelco a la sociedad, y la van a revolcar de tal modo que no sé si nos va a dar tiempo a enterarnos de que vamos de voltereta en voltereta sin posibilidad de descansar entre una y otra. Si echamos la vista atrás, hace tan solo 15 años era imposible siquiera imaginarse lo que se puede hacer hoy con un teléfono en la mano. Usted se saca un moco en el parque de El Retiro en Madrid, lo lanza al mundo en directo y en ese mismo instante hay 200 millones de persona en todo el planeta observando cómo se hurga en la nariz. Lo mejor de todo es que, con un poco de suerte, van y le pagan por hacerlo a diario y entretener a 200 millones de aburridos.
Todo lo que cuento no es excusa para que, durante todo enero, haya hecho pellas en el blog. Mi falta de tiempo no se debe a que me pase la vida colgado de una pantalla de 4 pulgadas. ¡Qué más quisiera yo…! Son obligaciones más mundanas las que me amarran al día a día, a trabajar, a tratar de cuidar mi cuerpo en la piscina (lo de la mente ya tiene poco remedio), a escribir -o al menos a intentarlo-, a compartir un rato con mis hijas, a emprender nuevos proyecto vitales con una ilusión que no me cabe en el cuerpo, a perder horas de sueño con gusto, a ver cómo el reloj se despendola hacia el final del día dejándome cara de tonto.

En ocasiones somos nosotros mismos los que nos cortamos las alas, los que quemamos el tiempo que nos permitiría hacer cosas verdaderamente útiles.
Hay veces que echo de menos una bendita rutina, un poco de orden, pero también es cierto que una dosis de caos de vez en cuando es muy sano, airea viejas costumbres para que no huelan a rancio, casi para regenerarlas y actualizarlas. Por eso entono en el mea culpa con ciertas reservas, porque no hay duda que enero se me ha escapado virgen sin que haya escrito una coma (en el blog; que estoy de corregir la nueva novela hasta las cejas). Pero también es cierto que el mes ha sido muy entretenido, para bien y para mejor, porque en la vida solo es malo lo que tú dejes que te corte las alas, y yo ahora mismo, gracias al destino, he conseguido una gran Victoria. Salud y horas de sueño bien empleadas, necesarias para conseguir lo que uno quiere.

Propósito para este año: seguir vivo y sentirme vivo. Y hacer el esfuerzo de no olvidarme del Blog. Y escribir, aunque sea en una servilleta de bar. Mis mejores deseos para los 11 meses que nos quedan por delante.