Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


jueves, 28 de noviembre de 2019

Coincidiendo con el maestro


Ando metido en la lectura de “Una Historia de España”, de Arturo Pérez-Reverte, y tengo que asegurar que hacía tiempo que no me entretenía tanto un libro. Me lo estoy zampando con verdadero interés, disfrutando como un cerdo en un charco de barro. Aparte del estilo del maestro que, en mi opinión, se ha vuelto a superar, lo que cuenta y, sobre todo, cómo lo cuenta, no tiene desperdicio.
Para serles totalmente sinceros, no descubre nada nuevo aunque, sí es cierto, lo hace desde su punto de vista y no se anda con pañitos calientes, como cuando una abuela estricta reconduce a su nieto después de una trastada. Lo puede hacer con mejor o peor tino, pero no cabe duda de que siempre será con la intención de que el pequeño aprenda.
Este ensayo o, simplemente, esta reflexión (que es de lo que trata el libro) nos descubre la vida y costumbres de la Península Ibérica desde muchísimo antes de que nos invadieran los romanos hasta nuestros días. Yo creía que los tiempos que vivimos eran una podrida herencia de apenas doscientos años. Estaba convencido de ello después de leer en los últimos tiempos los “Episodios Nacionales” de Galdós o todos los artículos que en su día publicó Mariano José de Larra. Ahí se puede observar que, desde finales del siglo XVIII, todo el XIX y parte del XX, España ya adolecía de lo que nos sigue faltando, que la mierda que hoy saboreamos provenía desde el año mil setecientos y pico hasta hoy.
Pero me equivoqué. Esas excrecencias de las que hablo ya eran consecuencia de nuestras propias acciones anteriores, sí, de muchísimo tiempo atrás. Vamos, que desde el siglo XV andamos como puta por rastrojo. Y luego, ahondas un poco más y resulta que ya ni desde ahí, que los españoles somos como somos desde tiempos ancestrales porque nadie nos metió en vereda ni ganas que teníamos. Ni celtas, íberos, cartagineses, trastámaras, romanos, godos, moros, castellanos, leoneses, aragoneses (que incluían un condado llamado Cataluña que nunca tuvo rey), ni asturianos, vascos, gallegos… Todos compartíamos un mismo ADN que, está claro, debe de darlo el lugar donde habitamos, no los genes. Porque vayamos donde vayamos, en cualquier época, los españoles somos envidiosos, egoístas, aprovechados, cortoplacistas, al “ni contigo ni sin ti”, a dar por culo por el simple hecho de dar, sin finalidad concreta. ¡Ah!, y muy aficionados a las guerras civiles, que resulta que las coleccionamos por docenas (o centenas).

Instructiva, pedagógica, agradable de leer y muy divertida (dentro de lo trágico). 

De ahí que, aparte de meter le hocico en asuntos ajenos para beneficio propio y no ver más allá de nuestras narices, nos hemos dedicado a sacar ganancia inmediata a cualquier precio sin tener en cuenta las consecuencias. Somos unos genios en beber, comer y sodomía, pero desde que hay seres humanos por esta parte del mundo, nos ha importado un carajo la modernidad, el progreso, la educación, el futuro, la dignidad, la entereza. Sí, somos bravos guerreros, que a dar hostias pocos nos ganan, que en arrojo y valentía tampoco andamos parcos, y por eso nos hicimos en su día con medio mundo, o el mundo entero, pero luego había que mantenerlo y ya para eso no estábamos dispuestos a gastar energías, porque había que pensar, trabajar, sacrificarse, tener entidad e integridad. Y como eso cuesta, pues mejor tirarse a la bartola a disfrutar de lo conseguido y que los que vengan por detrás se apañen.
Coincido con el maestro (grata coincidencia) que Fernando VII, como él dice, era un hijo de puta con balcones a la calle, que en maldad y vileza no le ha ganado nadie hasta ahora, pero él fue más listo que los que hoy nos trajinan y se aprovechó de que en el siglo XIX en España había una élite de militares y políticos que sabían manejar el cotarro mientras el pueblo analfabeto era dominado sin contemplaciones. Hoy nos ocurre exactamente lo mismo. Excuso a Felipe VI porque no tengo el gusto de conocerle (y porque pinta poco en la política y designios de este país), pero los de arriba manejan al populacho como les sale de los webos ya que, tristemente, somos tan analfabetos como hace dos siglos, o diez, o cien. En España nunca fuimos abiertos de miras porque no convenía. Primero fueron los reyes, luego la santa iglesia católica y apostólica, luego los dos a la vez en connivencia y sin pudor, y ahora nos engaña como a un chino cualquier imbécil a través de Twitter. No nos cultivamos, no somos capaces de pensar, no actuamos, no nos movemos, no viajamos, no vemos nada que no sea a través de una pantalla, y ahí andamos, a la cabeza del Tercer Mundo, ¡como dios!, con nuestros móviles, tablets, fútbol y putas, pero lejos, muuuy lejos de ser un país moderno y autosuficiente, un país de tipos inteligentes, cultos, preparados y con ganas de hacer cosas grandes, al menos, de subirnos la autoestima. ¡Ah!, y que nadie se sienta excluido o busque culpas en un sitio concreto porque, como el gordo de Navidad, están muy repartidas por todos lados. Así que, en este territorio de podredumbre humana, que hasta el siglo XX lo fue por ignorancia y ahora (aun peor) lo es a sabiendas, los meto a todos, a gallegos y leoneses, a asturianos y cántabros, a vascos, catalanes y castellanos. No conocemos nuestra historia y estaremos condenados a repetirla cíclica y eternamente. Mierda de país.
Si no piensa como yo, lo cual es muy lícito, por favor, cómprese el libro de Arturo que lo mismo le ilumina algo si tiene dos dedos de frente y lo sabe leer (no se trata de ver letras juntas que forman palabras, sino de interpretar y ver más allá). Si no le gusta, de verdad, me lo envía y yo se lo pago, porque seguro que encontraré a alguien que le sacará más partido.

P.E.: esto no es un arreón oportunista, que lo mismo que dice APR lo pensaba yo hace mucho tiempo y ahí están mis artículos para demostrarlo. Quiero autoafirmarme en mi postura y, si de paso, le hago negocio al maestro, pues eso que se lleva, que vivir de los libros no es fácil supongo que ni siquiera para él.



miércoles, 13 de noviembre de 2019

Miedo


De verdad que estoy acojonado, que no es una frase hecha, vamos, que me siento aterrorizado, yéndome por las patas abajo. Que de todos los que me leen, es sabido mi poca fe en este país, porque los antecedentes que nos marcan desde hace varios siglos no son nada alentadores y el pasado más inmediato tampoco era demasiado halagüeño. Pero es que el presente es para echarse a temblar. No hay Dios, si siquiera caballero Jedi, que lo afronte con valentía y optimismo.
Uno ya peina canas y acaba de superar los 54 otoños, que es cuando nací. Ni me voy a dejar alarmar por lo que leía hoy en la prensa más tradicionalista (en algún caso, conservadora, ultraconservadora o, directamente, facha), ni me voy a quedar tranquilo creyéndome lo que apunta el sector de la comunicación de signo contrario. Porque uno fue buen estudiante de periodismo y, no solo se mete entre los ojos varios periódicos al día de cualquier color, sino que intenta cribar lo que cada uno publica, a ver si saca algo en claro.
Y hoy saco en claro tantas cosas, y tan desalentadoras, que me rindo al pesimismo más tenebroso (y aquí apunto que seguramente Darth Vader estaría orgulloso del camino que recorremos, vamos, que diría que ni él mismo podría haberlo superado). Como decía, soy hombre de letras. Los tecnicismos en economía me producen cierto salpullido. Pero en matemáticas ando de madre porque soy asalariado, divorciado, tengo dos hijas y una hipoteca (¡ah, y un perro!). Sin cierto poderío en el manejo de números ya me habría ido al garete.

Darth Vader estaría orgulloso del camino que recorremos.

Pero no me enrollo más sobre mi persona. Paso entonces a relatar los hechos que me hacen que eso del “reverso tenebroso de la fuerza” me parezca un sueño de Hello Kitty en blanco y negro:
1.    Hace unos meses PSOE y UP no se podía ver.  Se llamaron de todo y, férreos en sus posiciones, nos llevaron a la casilla de salida.
2.    Como todos sabemos, en menos de 48 horas han negado la mayor y, ¡hale!, abrazo al canto, un abrazo en el que sospecho que cada uno llevaba un puñal en la mano. Y a la primera de cambio, ya se verá, tirarán de sable láser y se sacarán las tripas fuera.
3.    Si hay un idioma universal en el espacio interestelar, ese es el de las matemáticas. Dos y dos son cuatro aquí, en Marte, en Alfa-Centauro y en la Estrella de la Muerte. Estos dos partidos ya han dicho que van a aumentar el gasto público y, para pagarlo, incrementarán los impuestos a todo lo que se mueva. A todo. Las personas tendrán menos dinero que gastar, las empresas dispondrán de menos recursos para contratar, la productividad se irá a un agujero negro y con el tiempo tendremos unos servicios sociales “de todo a cien” utilizados por muchísimas más personas de las que lo hacen hoy.
4.    No debo errar mucho en mi disquisición cuando en menos de 24 horas la bolsa ha bajado un 2%. Con el anuncio del Brexit o con las paridas de Trump nunca se desinfló tanto en tan poco tiempo. Ergo…, los empresarios de este país no confían una mierda en su futuro. Cierran grifos y comienzan a buscar mejores vientos para navegar, por ejemplo en Portugal, que, por cierto, tiene una prima de riesgo más baja que la nuestra desde hace meses.
5.    Como las cosas se van a poner difíciles por el simple hecho de que la gente no sabe sumar (sí, todo se reduce a eso), las cuentas no saldrán, y comenzaremos a endeudarnos más y más. Espero que aquí no suceda, y rezo a quien sea para que los que manejen el cotarro tengan suficientes luces eviten provocar tiempos aún más difíciles de los que se avecinan, pero mucho me temo que puede ocurrir que, para capear el temporal y seguir arriba del todo, se comiencen a cambiar leyes para convertirlas cada vez en más restrictivas, y a nacionalizar no sé qué y no sé cuántos y así la gente no vea cortado su acceso a bienes indispensables como el agua, la luz, el gas, y luego la comida… ¿Les suena el rollo?
De verdad, que esta vez me muero de miedo, que no va de coña, que no hay mayor peligro que dejar que un mono coja un hacha o un idiota esgrima el bastón de mando. Que a nadie le extrañe si pillo las de Villadiego. Porque no quiero llantos ni crujir de dientes. Ni izquierda ni derecha, ni mucho menos extremos. Solo quiero sentido común. Y que sepan sumar.



lunes, 4 de noviembre de 2019

Me lo ponen muy difícil


Ante la cita cachonda del próximo domingo 10 de noviembre, me siento como si me hubieran invitado a la reinauguración de un puticlub. No me gustan esos sitios, no los he pisado en mi vida y no creo que lo haga jamás, pero como eso de escribir (dicen) no se me da mal, pues le echo imaginación y me pongo en los zapatos de un pollo que se enfrenta, por compromiso, a elegir una meretriz que le haga cositas… Y la verdad, de las que se ofrecen, no me gusta ninguna.
No soy tipo de extremos (tampoco en el sexo), así que de un plumazo me voy a cargar (figuradamente) a tres de los seis candidatos, a esos que se agarran rabiosos a los bordes de la derecha o la izquierda. Por lo tanto, quedan sin mis opciones de voto los señores Iglesias, Abascal y Errejón. Este último me caía simpático pero ahora, viéndole por la tele soltar otro tipo de soflamas a nivel nacional, me confirma que nadie está inmunizado contra la podredumbre del poder ni contra la idiotez sobrevenida.
Por lo tanto, me quedan los otros tres (¡y vaya tres!), una terna que casi me incita a cambiar de puticlub (entiéndase de país, de época en la historia o, simplemente, a esperar una reencarnación mejor).
Soy dado a dar caña a quien para mí la merece, pero con estos tres la cosa me supera. Es como si te dijeran que, ante un hambre voraz, tienes tres cochinillos enteros que comerte. Así que, o me empacho o se me hace bola. Y hablar de estos tres se me hace bola, pero a 6 días de las elecciones y poco más de 4 de la jornada de reflexión, no puedo dejar pasar la oportunidad, máxime cuando esta noche van a estar cinco de este sexteto ladrando por la televisión.

No tienen ganas, no aportan nada nuevo y van a hacer realidad eso de que "nunca segundas partes fueron buenas".

Al señor Sánchez le tengo cierta ojeriza porque va de “pijo-progre”. Lo veo como a esos tipos que alardean de todo sin poseer curriculum, los encantadores de serpientes, los divos que no han hecho más méritos que haber sacado a un enano muerto de su tumba. La sombra de hacerle ojitos al independentismo es su cruz. Sinceramente, no creo que sea de los que venden a su hermano por un plato de lentejas, aunque todo es posible con esta clase de especímenes tan ambiciosos y con el paso tan resuelto. El PSOE tiene una gran visión social y ganas de hacer cosas, aunque siempre se les olvida que los proyectos cuestan dinero y que vaciar la caja es pan para hoy y mucha hambre para mañana.
El señor Casado comenzó mal y las novatadas pasan factura. Aunque rectificar es de sabios y varió el rumbo, tampoco es santo de mi devoción. De su partido me gusta que sean gente práctica por encima muchas veces de lo que conviene políticamente, incluso de sus propios gustos. Si usted mira atrás y ve cómo Rajoy nos hizo flotar sobre la crisis (porque sacarnos no nos sacó), pues ahí queda eso. Pero el resto de sus ideales, es que…, ¡ay…!, continúan siendo muy rancios para mi gusto, gente que por mucha colonia que se ponga siguen oliendo a años 60, ¡incluso 50!, con ese “señoritinguismo” (que no señorío) que me da grima. Vamos, que huelen a los santos inocentes del maestro Delibes.
Y por último, el candidato Rivera ha defraudado mucho a los que tenían ilusión por traer aire fresco. El político audaz venía con el marchamo de hombre de Estado, de intrépido lleno de lógica, coherencia y maneras de hablar muy directas. Pues resulta que se enrocó en el “no a Sánchez” y en el “Cataluña independiente jamás”, y se convirtió en un muñeco autista, en un extremista de centro. Nadie le hizo entrar en razón y la mitad de los primeros espadas se le fueron del equipo, alguno con cajas destempladas (no sin razón). Y lejos de rectificar y ser tan demócrata como fardaba, continuó con su runrún de Sánchez y el independentismo a cuestas. Su intentona salvadora antes de que se convocaran elecciones llegó tarde, muy tarde, y olía a oportunismo inoportuno. Y ahora, viendo que se acerca al abismo de la desaparición, es capaz de prometer lo que sea aunque no abandone el coñazo de la Cataluña separatista, que ya cansa. Sólo le salva que es nuevo en esto y todavía puede merecer por algunos su voto de confianza para ver si ha aprendido la lección, pero poco más.
Ergo…, viendo el panorama en este puticlub, la verdad es que me dan ganas de salir por la puerta con la cuenta en blanco, o espetar a los candidatos que me vendan sus bondades, a ver si me convencen de que me vaya con ellos al cuarto oscuro, cosa muy poco probable viendo que, en realidad, muestran la misma carne con distintos ligueros.


jueves, 24 de octubre de 2019

Sobre Franco: ¿a que esto no lo sabías?


El 20 de noviembre de 1975 muere Franco y con él todo un periodo que ya duraba casi 40 años. No voy a entrar en aquellos tiempos de la Segunda República o la Guerra Civil porque me pillan tan a desmano que sería lo mismo que si le metiera mano al reinado de Fernando VII, dicho sea de paso, una temporadita que, comparada con la de Franco, no tiene desperdicio.
Voy a centrarme en lo que viví sin apenas tener opinión ni juicio porque acababa de cumplir 10 añitos. Hoy, con una educación y unos estudios entre medias, y la perspectiva que da el tiempo, creo que los seres humanos tenemos memoria para lo que nos da la gana y, sobre todo, sea por esa memoria selectiva y oportunista, o porque pocas veces pensamos en las consecuencias de nuestras acciones o sentencias, o porque somos incapaces de pensar con un poco de amplitud de miras, tendemos a ser simplistas, cortoplacisas, egoístas y aprovechones.
Personalmente me importa un soberano carajo donde esté enterrado el dictador (porque de eso no hay duda: este tipo era un dictador). Total, dentro de cien años apenas nadie sabrá quién era o qué hizo. Sí, no seamos alarmistas. Pregunten ustedes a cualquier joven que camina por la calle, sea universitario o no haya terminado la enseñanza obligatoria, quién era Azaña, o Pi y Margall, o Primo de Rivera (el falangista o el dictador). O quién era Carlos María Isidro, que éste, a falta de liar una guerra civil, montó varias… Apenas nadie le sabrá decir quiénes fueron y mucho menos qué hicieron. Por ello, no hay que ser muy avispado para saber que al dictador tampoco lo recordará nadie por mucho que esté enterrado en el Valle de los caídos o en un parque temático.
A mí, lo que me da pena de todo esto, de lo que le ocurre a este país desde hace unos años, es que hemos redactado una Ley de Memoria Histórica pero nos hemos olvidado totalmente de aquellos que hicieron posible que hoy tengamos un grado de libertad que, incluso, nos parece pequeño. Porque hace 39 años murió Franco, pero hace todavía menos tiempo, 38, 37, 36 años, hubo tipos tan dispares como Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Miquel Roca o Gregorio Peces-Barba por citar algunos, que olvidándose de guerras pasadas, dictaduras eternas, plomo, cunetas, cárceles, injusticias y falta de libertad, expolios, corrupciones y mil mierdas más, orientaron la proa al norte, echaron pelillos a la mar y se olvidaron de todo y todos con tal de darnos un futuro seguro, libre y mejor.

Esté enterrado aquí, en El Pardo o allí donde quieran hacerle caer, la Historia no se borra, aunque también es cierto que, tarde o temprano, se olvida. Y pasado el tiempo, el dictador tendrá un pequeño párrafo en los libros de texto que nadie terminará por estudiarse, como tantos otros que, seguramente, tendrían más méritos para hacerles mucho más caso.

Ellos, que sí tenían motivos para recordar y volverla a liar parda, justamente ellos, hicieron oídos sordos a sus gustos, opiniones e impulsos, y escribieron el punto y aparte más importante de los últimos años en la historia de este país, un punto que nos ha dado al resto la oportunidad de vivir en paz.
Los españoles somos así, dispuestos desde hace milenios a que las rencillas entre nosotros duren eternamente, a estropear lo que otros arreglaron, a sacar la mierda que se limpió y que incluso, los que más razones tenían para airearla, pensaron que era mejor olvidarla. La cuestión es retroceder en el tiempo y, una vez más, volvernos a plantar nuevamente en una España dividida, a cavar una zanja que cada día es más ancha y generar un ambiente tenso que no para de crecer, donde, además, los medios de comunicación toman partido, las redes sociales echan gasolina y a cada persona se le da una cerilla. Hoy leo y escucho únicamente opiniones de personas que, en su mayoría, o no habían nacido o apenas tenían uso de razón cuando Franco murió. Pero ahí están, dándole al fuelle para que el fuego siga vivo. Inconcebible.
Aquellos políticos de la transición, dispares en sus ideales, contrarios hasta el extremo en sus convicciones, hicieron de tripas corazón para que esto jamás volviera a suceder. Es una lástima que tengamos memoria para lo que no tiene interés alguno, en concreto, para lo que no nos conviene. Lo peor de todo es que, realmente, hay gente que nos obliga a tener memoria para lo que les interesa a ellos, sean del color que sean. Una pena. Y un peligro. Nadie lo ve. Y a mí me acojona.


martes, 2 de julio de 2019

¡PELIGRO!, hay buenas personas sueltas...


Si alguien te dice que eres buena persona, ¡cuidado!, no te lo tomes a la ligera. Porque, actualmente, decir de alguien que es buena persona, únicamente lleva aparejados adjetivos con significados bastante peyorativos. Si te etiquetan así, seguramente te están considerando pusilánime, apocado, cobarde, cortito, encogido, flojo…, en definitiva, poquita cosa.
El término no viene de ahora, que todos alguna vez hemos dicho de alguien que “de puro bueno es tonto”. Lo que ocurre es que, en estos tiempos de sociedad caníbal, de tiburones trepadores, de dignidad artificial y amor propio de todo a cien, el que no ataca gratuitamente, el que no se defiende en cuanto siente la más mínima sospecha (cierta o no) de ser atacado, el que no grita, no insulta, el que no se mete con nadie, el que vive y deja vivir, el que respeta, el que calla porque no le merece la pena una bronca, ése, exactamente ése, es buena persona, es decir, es tontito porque le mean por encima y ni se entera.
En defensa de esos tontitos, siempre he creído que no ofende quien quiere sino quien puede, que mantener las pulsaciones en menos de 80 por minuto es un lujo y además es sano, que nadie la tiene tan larga por mucho que alardee de ello para mear por encima de una buena persona, que los tontitos dan importancia únicamente a muy pocas cosas en la vida. El resto, con los años, les merece cada vez menos la pena.
Por si fuera poco haber llegado los últimos en el reparto de inteligencia (según dicen los demás), a estas buenas personas también se les achaca no tener término medio. Porque cuando cualquier imbécil con ínfulas les toca aquello que es importante, generalmente se lleva una sorpresa. Entonces, de repente, como quien no quiere la cosa, el tontito responde cuatro cosas bien dichas y en ese momento (por lo visto) deja de ser buena persona convirtiéndose en un ser desmedido, extremista, poco mesurado, carente de aguante, intolerante. Vamos, que cuando se les mea 100 veces por encima no ocurre nada, pero llega el día en que a alguien se le ocurre hacerlo por encima (por ejemplo) de su prima de Murcia (todo un referente en su vida), y se lleva la del pulpo. Entonces nacen frases parecidas a “cómo te pones por una nimiedad”.

No sé si Groucho era buena persona, pero cuando le tocaban las narices se "fumaba un puro". De todos es sabido que era un tipo extremadamente inteligente.
En fin, que las buenas personas lo son tanto que, para una vez que tienen razón y se sueltan la melena, luego van y piden disculpas. Desde este blog, les animaría a que se la soltaran todos los días y repartieran estopa de la misma forma e intensidad que hacen con ellos, pero sé que no me harán caso porque son conscientes de que no merece la pena. Se vive mejor siendo tontito. La vida pasa más tranquila. Y, sobre todo, se duerme a pierna suelta porque se tiene la conciencia tranquila, sí, la conciencia, eso que es patrimonio exclusivo de las buenas personas.



viernes, 28 de junio de 2019

¿Por qué no vas a Feria del Libro?


Muchas veces peco de envidia, pero no de la sana, sino de la otra, de la pica. Por ejemplo, cuando paseo por la Feria del Libro de Madrid termino tintado de verde. Entonces me esgrimo argumentos tan reales como poco convincentes. Me digo que estar sentado en una silla durante dos horas es aburrido, que lo sé porque he estado en otras ferias y sé de lo que hablo. Pero claro, en aquellas ocasiones apenas vendí una docena de ejemplares y charlé un ratito con los lectores. Vamos, que lo pasé bien. Entonces, mientras camino por el Paseo de Coches, me contraataco pasándome la mano por el lomo y tratando de desengañarme,  asegurándome que pocos son los que están el par de horas íntegras dale que te pego, que los hay que mendigan un lugar en una caseta con tal de estar allí y publicitarlo a bombo y platillo en redes sociales aunque no firmen un solo ejemplar. Lo dicho: envidia.
Nunca he firmado en la Feria del Libro de Madrid. No me avergüenza decirlo. Ya sé que voy acumulando algún que otro mérito, que, durante las dos semanas y pico que dura el evento, hay escritores que tienen la suerte de sentarse en una caseta, otros muchos que, sin serlo, ocupan una silla, y algunos maestros que se lo tienen más que merecido. Ya, será lo que sea, pero ahí están, y eso, aparte de dar cierto caché, es bonito. No sé si me pasa como a la zorra y las uvas, pero siempre me he dicho que estaré allí cuando toque, cuando sea el momento, cuando alguien me llame por quien soy y lo que he hecho.
Mi profesión y mi pasión es escribir. Desde que me decidí a tomármelo muy en serio, hace ya 27 años, no he parado de trabajar, de esforzarme por contar historias cada vez mejor, casi tres décadas de escuchar críticas y tomar en cuenta las que valen la pena aunque escuezan, de echarle horas y horas para que el resultado sea redondo, para que a la novela no se le vean las costuras. Es mucho tiempo siendo fiel a mí mismo, a sucumbir bajo mis propios reproches y exigencias, a aburrirme escuchándome decir “´tú lo sabes hacer mejor”. Cada día que pasa me cuesta más. Y aunque no cejo en mi empeño, cada página que escribo siempre termina con el mismo pensamiento: “¿Realmente merece la pena? Total, si lo dejo, si claudico, nadie me lo va a reprochar”. Es justamente entonces, en ese instante que empiezo a plantearme seriamente dejarlo todo de lado, cuando aparece el hada madrina y me trae un regalito en forma de finalista de un premio, de uno de los grandes si no el que más. ¡Toma, el Nadal! Y eso me da combustible para unas cuantas páginas más.


¿Cuándo me tocará ir? Lo mismo, nunca.

En mi caso, escribir es un verdadero placer que disfruto sudando, preocupándome porque todo salga bien, que no se me desmande la estructura, el ritmo, los personajes, el narrador, el “estilo”, el vocabulario, los diálogos, las descripciones, la trama, los giros, el principio, el final…, Menos mal que, a diferencia del director de una película, aquí solo hay que coordinarse con uno mismo, abroncarse a uno mismo, exigirse a uno mismo, ser el peor peón y el peor jefe que pueda tener uno mismo. También es cierto que, si uno alcanza a vislumbrar la cima como me ocurrió el pasado 6 de enero, es igualmente gracias a uno mismo.
Lo llevo en la sangre y no puedo evitarlo, como le pasa al violador, al pederasta, al asesino, al maníaco, al político vocacional… No hago nada en absoluto por evitarlo. Si acaso algún día lo merezco, estaré en la feria del Libro de Madrid porque así lo ha querido alguien (o muchos “alguienes”, es decir, los lectores). Y lo disfrutaré aunque no firme un solo ejemplar. Si ahora no voy es porque nadie me llama, y eso será porque aún no lo merezco por mucho que me lo siga currando encerrado en mi buhardilla. Únicamente eso.
Si no nos vemos antes, feliz verano a todos.




miércoles, 29 de mayo de 2019

Yo, mi, me... que te jodan


Propongo cambiar el refrán “Haz bien y no mires a quien” por “no hace falta que hagas el bien, de verdad, no te esfuerces en sacrificarte pero, por favor, que tus acciones no perjudiquen al que tienes al lado”. Quizá sea demasiado largo. A lo mejor es más provechoso condensarlo en el verso del maestro Serrat “niño, deja de joder con la pelota”, ¡claro!”, sustituyendo niño por “niño, niña, homosexual, heterosexual, transexual, asexual, joven, jóvena, hombre, mujer, viejo, vieja, ser humano, ser humana, engendro o engendra….” ¡Joder!, lo siento Serrat: que se quede con “deja de joder con la pelota” a secas.
Egoísmo, egocentrismo, incluso egolatría a veces… Eso es lo que le ocurre al individuo en general en esta sociedad del siglo XXI. Vamos a mi bola, solo me importa lo mío, aquello que me rodea y puede afectarme, lo que me hace perder el sueño “a mí” y no a ti. Prima el “Yo, mi, me, conmigo”. El “tú, te, contigo”, pues eso: no me importas, que te jodan, contigo ni al hospital.
No sé si nos damos cuenta de cuál es nuestra actitud a diario, a cada minuto del día, incluso en el cuarto de baño. Me muevo por objetivos, por mis objetivos, o si lo hago por los de un equipo es porque yo saco beneficio. Lo mismo ocurre cuando nos cruzamos con alguna persona. Únicamente me interrelaciono con una sonrisa o preguntando por su trabajo, patología médica o problema familiar, si con ello saco algo a cambio, es decir, que sienta aprecio por mí, que me deba un favor, que se sienta en desventaja conmigo. Vamos tan a lo nuestro que nos hemos vuelto tan fríos que no es infrecuente que aquel que te ha hecho un favor sin habérselo pedido, luego te pase factura. Eso del “dar sin esperar recibir” ya no se estila. Es antiguo, religioso, no está de moda, incluso se considera fuera de lugar.
Emulando una publicación de Facebook, ahora si practicas ciertos valores cívicos, morales, éticos, religiosos, ¡los que sean!, eres un pringado. Eso de la honestidad (no defraudar a Hacienda, devolver un cambio excesivo mal dado, no tocar los webos cuando no debes hacerlo) es de tontos. Si tienes cierta disciplina eres un TOC…

Lo de "vive y deja vivir" ya no se estila. Es más actual el "joder por joder", ser un bulldozer social, personal y profesional.

Estamos en la época del vale todo, del caiga quien caiga, del sálvese quien pueda sin importar mujeres y niños… Esta visión de futuro me tiene desesperanzado y francamente acojonado, porque cualquier día aparece un compañero, un amigo, un familiar, y te hace alguna cabronada porque a él le viene que ni pintada la ocasión. Y no hay problema. Ni remordimientos, ni nada. Incluso además tienen el rostro de pedirte cuentas.
Que sí, que lo digo muchas veces pero me lo empiezo a creer, que va a ser cuestión de irse lejos de todo y de todos. Y no se trataría de huir, sino de apartarse de problemas gratuitos y no buscados, de discusiones que no conducen a ningún lado, de berrinches, sinsabores, preocupaciones y escasez de simpatías y sueño. Mi lema siempre ha sido “vive y deja vivir”, pero ya ni eso nos van a dejar hacer.



lunes, 27 de mayo de 2019

Cádiz, la más lista de la clase


Los gaditanos siempre me han caído bien. Mejor que bien. Pisé por primera vez sus tierras allá por 1990, vestido con camiseta, bermudas y chanclas. Seis meses más tarde lo hice vestido de marinero de la Armada para cumplir con deberes militares inexcusables en esos tiempos. Después de una década regresé, esa vez a currar, y como no iba de farra o a quedar confinado en un cuartel, me encontré con la realidad pura, con una provincia paupérrima, una ciudad hermosa, y unas gentes que, incluso trabajando, no les faltaba la alegría y el buen humor. Si ya lo pasaba bien por el día, las tardes-noches fueron para haberlas filmado. Nunca olvidaré una cena larga (y tan larga, que se nos fue un poco de las manos) con los compañeros de la delegación, desde el más alto al menos, porque allí, altos lo son todos (de miras, de humor, de grandeza de espíritu, de humanidad, de tragaderas para los problemas, las tragedias y los cubatas…)
Ayer volvieron a demostrar que dan al resto del país sopa con hondas. En Madrid, por ejemplo, nos hemos cepillado a una alcaldesa que ha practicado el sentido común por encima de todo, que ha trabajado en beneficio de todos (no únicamente de los suyos), que no ha creado polémica por el simple hecho de prender una cortina de humo. Tampoco es que comulgue excesivamente con las ideas de la excelentísima señora Carmena, pero me caía bien. Se pueden hacer las cosas mejor, pero peor es dedicarse a negar la mayor, a deshacer lo hecho, a que las únicas ideas que se tienen son las de destruir lo que no te gusta en lugar de mejorarlo para que guste a todo el mundo. Ayer Madrid sacó el sable de pelar demonios y, yo creo que de forma premeditada y poco reflexiva, la han pasado a cuchillo.

Cádiz: pequeña, coqueta y la más lista de clase. Como hicieron con las bombas de los franceses, allí no se andan con paños calientes.

Pero en Cádiz no son así. Allí, tienen tan poco (material, quiero decir), que lo único que no les falta son huevos y coherencia. Si Kichi lo ha hecho bien, se pinte del color que se pinte, mire a un lado o a otro, repudie a quien repudie (con toda la lógica del mundo), la gente le ha vuelto a votar. Y lo ha hecho masivamente, demostrando que allí son personas inteligentes, prácticas, que las ideas políticas les traen un poco sin cuidado, que lo que les importa son personas que les saquen las castañas del fuego a base de curro, coherencia y buenas ideas, vayan al Ayuntamiento en bicicleta o montados en burro.
Esto no es nuevo, que Julio Anguita ya lo dejó patente hace décadas en Córdoba. En el Sur se dejan de gilipolleces políticas y priman la practicidad por encima de todo. Les da igual el color que manda mientras las cosas se hagan bien y para la mayoría de los ciudadanos, no solo para los que se visten del mismo color.
En definitiva, que deberíamos aprender todos un poquito de Cádiz y los gaditanos, no solo para cocinar caballa  a la plancha, beber cerveza y tumbarse al sol, que tiene mucho más en la mollera de lo que alardeamos los tontos del norte.



lunes, 22 de abril de 2019

¡Que viene el lobo!


Que sí, por favor, que los más viejos tienen razón, que vamos hacia atrás, que la situación se parece más a la de hace un siglo que a la de hace 40 años. Tanto hablar durante la época de la Transición de la reconciliación nacional, sí, ¡que teníamos que pasar página!, y hemos vuelto a la casilla de salida. No hacemos otra cosa que sembrar discordia para que la historia se repita. Somos un país de mentes preclaras, y así nos luce el pelo desde hace más de dos siglos, que no levantamos cabeza porque, sencillamente, no nos da la gana.
¡Putos rojos, fachas de mierda! En estas cuatro palabras puedo resumir la campaña electoral. Aquí no hay solo individuo que mire hacia delante. No veo otra cosa que rencor y odio. Suena duro, casi extremo, pero lo veo así. Como las personas de poca inteligencia y más que dudosa moral, nos centramos en sacar los defectos de los demás obviando con impertinente descaro los defectos propios. No hay más que darse un ligero paseo por medios de comunicación y, sobre todo, por las redes sociales para ver lo que están sembrando los políticos. El resto, como borregos, les siguen el paso. Unos no dejan de hablar de las tres derechas que van a llevarnos al más rígido de los fascismos. Los otros, que el país se va a fragmentar sin remisión como las izquierdas ganen porque pactarán con los independentistas.
No soy historiador pero he leído un poco (solo un poco), y lo que nos está pasando, aunque alguno me llame alarmista, apesta a la década de los años treinta del siglo pasado. Izquierdas que no se hablan, derecha salvapatrias, y un desubicado al que llaman chaquetero que cada vez pinta menos porque utiliza únicamente el sentido común y no los dictados de un país roto al que jamás unirá nadie. Vamos, que el pobre es un iluso. Nada nuevo bajo el sol. Como decía el maestro, España está condenada a repetir su historia porque la inmensa mayoría de la población no ha estudiado lo que tenía que estudiar bajo un programa de educación aséptico. Lo poco que saben es que hace casi un siglo hubo conflicto entre putos rojos y fachas de mierda, pero ninguno sabe exactamente cómo surgió. Sólo hay que mantener el ambiente actual a fuego lento y en breve, los que sobrevivan, podrán contárselo a sus nietos.
Y como volverán a contar la historia sesgada, y serán rencorosos, y arrimarán el ascua a su sardina, los nietos volverán a hacer lo mismo que sus abuelos. No aprendemos ni ganas que tenemos de hacerlo. Se volverá a liar, que no me llamen alarmista, que solo falta la chispa, cinco energúmenos de uno u otro lado del espectro político que prendan la mecha, que gracias a los políticos hay personas dispuestas a todo porque el holocausto, según ellos, está a la vuelta de la esquina si ganan los contrincantes.


Esta es tu posición ante las próximas elecciones, seas del color que seas, votes o no votes. La cabeza a oscuras y el culo en pompa. Como no piensas, pues por ahí te van a dar….

Y el pueblo llanito, en lugar de mandar a freír puñetas a estos líderes políticos mediocres que están alejados tanto de ser estadistas como personas de bien, se ocupa de fabricar combustible en redes sociales. En mi caso, prefiero meter la cabeza bajo tierra como el avestruz y a cada imbécil que descubro haciendo exhibicionismo político a base de generar enfrentamiento con ataques sin fundamento (todos los ataques, todos, no tienen ni pizca de razón), los borro de un plumazo. Me voy a quedar sin contactos en Facebook, pero al menos estaré tranquilo, como el avestruz. El único problema es que, en tal posición, lo más fácil es que me den por ahí…, pero ya son tantos años, y tanta desilusión, que lo mismo es un mal menor.
En fin, voy a dejar de escribir por hoy y me voy a vomitar.



jueves, 28 de marzo de 2019

De la política al Reverso Tenebroso


No soy una persona que tenga demasiado apego a las redes sociales. Soy usuario relativamente frecuente de Facebook y poco más. Lo utilizo en el ámbito profesional de la escritura y a veces cuelo algo personal. No tengo Instagram y me presento en Twitter de uvas a peras. Así que, todo lo que exprese a continuación, lo circunscribo a la plataforma de Mark Zuckerberg, por lo visto en estos días de capa caída.
Ahora, en periodo (dicen) preelectoral, aunque las campañas duren hoy 4 años y no 3 semanas, los usuarios de Facebook se esfuerzan por expresar y divulgar sus pensamientos con más que cuestionables intenciones. Porque, uno que es observador, se ha dado cuenta de que, al igual que les ocurre a los líderes políticos, se ha dado cuenta de que no se expresan ideas, sino ataques corrosivos. Lo importante no es construir sino destruir. A día de hoy todavía no he visto a un solo usuario (y tengo más de 670 “amigos” que, ya por la masa que representa, los hay de todas las edades, sexos, ideologías, religiones…), decía que no he visto a un solo usuario que aporte algo positivo, aunque no sea novedoso. Lo único que leo son insultos, descalificaciones, premoniciones agoreras que meten miedo, casi apocalípticas. Las pasadas y míticas arengas de Alfonso Guerra, político al que con los años voy admirando por ser sobre todo un estadista, aquellos sermones que advertían que “venía la derechona”, se quedan hoy en consejos dignos de la Madre Teresa de Calcuta.
Por lo visto, es obligatorio que el españolito de a pie tenga que sentir terror a que gobierne la derecha porque, si gana, la dictadura de Franco se va a quedar en anecdótica. Y si gana la izquierda, van a arruinar al país, o a lo que quede de país. Cataluña se independizará y detrás irán vascos y gallegos (y los de Albacete o Cuenca si se lo proponen). Así que los seguidores de la derecha en Facebook, en lugar de aportar algo ofreciendo nuevas ideas, lo único que hacen es sacar las vergüenzas de la izquierda para desprestigiarla. Y viceversa. Sólo leo ¡qué viene el lobo! en lugar de olvidarse del contrario y defender lo tuyo. Es como si comienzas a salir con una chica y, en lugar de alabarla en público, te ensañas con las novias de tus amigos diciendo que la una es gorda, la otra es fea y la de más allá es antipática, que si hubieras salido con cualquiera de las tres te hubieran hecho infeliz (aparte de la vida imposible).
El que arremete sin motivo, el que piensa que la mejor defensa es un ataque desmedido y a la desesperada, es porque realmente no tiene argumentos. Y eso es lo que les pasa a los usuarios de Facebook con respecto a la política, que, a falta de ideas, lo único que les preocupa es que no ganen aquellos que odian (porque, más allá de sus mensajes, lo que se vislumbra en esos mensajes es puro odio). Y como dirían en la saga de Star Wars, el miedo conduce al odio, el odio a la ira, y la ira al reverso tenebroso. Y ahí es donde vamos a terminar, en el reveso tenebroso del país.

Lo importante no es construir sino destruir. Así que todos terminaremos reconociendo a Darth Vader como nuestro padre.

Llevo un mesecito largo dejando de seguir los pensamientos incendiarios de aquellos “amigos” que únicamente utilizan Facebook para poner a parir al contrario sin aportar nada, sin ser positivos, únicamente sembrando cizaña. Y en verdad que estoy haciendo una buena criba. Cuando leo a algún botarate que lo único que hace es poner a parir a Casado, pues le conservo como “amigo” pero dejo de seguir sus mensajes absurdos, repetitivos y provocadores. Y lo mismo hago con aquellos ineptos cuya única obsesión es machacar a Rivera, Abascal, Sánchez o Iglesias. Estoy hasta los webos de leer una mierda que, en el 95% de los casos, es repetitiva o “fake”. Ahora solo leo a aquellos que me hablan de sus hijos, perros, partidas de ajedrez, running urbano, libros, viajes…, que sí, que algunas veces son igualmente cansinos, pero desde luego no me incitan a odiar a nadie. De hecho, esos mensajes me tranquilizan porque veo que hay una mayoría de personas que sólo piensan en vivir la vida sin sembrar de malas hierbas las de los demás. Y será monótono, pero da gusto.




miércoles, 13 de febrero de 2019

El striptease de Torra


No se me habrá escuchado hablar del puto procés nunca, o casi nunca, pero aquello con lo que se acaba de descolgar el robaperas de Torra es para comentarlo, porque es de esas cosas que uno anda esperando para dar cumplida respuesta.
El ínclito mangaparaguas ha soltado esta mañana en Onda Cero que (transcribo textualmente) “nosotros ponemos la voluntad de la gente, la democracia, por delante de la ley”. Es decir, que si no se ha explicado mal, lo que la gente dice va a misa y no hay ley que valga. Porque, lo que dice la gente, es democracia. Desde luego, lógica a tal imbecilidad no le falta. Si esto lo aplica al procés es porque lo considera una base fundamental. Lo que diga la gente es lo único válido. Da igual que se salte la Ley a la torera.  Por cierto, para que una ley sea justa tiene que provenir de una democracia. Claro que… Ufff, me lío. Vamos a quedarnos con su sentencia: “nosotros ponemos la voluntad de la gente, la democracia, por delante de la ley”.
Ahora vamos con silogismos. Si para Torra su gilipollez es un axioma y lo aplica a Cataluña, igualmente esa máxima también se podrá aplicar en cualquier otro lado, ¿no? Es de ley, digo yo, que lo que quieres para ti, tus excusas, tus razones, las mismas, sin cambiar una coma, sean válidas también para el resto. Porque si no lo consideras así, lo mismo estás arrimando el ascua a tu sardina y se te ve el plumero.

Cuando uno es un exhibicionista, hay veces que se desnuda sin darse cuenta y, claro, se le ve el plumero. Y Torra la tiene pequeña (la razón, quiero decir... y la inteligencia también).
Es decir, que si el silogismo es certero, yo voy a aplicarlo entonces a lo que me dé la gana. Por ejemplo, si la voluntad de la gente es hacer un referéndum para ver si quitamos el autogobierno a no sé qué región, se podría hacer, ¿no? Pero claro, el tonto de la baba dirá que ese referéndum solo se puede realizar en Cataluña. A ver… De momento esa región, porque no deja de ser una región como otra cualquiera, sigue siendo España, y por Ley, España es de todos los españoles. Ah, pero es cierto, usted antepone la voluntad de la peña sobre la ley. Por cierto, ¿qué consideramos “gente”? ¿Dos o más personas? ¿A partir de cuántas personas es gente? ¿Si se cae un puente con 50 personas ha muerto gente…? ¿Mucha o poca? ¿Dos millones de ignorantes son mucha gente? ¿Con respecto a qué, a la población total del planeta…? Y si usted antepone la voluntad de la gente que dice que sí, ¿qué ocurre con la voluntad de la gente que opina que no y que, por cierto, persona arriba o abajo, son la misma cantidad? ¿A unos sí y a otros no…?
Pero fíjese, payaso, voy aún más allá. Dejando Cataluña a un lado, dejando incluso la política, vamos a suponer que hay gente que le quiere colgar por los caprichos, aunque la voluntad de esa gente vaya manifiestamente en contra de la Ley (¡joder, qué coincidencia con otros planteamientos que usted expresa…!), En ese caso, ¿hay que anteponer la voluntad de esas personas a todo lo demás? No, bobotonto, no es una situación descabellada. Pongamos que son 200.000 los energúmenos que quieren rebanarle la autoestima y hacerse con ella un llavero. ¡Cuidado!: lo han decidido democráticamente; nadie les ha incitado a hacerlo (como ustedes, que no han incitado nunca a nada). ¿Nos pasamos la Ley por ese forro que está usted a punto de perder porque hay que respetar la voluntad de la gente? Eso es anarquía, gilitonto. Y no es buena. No lo ha sido nunca.
Así que, ilustre imbécil, me remito a lo que fundamenta una democracia. Lo primero es la Ley. Nadie está por encima de la Ley. Nada está por encima de la Ley. Si no te gusta la Ley, la cambias, que para eso es una democracia. Si no puedes cambiarla porque te falta, en este caso, apoyo, pues te jodes (con perdón) y trabajas para conseguirlo en las urnas. Porque esto es una democracia, la que te consiguieron mis padres (y seguramente los tuyos) para que ahora vayas tú haciendo el bufón. Si te saltas la Ley, te enchironan, como a los ladrones que se saltan la ley de propiedad privada, los asesinos que matan, los estafadores que engañan… Da igual la ley. El que se la salta, lo paga. Los  prendas que, desde ayer, están sentados en el banquillo, se la saltaron y ahora  les toca rendir cuentas. Por cierto, olé por lo cojones de Junqueras, poco acertado en sus decisiones pasadas pero coherente hasta el final, no como el cobarde, aprovechado, oportunista y bobo de…, de… ¿cómo se llamaba aquel muñeco esperpéntico?



lunes, 11 de febrero de 2019

Benditos burros


Había una vez un país de mierda lleno de burros. Existía una pequeña porción de burros que eran unos aprovechados, interesados y oportunistas. De ese grupito, había unos pocos que eran listos como comadrejas y egoístas como niños pequeños. Y de esa parte casi ya insignificante, los había ególatras, paranoicos, neuróticos y psicópatas.
Para hacernos una idea, en la cúspide de esa pirámide había algún ególatra, que además era listo y egoísta, aprovechado, interesado y oportunista, pero que, en cualquier caso, no dejaba de ser un burro. La diferencia con la inmensa mayoría de sus iguales (digo bien, “iguales”) era que el resto ignoraba todas sus demás cualidades.
Aquel país, que ya de por sí era de mierda, llevaba siglos yéndose lenta pero inexorablemente al abismo. Los burros se dejaban influir por cualquier cosa que vieran, escucharan o leyeran (el que leía, porque todos saben que los burros no leen, y el burro que va al circo puede llegar a leer, pero nunca entenderá lo que lee). Y todos los burros estaban encantados de caminar hacia la mierda. Los aprovechados, interesados y oportunistas también estaban felices de ver cómo iban a sacar provecho de aquella marcha. Lo que no sabían éstos era que había burros listos y egoístas que, lejos de dejar que se beneficiaran de aquella oportunidad, les dejarían sin nada, frustrados y cabreados como monas, porque aquella tajada, aquel río revuelto y sin sentido, estaba reservado a los burros ególatras, paranoicos, neuróticos y psicópatas que, con toda la frialdad del mundo, había tramado aquel caos para uso y disfrute propio.
A estos últimos les daba lo mismo si los burros eran engañados una vez más, si se quedaban sin comida, si sufrían enfermedades… Y nadie podía echarles nada en cara, porque habían sido la inmensa mayoría de aquellos que solo eran burros quienes les habían colocado ahí, quienes les permitían seguir haciendo lo que les daba la gana, quien incluso aplaudían todas y cada una de sus decisiones. Si uno de esos burros ególatras decía: ¡vamos a liquidar a los burros que siguen a ese neurótico!, todos aplaudían, incluso los aludidos, porque desde su posición, su líder les incitaba a ello. Y los neuróticos de arriba se miraban complacidos porque, después de la batalla, ellos recogerían las sobras y, a partir de los despojos, crearían una nueva situación para continuar con su empresa.

¿Lo reconoces? Es aquel al que estás votando. Y si no votas, entonces es el espejo en el que te miras todas las mañanas.

Y todos contentos porque los burros tenían a quién cocear, los oportunistas de quién aprovecharse, los egoístas de dónde acaparar, y los psicópatas un juguete que les entretenía y les hacía más y más poderosos.
Y en aquel país de mierda, todos continuaron felices con sus banderas, sus reivindicaciones, sus tiempos pasados que siempre fueron mejores, su posición indefinida, sus pensamientos caducos, sus fotos de frente o de perfil, su falta de rumbo, sus cambios de opinión, sus ideales trasnochados, su falta de ideas, exactamente igual que les pasaba desde hacía ya más de dos siglos. Pero jamás miraron hacia atrás para aprender, sino para sacar nuevas excusas que lanzarse a la cara. Bueno, en realidad los burros simples no veían ni eso. Ni los oportunistas. Ni los listos. Aquella maniobra de entretenimiento duraría otros dos siglos (o cien más) en manos de ególatras, paranoicos, neuróticos y psicópatas, porque la empresa les daba buenos beneficios y los burros, gracias a los dioses, continuarían rebuznando eternamente pero sin decir ni hacer nada. Benditos burros.



lunes, 21 de enero de 2019

Obsesión por Eurovisión


Que sí, que con los 53 bien cumplidos más de la mitad de la población puede considerarme un carcamal, y razones seguro que no le faltan. Pero si algo me ha interesado verdaderamente en esta vida ha sido la música. En mi casa tengo más de un millar de álbumes (y de dos), de todos los colores, de todos los estilos, de todas las décadas, en español, en inglés, francés, italiano… ¡hasta en turco! Y en swahili, japonés… Tengo (y escucho) música clásica, pop, rock, flamenco, tecno… Vamos, que aunque mi vida sea el rock progresivo, le doy a todos los palos. Y en una etapa cortita de mi vida hasta me subí a los escenarios. Y toco (o maltrato) algún que otro instrumento. Sé lo que cuesta componer una canción, arreglarla y lanzarla al público. Sé de lo que hablo, poco, pero lo sé.
Ayer noche, amnésico en lo que a la gala de Eurovisión se refiere, me puse a ver una película de acción que no valía un pimiento, pero que me entretuvo. Cuando terminó me encontré con la votación de TVE1 para ver a quién enviábamos este mayo a hacer el ridículo a Israel. Y digo bien porque, gracias a mi olvido, tan sólo tuve que sufrir un resumen de los 10 bodrios que no sé quién había seleccionado como candidatos a cagarla una vez más.
Me pregunto quiénes son las mentes preclaras que criban a los opositores para pasar a la historia del certamen como portadores de un nuevo fracaso. Soy seguidor amateur del festival, nada fanático, y es cierto que, desde que tengo memoria del mismo (allá en 1974 con el Waterloo de ABBA), pocas veces me he equivocado de quién tenía opciones de ganar. Incluso en un par de ocasiones, nada más escuchar la canción, he dicho “ésta se lo lleva de calle” y lo hizo arrasando (como en 1997 con Katrina & The Waves y su “Love shine a light”; ¡temazo!).

En España tenemos una incontenible obsesión por hacer el ridículo en el certamen. Solo así se explica la basura que solemos presentar al concurso.

Para ganar Eurovisión (o habría que comenzar a pensar que, para querer realmente ganar) no podemos presentar lo que ayer tuve la mala pata de sufrir aunque solo fuera por unos segundos: baladas soporíferas, ritmos machacones sin melodía, reggaetón… es decir, mierda envasada al vacío sin melodía, sin armonía, sin ganas, sin nada, canciones vacías. Admito que las canciones que, en los últimos años, se han alzado con el triunfo, no eran santo de mi devoción, pero tenían un mérito: al menos detrás del trabajo presentado se veían ganas de ganar, se notaba que los compositores, arreglistas e intérpretes, se habían preocupado al menos de indagar en aquello que gusta en esta Europa ya tan diversa que tiene de todo menos identidad propia, y transmitir (he aquí el quid de la cuestión), eso, TRANSMITIR trabajo y ganas de vencer, cosa que en España no tenemos ni una cosa ni mucho menos la otra.
En fin, que somos un país mediocre con formato esférico porque, se nos mire por donde se nos mire, el resultado es el mismo en política, educación… y tristemente, también en artes, incluida la música.