No sé si a
ustedes les ocurre lo mismo, pero yo he comenzado este 2022 con pereza, mucha
pereza. Las noticias ya no alarman. Aburren. Yo creo que es por falta de imaginación
en la Humanidad en general, en los políticos de esta Era allá donde quiera que manden,
que no hacen el webo enfocado a algo práctico, solo para el mundo de las ideas,
de sus ideas; en los medios de comunicación, que se rinden pleitesía a sus
dueños y se dedican a machacar a su público siempre sobre lo mismo; en nosotros
mismos, que tampoco le echamos ganas ya a casi nada.
Lo dicho: salgo
lastrado a recorrer este año. Pero si bien durante el anterior dejé este Blog
de la mano de Dios porque no tenía tiempo, ganas ni ideas para mantenerlo activo
(y casi se me anquilosa), ahora me he obligado a no dejarme vencer por esa
pereza de la que les hablaba. No es un propósito de esos que se hacen el uno de
enero. No. Es un acto terapéutico, es un no resignarse, un no dejarse llevar
por la corriente, un sacar el hocico de debajo del agua para tomar aire, un empeño
por no dejarse superar por los acontecimientos. Creo que las dos docenas de
cosas malas que están ocurriendo en el mundo son bastantes menos que las miles
de buenas que quedan enterradas por nuestro propio sensacionalismo interior.
¿O es que acaso
el puto virus, el precio de la luz, la inflación, las movidas de Putin, el
cambio climático o el desvarío habitual de cualquier Gobierno de este país nos
tiene que amargar la vida? Ayer trasplantaron con éxito el corazón de un cerdo
a un humano. ¿No es una pasada de noticia? Usted puede decirme que no le
importa, que no va a necesitar un corazón nuevo nunca. Ojalá se equivoque, pero
lo mismo les pasaba hace solo cien años a los diabéticos, que eran condenados a
una muerte segura hasta que alguien inventó la insulina y ahora colean hasta la
vejez.
Las noticias ya no alarman. Aburren. |
Como diría
Joaquín Sabina (un sabio para muchas cosas; un genio para contarlas y
cantarlas), nos sobran los motivos para ser felices, para estar bien, para
mirar la vida sin gafas de sol, porque una sonrisa, una caricia, una palabra
bonita, un gesto simpático, son un regalo, y todos los días alguien nos regala
esas cosas que no cuestan dinero, y ya le digo yo que curan penas y alejan el
espanto.
No le voy a
hacer el boca a boca a este Blog porque nunca estuvo moribundo. Simplemente me
voy a espabilar, que falta nos hace, sacudirnos un poco a nosotros mismos.
Feliz año a todos. También para mí.