El 20 de noviembre
de 1975 muere Franco y con él todo un periodo que ya duraba casi 40 años. No
voy a entrar en aquellos tiempos de la Segunda República o la Guerra Civil
porque me pillan tan a desmano que sería lo mismo que si le metiera mano al
reinado de Fernando VII, dicho sea de paso, una temporadita que, comparada con
la de Franco, no tiene desperdicio.
Voy a centrarme
en lo que viví sin apenas tener opinión ni juicio porque acababa de cumplir 10
añitos. Hoy, con una educación y unos estudios entre medias, y la perspectiva
que da el tiempo, creo que los seres humanos tenemos memoria para lo que nos da
la gana y, sobre todo, sea por esa memoria selectiva y oportunista, o porque pocas
veces pensamos en las consecuencias de nuestras acciones o sentencias, o porque
somos incapaces de pensar con un poco de amplitud de miras, tendemos a ser
simplistas, cortoplacisas, egoístas y aprovechones.
Personalmente
me importa un soberano carajo donde esté enterrado el dictador (porque de eso
no hay duda: este tipo era un dictador). Total, dentro de cien años apenas
nadie sabrá quién era o qué hizo. Sí, no seamos alarmistas. Pregunten ustedes a
cualquier joven que camina por la calle, sea universitario o no haya terminado
la enseñanza obligatoria, quién era Azaña, o Pi y Margall, o Primo de Rivera
(el falangista o el dictador). O quién era Carlos María Isidro, que éste, a
falta de liar una guerra civil, montó varias… Apenas nadie le sabrá decir quiénes
fueron y mucho menos qué hicieron. Por
ello, no hay que ser muy avispado para saber que al dictador tampoco lo
recordará nadie por mucho que esté enterrado en el Valle de los caídos o en un
parque temático.
A mí, lo que me
da pena de todo esto, de lo que le ocurre a este país desde hace unos años, es
que hemos redactado una Ley de Memoria Histórica pero nos hemos olvidado
totalmente de aquellos que hicieron posible que hoy tengamos un grado de
libertad que, incluso, nos parece pequeño. Porque hace 39 años murió Franco,
pero hace todavía menos tiempo, 38, 37, 36 años, hubo tipos tan dispares
como Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel
Fraga, Miquel Roca o Gregorio Peces-Barba por citar algunos, que olvidándose de
guerras pasadas, dictaduras eternas, plomo, cunetas, cárceles, injusticias y
falta de libertad, expolios, corrupciones y mil mierdas más, orientaron la proa
al norte, echaron pelillos a la mar y se olvidaron de todo y todos con tal de
darnos un futuro seguro, libre y mejor.
Ellos, que sí
tenían motivos para recordar y volverla a liar parda, justamente ellos,
hicieron oídos sordos a sus gustos, opiniones e impulsos, y escribieron el
punto y aparte más importante de los últimos años en la historia de este país,
un punto que nos ha dado al resto la oportunidad de vivir en paz.
Los españoles
somos así, dispuestos desde hace milenios a que las rencillas entre nosotros duren
eternamente, a estropear lo que otros arreglaron, a sacar la mierda que se
limpió y que incluso, los que más razones tenían para airearla, pensaron que
era mejor olvidarla. La cuestión es retroceder en el tiempo y, una vez más, volvernos
a plantar nuevamente en una España dividida, a cavar una zanja que cada día es
más ancha y generar un ambiente tenso que no para de crecer, donde, además, los
medios de comunicación toman partido, las redes sociales echan gasolina y a cada
persona se le da una cerilla. Hoy leo y escucho únicamente opiniones de personas
que, en su mayoría, o no habían nacido o apenas tenían uso de razón cuando
Franco murió. Pero ahí están, dándole al fuelle para que el fuego siga vivo.
Inconcebible.
Aquellos
políticos de la transición, dispares en sus ideales, contrarios hasta el extremo
en sus convicciones, hicieron de tripas corazón para que esto jamás volviera a
suceder. Es una lástima que tengamos memoria para lo que no tiene interés alguno,
en concreto, para lo que no nos conviene. Lo peor de todo es que, realmente, hay gente que nos obliga a tener memoria para lo que les
interesa a ellos, sean del color que sean. Una pena. Y un peligro. Nadie lo ve.
Y a mí me acojona.