Bufff… Se me hace
muy difícil ponerme a escribir. Hace una semana y pico, fiel a mis intenciones
de principios de año, me propuse dejar aquí mi opinión aunque fuera solo una
vez al mes. Entonces lo iba a hacer sobre mi salida a un cine después de un año
sin pisar una sala. Ya me dirán ustedes, una parida, pero bueno, me resultó
curioso ver el patio de butacas a medio llenar de espectadores, hormigas que no
dejaron de cuchichear hasta bien entrada la película. Se ve que nos hemos
acostumbrado a estar como en casa e todos lados y ya no sabemos ir al cine.
Pero esto de la
guerra en Ucrania me ha quitado los ánimos otra vez de casi todo. Porque la
historia se repite, porque parece que en Europa no hemos aprendido nada después
de dos desastres mayúsculos durante el siglo XX, porque en el planeta sigue
habiendo locos que son capaces a auparse al poder incluso legítimamente (ahí tuvimos
por ejemplo a Trump, y seguimos teniendo a Putin, al polaco, al húngaro…). Lo
del norteamericano aún tuvo remedio porque lo echaron a los cuatro años, pero lo
del ruso es la típica jugada absolutista que utilizaron insignes animales como
Hitler para perpetuarse en el poder, y que luego imitaron por ejemplo Castro o
Chávez. Manejo al pueblo a mi antojo para que, “democráticamente”, me perpetúen
en el poder.
A mí la guerra de
Ucrania me tiene ciertamente acojonado, y no ya solo porque es consecuencia de los
delirios imperialistas de un pirado, sino porque ese pirado tiene un botón
colorado que puede pulsar para liarla parda en el planeta, quizá por última vez
porque no quede nadie más vivo para volver a montar un circo. Y todos tenemos,
si no miedo, sí desde luego cierta tirria a la muerte, a pasarlo mal, a sufrir
(masocas aparte).
A Europa le han
tomado el pelo y ha tardado en reaccionar, pero desde luego lo ha hecho como se
esperaba, sin tibieza, con toda contundencia y sin pegar un tiro. Dispuesta a
asfixiar económicamente a Rusia, rezo para que esto no cabree más al ruso y se
le vaya la pinza. Claro que, aunque entre en razón, este tipo de maníacos no
son de los que se retiran, de los que se rinden, de los que aceptan su derrota.
Obligará a negociar un alto el fuego, y a ver cómo lo hacemos todos entonces.
Pues eso, miedito me da.
Anoche,
mientras conciliaba el sueño, imaginé nuestro planeta desde fuera, allá,
flotando en el espacio, perdido en el extremo de la galaxia, una de tantos cientos
de miles de millones de ellas en un universo infinito, una minúscula e insignificante
mota de polvo en la que los sueños de grandeza de un desequilibrado puede
borrarla del mapa cósmico como un lugar azul lleno de vida. ¿Por qué no se
pueden hacer las cosas bien? ¿Por qué la gente no puede ocuparse de sus propios
asuntos sin tener que molestar a nadie? ¿Por qué hay personas que se empeñan en
mirar hacia atrás y recuperar el tiempo perdido, un tiempo que jamás volverá?
¿Por qué hay muchos que sienten tantas ganas de venganza? ¿Por qué el poder
sigue corrompiendo al ser humano? ¿Por qué no somos conscientes de la suerte
que ya tenemos?
Continúo sin entender toda esta locura. |
Todas estas
preguntas podríamos habérselas hecho a líderes que provocaron conflictos en el
pasado y también a los que los crean en el presente, pero de la misma manera
nos las podríamos hacer cada uno de nosotros de manera particular, íntima,
circunscribiéndonos a nuestra vida diaria. Se las copio aquí de nuevo para que
vean que lo que hace Putin no es tan inverosímil que lo pueda hacer usted
mismo, o un amigo, o conocido, o un compañero. ¿Por qué no se pueden hacer las
cosas bien? ¿Por qué la gente no puede ocuparse de sus propios asuntos sin
tener que molestar a nadie? ¿Por qué hay personas que se empeñan en mirar hacia
atrás y recuperar el tiempo perdido, un tiempo que jamás volverá? ¿Por qué hay muchos
que sienten tantas ganas de venganza? ¿Por qué el poder sigue corrompiendo al
ser humano? ¿Por qué no somos conscientes de la suerte que ya tenemos?