Artículos así cuesta plasmar
en un papel, porque te llenas de rabia antes de plasmar la primera letra y, en
lugar de desahogarte mediante la escritura, lo único que sientes es crecer de
nuevo la ira en tu interior.
Hace un par de años se fue un
amigo mío con tan sólo 42 años, un tipo Nacho que era sanote, simpático,
alguien que vivió sin vicios conocidos o desconocidos, amigo de sus amigos…, y
un mal cáncer de piel se lo llevó por delante en apenas dos años.
Lo mismo le ha ocurrido hoy a
Tito Vilanova, de edad parecida a la de mi amigo, seguramente también un tipo sano
que no fumaba, no bebía, hacía deporte… y otro cáncer le da la puntilla. Punto
final.
Ahora podría ponerme a soltar
toda esa retahíla que reza que siempre se van los mejores, los que aún les
queda una vida o dos por vivir, los que no hacían mal a nadie, los que no
corrieron riesgos. ¿De qué sirve lamentarse sino únicamente para que la
desesperación te inunde y te quedes hecho unos zorros? Siento la muerte de Tito
muy cercana porque la vida ya me ha golpeado de igual manera cuando me quitó a
Nacho, y me revelo contra el destino, el ajeno y el propio. ¡Cuántas cosas por
hacer y de repente, así, de un día para otro, te dejan en fuera de juego y
luego expulsado!
Hoy hemos sufrido una auténtica injusticia en el fútbol. |
Sufrí la crisis de los 40
cuando aún no había cumplido los 39. Ves que la vida pasa demasiado rápido, que
se te escapa entre las manos y, ¡joder!, ¡te quedan tantas cosas por hacer!
Fueron un par de años duros viendo cómo la muerte me comía terreno sin tener
fecha fija de caducidad, porque gracias a Dios o al diablo no sé cuándo me
llegara la hora (mañana, en un mes, en un año, en 10, en otros 40…). Y entonces
decidí que todo este barullo desquiciante llamado vida no merece tomársela en
serio porque igual mañana no te levantas, o te deja postrado en una cama, o en
una silla de ruedas, o pegado a una máquina.
La vida es para vivirla sin demasiados
miramientos, con responsabilidad pero arriesgando hasta donde quieras
arriesgar, y aprovechando las oportunidades. Por eso, tomé la determinación de
coger la vida al vuelo, de no dejarme nada en la cartera, de viajar cuando y
cuanto puedo, escribir cuando y cuanto quiero, ir a un concierto, salir de casa
o quedarme en ella, ir con un amigo y perder horas de sueño si es necesario,
estar con mi familia o dejar de estarlo cuando toca, ver, amar, sentir, nadar,
cantar… sin dejar pasar la oportunidad porque seguramente nunca volverá. Y también
aprovechar para cuidarme y así tratar de exprimir la ocasión cuando llegue. Pero,
aún así, el día que toca beber bebo, el día que toca fumar fumo, el día que
toca saltar salto, río, lloro, voy, vengo… No quiero que esa puta de la guadaña
se equivoque otra vez como les ha pasado a Nacho o a Tito y se entretenga
conmigo. Porque, a ver, ¡lista e impertinente dama de negro!, habiendo tanto
hijo de puta suelto, ¿por qué te cebas con ellos ―que eran nuestro futuro― y te
dejas en la lista de espera a gentuza como políticos, banqueros, traficantes, mangantes,
chorizos, estafadores, cometarros, terroristas, obsesos, pedófilos, violadores,
atracadores, engañabobos… o a mí?
Tito: descansa en paz.
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