Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


viernes, 24 de abril de 2020

El calendario no sirve


Miro el calendario que tengo sobre la mesa. Cada día que pasa desde el 12 de marzo lo cubro con un marcador rosa. Y ya van casi seis semanas. ¿Es mucho o es poco? ¿Comparado con qué?
Comenzó el confinamiento emocionante para mí porque el Gobierno aún no había decretado el estado de alarma. Por circunstancias que no vienen al caso tuve que salir pitando de la oficina hacia casa. Sabía que ya no iba a salir en mucho tiempo. Me sentía un pionero. Esa jornada visité a todo correr el estanco, la gasolinera y el supermercado. La cabeza me iba a cien por hora, tanto, que al meterme en el súper dejé el coche en marcha sin darme cuenta. Ahí estuvo el valiente, media hora con el motor encendido y las llaves puestas esperándome en el aparcamiento como si fuera a cometer un atraco. Cuando regresé para cargar la compra en el maletero me di cuenta de que me lo podían haber robado con toda tranquilidad. Pensé que los ladrones no debían de acercarse con frecuencia a ese Mercadona. O quizá, que tenían la atención puesta en otras cosas, como me pasaba a mí. Así que ese 12 de marzo, sobre las 12 de la mañana, después de haber ido como pollo sin cabeza durante dos horas, me enclaustré en casita bajo siete cerrojos.

Cuando todo el mundo evangelizaba lo importante que era el “aquí” y el “ahora”, nos hemos dado cuenta de que hay un mañana imprevisible que siempre está a la vuelta de la esquina.
El párrafo anterior, si usted lo ha advertido, está llenito de números. El tema no es casual ni es baladí. Últimamente vivimos pegados a ellos a cualquier hora del día. Cifras de contagios, de fallecidos, plazos para la vacuna, para conseguir medicación eficaz, pérdidas en la economía, otra vez plazos pero ahora para la recuperación, millones de euros perdidos en material sanitario inútil, salario que nos va a quedar si estamos en el paro, o en un ERTE, y otra vez incremento de contagios, y de recuperados, y más días de confinamiento… Cifras, números, guarismos que nos marean, nos condicionan la salud mental, el ánimo, la esperanza. El calendario no sirve.
De nada nos sirve marcar ahora fechas en el calendario. ¿O sí?
Esperanza… Me hace gracia, porque una de las corrientes que más pegan ahora entre la población y en las Redes Sociales es esa de que hay que vivir el presente. Todo el mundo se arrimaba ahí porque te desconecta de la conciencia, esa parte de nosotros que nos va tocando las narices pero que, a mi entender, es fundamental para seguir caminando recto allá donde queramos llegar pero, sobre todo, a lo que queramos ser como personas. Los hay que antes de toda esta línea cuasi filosófica no utilizaba la conciencia o, directamente, no la tenían: delincuentes, criminales, ciertos políticos… Pero resulta que ahora, cuando todo el mundo evangelizaba lo importante que era el “aquí” y el “ahora”, de repente, nos hemos dado cuenta de que, pensemos lo que pensemos y creamos lo que creamos, hay un mañana, y ese mañana es imprevisible y está siempre a la vuelta de la esquina. Y el mañana que pintan algunos entendidos (o algunos tremendistas) es distinto, incómodo y, a veces, negro tirando a muy negro, casi como el reverso tenebroso de la Fuerza.

Si hoy no piensas un poquito en el mañana, habrá un momento en que el mañana dejará de ser hoy
Estaba muy bien eso que se difundía hasta hace dos meses, eso de “no te amargues la vida hoy pensando en el mañana”, eso de “todo está bien”. No fuimos cautos, previsores, no nos sentamos a pensar nunca porque pensar es malo, prevenir es malo, preocuparte por lo que importa es malo. Y lo es porque no te deja disfrutar el “ahora”, el “hoy”. Y entonces nadie hizo acopio de granos de trigo para cuando viniera el invierno. Y el invierno llegó. Y más crudo que nunca. Y lo hizo para quedarse una temporada. Ya lo dijo Esopo seis siglos antes de nuestra era, pero como esas enseñanzas requerían de esfuerzo, no te hacían tan feliz como practicar el onanismo a diario sin pensar que mañana te puedes quedar sin manos. Ahí nos detuvimos, sin ver más allá, sin esperanza. Y así, en casita, todos miramos ahora al Estado para que nos devuelva esa actitud paranoica de pensar en el hoy porque el mañana escuece.
En fin. Solo quería transmitiros mi reflexión para que hagáis con ella lo que se os pinte. Mucho ánimo, paciencia. Si os sirve de algo, creo que si hoy no piensas un poquito en el mañana, habrá un momento en que el mañana dejará de ser hoy.