En el último
artículo de este blog comentaba que la pandemia del coronavirus era abordada desde puntos de vista extremos y además todos, sin excepción, éramos víctimas
de la desinformación. Hoy, con un mes ya de distancia, me tengo que comer
varias de mis palabras porque el bicho era mucho más fuerte y peligroso de lo
que creía. Nos está dando de lo lindo, sin piedad con los mayores, con cierta
benevolencia con los más jóvenes, pero asustando a unos y a otros. A mí, personalmente,
y aunque suene a ordinariez, puedo asegurarles que no me cabe el bigote de una
gamba por sálvese la parte trasera.
En tiempos de
guerra, porque esto no deja de serlo, tenemos que estar todos a una. De nada
sirve criticar sin aportar soluciones. Si así lo haces eres parte del problema.
Incluso lo acrecientas. Deberíamos tener todos la boquita bien cerrada. Aquí nadie
sabe nada. Ni siquiera los científicos se ponen de acuerdo. Hay, además, que
tener en cuenta que una situación así era inimaginable, que nos ha pillado a
todos con el paso cambiado. Algún listillo dirá que ya sabíamos lo que pasaba
en China y no hicimos nada. Y mira en Italia… Y yo le preguntaría al listillo
si él, con su suprema inteligencia, ya sabía entonces que en España nos iban a
llover bichos como langostas de esta manera, que esto se le iría de las manos
al planeta. Si no miente, el listillo cerrará la boca, pero como de esos listillos
tenemos el país (y visto lo visto en estos días, el planeta lleno) lo mismo
tiene los webos de negarlo. En fin…
Aprovechando
que, usted lector, continúa leyendo, quiero hacerle partícipe de algo que me
ocurrió hace un par de días y que me dejó la sangre de gelatina. Recibí un
mensaje por Facebook de uno de mis contactos. Era una nota de audio, de esas
que recibimos cualquiera de nosotros todos los días. Estuve a punto de no
hacerle caso pero al final le di al botón. En el altavoz sonó la voz de un
hombre que, con discurso pausado y buenas maneras (el hijo de puta sabía cómo comunicar
de manera cuasi profesional), decía que todo lo que nos está sucediendo no es a
causa del virus sino de una confabulación de los poderes mundiales para
tenernos retenidos en nuestras casas bajo un estado policial de pánico y así, cuando
la pandemia pase o afloje, mantenernos manejados y acojonados. Que no había
virus, ni muertos, ni nada, que todo estaba premeditado, que debíamos
sublevarnos ante la situación y salir todos de nuestros agujeros hacia la
libertad… Vamos, algo así como el 1984 de Orwell (y esto lo pongo yo de mi
cosecha porque dudo que el delincuente este haya leído algo que no sea
ciencia-ficción de la barata).
Lo que menos se necesita ahora es a tontos de baba que enmierden el ambiente más de lo que está, y menos aún a sabiendas. Te puede ir la vida en ello. |
Ante tamaña
imbecilidad, contesté a mi contacto diciéndole que si se creía las tonterías de
la nota de audio que me acababa de enviar, que si para el tipo ese los 3.000
muertos que llevábamos entonces era una coña, que yo tenía verdaderas amigas que
son enfermeras que han visto correr los virus por los pasillos de los
hospitales, que si de verdad creía a ese imbécil. Le dije que lo que menos se
necesita ahora es a tontos de baba que enmierden el ambiente más de lo que
está, y menos aún a sabiendas, que no reenviara esa nota de audio a nadie más. Y
va mi contacto y me pregunta si de verdad creo que todo esto es a causa de un
virus, que debería creerme a pies juntillas lo de la confabulación porque es
real, que allá yo con mi futuro…
Uno se queda
sin palabras. Sí, sin palabras pero no sin dedos. Así que puse de patitas en la
calle (fuera de Facebook) a mi contacto porque nunca he juzgado las ideas
religiosas ni políticas, ni condiciones sociales, culturales, sexo, etc…, pero
los desaprensivos que pueden ser peligrosos y además se creen más listos que
nadie, la verdad, huyo de ellos como de este Covid 19.
La situación
que estamos viviendo no es baladí. Hay que tener paciencia, tranquilidad,
confianza y, sobre todo, sentido común. Ya ahora, nos guste o no, hay que dejar
maniobrar a los que realmente pueden hacer algo. Somos parte del problema si
únicamente criticamos. Somos imprescindibles y útiles quedándonos en casa con
la boca cerrada, que para abrirla y pedir que rindan cuentas tenemos (eso
espero) todo el tiempo del mundo.
Cuidaos todos
mucho. De casa al súper y del súper a casa una vez por semana, o menos si es
posible. Mascarilla, guantes y sentido común. Y si te agobias, sal a la ventana
cada día a las 8 de la tarde y aplaude como si te fuera la vida en ello porque,
si tienes mala suerte y la angustia te empuja fuera de tus cuatro paredes, lo
mismo, efectivamente, te va la vida en ello.
El sentido común es el más raro de los sentidos en el ser humano. Por desgracia. Aunque somos tantos en el mundo que, común, común, creo que no hay pocas cosas que tengamos en común. ¡Cada uno de su padre y de su madre!
ResponderEliminarBueno, en la variedad está el gusto. Si no, nos aburriríamos mucho, aunque hay veces que es preferible estar aburrido que tener los pelos de punta por gente desaprensiva que no tiene medida de las consecuencias que puede provocar con palabras como esas. En fin... Gracias por el comentario.
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