Adiós para siempre, 2013. ¡Vaya caca de año! ¡Una
mierda! Los más supersticiosos ya se lo temían, que terminando en trece nada
bueno podía traer. Por hacer un poco de memoria, este año que termina ―gracias
a Dios, al diablo o simplemente al paso de los segundos― hemos visto morir a personalidades
que marcaron una época, para bien ―Nelson Mandela― o para mal ―Hugo Chávez―. La
Casa Real se las ve y se las desea ―y lo que le queda― para seguir ahí arriba, lugar
donde hasta ya dudo yo, “Juancarlista” convencido, de que les corresponda.
También seguimos viendo cómo el ser humano continúa
siendo un animal irreflexivo, manipulable, ambicioso, avaro, egoísta, terrenal.
De ahí la campaña independentista en Cataluña, beneficio de unos pocos en pro
de no sé qué coño y para beneficio de los mismos que están en el poder. También
se aprueba una ley de educación con la que no comulgo simplemente por el hecho
de no ser consensuada, y de eso tienen la culpa todos, el PSOE, el PP y el
resto de fuerzas políticas, porque mucho quejarse ahora pero en cuanto alcanzan
el poder hacen de su capa un sayo. El político que gire el timón y haga una ley
consensuada pasará a la historia, dará nombre a calles, a colegios y hasta a
premios internacionales. Y con la ley del aborto pasa otro tanto. ¡Hasta en el
PP han salido voces críticas!, pero eso de ponernos de acuerdo para hacer algo
no mola.
El que sí mola ―no todo podía ser malo― es el
nuevo Papa, un argentino con los arrestos suficientes como para darle un revolcón
al Vaticano y al rumbo que estaba tomando el cristianismo. Si no se lo cargan
―en el sentido literal de la palabra― está llamado a hacer cosas grandes, a conseguir
una modernidad que no será total pero que pondrá a la Iglesia más o menos en su
sitio. Le pido a Dios ―o al universo― que le dé fuerzas para hacer cosas buenas
y, puesto a ello, a comerle el coco a la gente de buen rollo.
Y ahora nos queda el 2014, que no va a ser moco de
pavo, porque si bien este año que hoy acaba ha sido como para enmarcar en la galería
de los horrores, aún nos queda un webo por hacer, y no me refiero a salir de la
puta crisis, que antes o después se termina saliendo, sino a meterle mano de
verdad a lo importante, a la política de este país, a la educación de nuestros
niños, que es lo más importante porque, si todavía usted no se ha dado cuenta, serán
quienes cuiden de nosotros dentro de 30 años, y por lo que veo, nos meterán en
un corral como al ganado para ver cómo morimos lenta y solitariamente mientras
ellos practican al 100% lo que mes hemos enseñado: pasárselo bien sin mirar a
quien y sin importarles una mierda el resto del mundo. Por eso, dejaran palmar
a sus mayores, y a los pobres, y a los oprimidos, y a todo Dios.
No quiero ser apocalíptico porque en estos tiempos
si uno no practica el optimismo es mejor que se vuele la tapa de los sesos
―consejo que, por cierto, les doy de todo corazón a terroristas, políticos
corruptos, pederastas, violadores y asesinos, todos ahí, de la misma calaña y
en el mismo grupo―. Lo que sí quiero es que, a ser posible, el día 2 de enero
no se nos hayan olvidado los buenos propósitos.
Ya, claro, misión imposible. Pues vamos dados.
Feliz año, al menos, hasta las doce del mediodía.
P.E.: Schumacher: nunca me has caído simpático, pero tienes que salir de ésta para demostrar que las cosas se consiguen con esfuerzo, suerte y dos webos. Abrazo gordo.
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