No sé si es que
durante los últimos tiempos vamos definitivamente marcha atrás, o es la edad la que
me hace apreciar la gravedad de asuntos que antes no veía. Quizá sea una conjunción
de ambas cosas, porque hace unos días leía unos artículos de Mariano José de
Larra y al joven maestro, allá por 1833, le ocurría política y socialmente como
a mí, que veía el futuro negro zaíno.
El resto del planeta
no nos va a la zaga. Políticamente España sigue siendo un circo lleno de
animales y payasos. Aquello de la transición, las legislaturas de UCD y las dos
primeras del PSOE son un espejismo, algo casi inédito en nuestra guadianesca historia
democrática. De veinte años a esta parte vamos desbocados. Que no cunda el
tremendismo, que lo mismo les ocurre a otros países como Reino Unido, Italia,
Francia o Estados Unidos. No quiero hacer comparaciones con Venezuela,
Argentina o Turquía (por citar algunos ejemplos) porque considero que aquí somos
un poquito más sensatos, aunque con tanto populista, yendo de continuo con su
burra al trigo, pueden provocar que se tambaleen el poco bienestar social que
nos queda, la paz y la libertad. A estos defensores de los decretos por cojones en cualquier parte del mundo no les importaría
practicarlo aquí ellos mismos.
Vivimos en los
tiempos del ombligo, esos días en los que solo vale mirarse a uno mismo sin importar
qué ocurre alrededor. Maduro lo hace en Venezuela. Puigdemont en Cataluña.
Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera en España. May en el Reino Unido. Trump en USA.
La Merkel en Alemania. Erdogan en Turquía… Es decir, aquí prima el “primero yo, luego yo y después
yo”. Esta receta ya ha sido muy empleada a lo largo de la Historia (lejana y
reciente), y los resultados siempre siempre SIEMPRE han sido nefastos. Al igual que le ocurría a Larra hace
170 años, la cosa ahora está fea (y el maestro del periodismo moderno no se equivocó,
que de no haberse volado la cabeza a sus 29 primaveras, hubiera visto dos
revoluciones europeas del copón de la baraja -y en España ya no te cuento, una década ominosa y primera guerra carlista…-).
Pintan bastos para el futuro. No solo España cae en el desamparo con la talla de sus políticos. Es una epidemia mundial. |
No quiero se
agorero, pero los ingredientes que estamos echando a este caldo nos van a
proporcionar un cocido de proporciones colosales y consecuencias homéricas. Ojalá
me equivoque, pero en Venezuela se va a liar gorda, en Cataluña también (gorda,
bien gorda; lo mismo la semana trágica de Barcelona de 1909 se queda en
anécdota de jardín de infancia). Theresa May también la va a liar buena en su
país y, por ende, en la Unión. Trump no va a tardar demasiado en hacer lo
propio en su país, y el efecto dominó se llevará por delante varias docenas de países
más (si no es todo el planeta, que negar el cambio climático lo van a pagar
nuestros nietos pero a base de bien). ¡Ah!, Corea del Norte juega en otra liga, pero pone su granito de arena.
Pintan bastos
para el futuro. En España no vamos a saber manejar ninguna de las tormentas que
se nos vienen encima porque ninguno de los políticos de primera, segunda o
tercera línea tiene talla, conocimientos y sentido común para afrontarlas. Y no
hay que tirar la caña muy lejos para saber lo que vamos a pescar. Si les
parece, quedamos citados -por ejemplo- a partir del 12 de octubre -por concretar
una fecha-, y comentamos lo ocurrido. De momento, ¡hagan juego, señores!, y
apuesten sobre lo más inmediato: la que se avecina en Venezuela y en Cataluña.
Pueden hacer un único envite porque, no nos confundamos, ambos casos son las
dos caras de una misma moneda, una moneda con dos ombligos.
Pues... podría decirte que lo ves un poco negro, pero la realidad, es la realidad, estamos en un despropósito, en un gran retroceso de libertades. La Tierra tardará diez, cien o mil años en regenerarse. Nosotros tenemos perdida la batalla.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Julia.
ResponderEliminarSí, quizá un haya exagerado un poquito, pero creo que hemos estado muchos años quitándole importancia a los aspectos más importantes d ela vida, y poniendo pañitos calientes cuando había que haber actuado de raíz en ciertos momentos. Si no se mantiente el jardín arreglado, pronto se te llena de malas hierbas y, como estamos viendo, las malas hierbas crecen en todo el planeta con independencia de color político o preferencia religiosa. Se ha perdido la sensatez, la generosidad, el sentimiento de comunidad. Tanta globalidad y tanta leche y solo vemos lo que nos ocupa como individuos en el presente, que incluso el futuro de nuestros hijos nos la trae al pairo.