Supongo que a todo el mundo le toca las narices esa figura típica del clarividente ostentoso, esa persona que se cree tocado por una mano divina (sea creyente o no), presume de estar por encima del bien y del mal y, además, hace alarde de ello con prepotencia y desprecio. Si no se me entiende, si el lector no es capaz de conceptualizar o visualizar lo que les estoy diciendo, piensen ustedes en Hugo Chávez y disiparán sus dudas.
Si el famoso y televisado en directo “¿Por qué no te callas?” le hizo bajar unos escaloncitos hacia la tierra, el tipo está empeñado en volver por sus fueros para quedarse eternamente entre las páginas de la Historia ya sea en forma de estatua, de calle, de plaza, de nombre de aeropuerto o de supermercado. Porque lo que no puede negar es que su misión política y social ha fracasado, y algo tiene que hacer para perdurar en la memoria colectiva venezolana. ¿Y qué mejor propuesta que la de caer como un mártir menospreciando la propia vida?
No quiero aventurar lo que no sé, ni banalizar una vida, una enfermedad, una muerte o una supervivencia, ni mucho menos presuponer lo que puede maquinar una mente humana cuando el cáncer llama a la puerta del cuerpo que lo sostiene igual que hace el paje de la dama de la guadaña, pero la noticia que ha publicado hoy la prensa me da qué pensar, y como los refranes son sabios y dictan que “piensa mal y acertarás”, me he puesto a darle una vuelta al asunto.
Y es que la renuncia de Chávez a concluir sus ciclos de quimioterapia para controlar su cáncer de próstata me parece digno de alguien que, o bien tiene poco apego a la vida, o bien tira la toalla fácilmente. Y creo que Hugo Chávez no tiene pinta de pertenecer a ninguno de los dos grupos. Así que se me ocurren otras dos hipótesis, quizá tres: la primera es que todo es propaganda gubernamental, que el cáncer está curado (más o menso) y el Estado ha lanzado esta noticia para presentarlo como un superhombre y hacerle crecer como líder comprometido con el pueblo y desprendido de su propia vida. La segunda es que, en verdad, la enfermedad le come terreno -con o sin ciclo de quimio- y el tipo ha decidido publicitar su agonía en pro de conseguir que su nombre perdure a toca costa. Y existe, como decía, una tercera posibilidad, esa que me dicta la mala leche y que dice que hay cierto tipo de cerbataneros que se creen por encima del bien y del mal, y que su ignorancia les obliga a hacer y decir rosarios enteros de sinsentidos y gilipolleces.
Ahora, querido lector, escoja usted la opción que, de las tres que le he ofrecido, se ajuste más a su criterio. Por supuesto puede haber una cuarta, pero a mí no se me ocurre. En cualquier caso, haga como yo y no se alegre de las desgracias ajenas, que cualquier día éstas pueden llamar a su puerta. Así que, por lo que a mí respecta, ¡salud para Hugo Chávez!, aunque sólo pueda desearle eso.
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