Dan ganas de hablar sobre lo ocurrido en días pasados en el parlamento catalán, pero la verdad es que confieso que soy un cobarde, que no me atrevo. También es cierto que no tengo demasiadas armas como para ponerme a atacar o defender una situación como esa, donde dos terceras partes de un parlamento se declaran soberanas para hacer lo que les dé la gana, y una tercera dice que son parte de un territorio mucho mayor que ya se encarga de pensar y hacer por ellos. Esto debe de ser como cuando un hijo dice que se va de casa por sus santos cojones y tú, como padre, le dices que por mucha mayoría de edad que tenga, se hace lo que tú digas.
La situación es, cuanto menos, preocupante, y lo digo desde mi prisma absolutamente personal, sin visión histórica o de Estado, en absoluto política. Porque a mí, personalmente, me importa tres narices sin un territorio se queda o se va, si dice que tiene 1.000 años de historia o los deja de tener. Es que no lo he entendido jamás ni lo entenderé, como el amor exacerbado a una bandera, a una lengua o a un himno, vamos, ni siquiera al del equipo de fútbol, mucho menos a algo tan intangible para mí como un país, puede hacer enloquecer a la gente. Me he sentido en casa en tantos lugares y tan alejados de aquí…
Lo del otro día en el Parlamento de Cataluña es triste y absolutamente improductivo. Ya lo dije en un artículo en septiembre de 2011 (http://loquesemepinta.blogspot.com.es/2011/09/nacionalismo-monumental-en-barcelona-o.html) y no voy a echarme ahora atrás. Aquí va a salir perdiendo todo el mundo. España se quedará sin una parte muy importante de su territorio y Cataluña se quedará solita en el mundo o, si hay milagro, bajo el yugo de la Unión Europea, que es mucho más puta que España y además te puedes ir de ella cuando te dé la gana, pero ya no te dejan volver. Lo que va a hacer Cataluña es irse de Málaga para meterse en Malagón. Desde mi punto de vista, la van a cagar, pero a mí nadie me ha dado vela en este entierro, así que no tengo por qué decir nada.
En cualquier caso, pienso que hay en ellos algo de victimismo y algo rabieta de niño pequeño, excusas amparadas en supuestas conspiraciones, mucho de encabronamiento, sí, como cuando a alguien le pillan haciendo algo mal y piensa que no hay mejor defensa que un buen ataque. Ya dije que nadie prohíbe banderas ni himnos, ni lenguas ni escritura, pero por allí se sigue erre que erre, y yo, personalmente, empiezo a estar cansado de algo que, sinceramente, no me importa un carajo. Lo mejor de todo es que, si por fin triunfa la independencia y Cataluña se separa de España, no va a haber ni una gota de sangre, y eso ya es mucho. Seremos civilizados como la República Checa y Eslovaquia, que se divorciaron de mutuo acuerdo y se acabó. Y aquí, si se da el caso de abrumadora mayoría, pues eso, que hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo. Por cierto, abrumadora mayoría no son dos terceras partes, es muuuucho más, como un noventa y un webo por ciento, por ejemplo.
Un país (o una nación, o un Estado, como coño quieran llamarle, que es que hay veces que nos la cogemos con pinzas para hablar) es un conjunto de señores en un territorio a los que les gusta vivir juntos y a los que les unen un montón de cosas. Si eso no se cumple, adiós buenas tardes, y aquí paz y después gloria, que a mí la unidad de España me importa sólo cuando todos queremos mantenerla, y ya veo que no es el caso. Eso sí… Si allí hay una tercera parte de catalanes (o residentes en Cataluña) que quieren quedarse como españolitos, que se las apañen y se las vean con el otro sesenta y seis por ciento, o que vayan pensando en emigrar a otra parte. Al fin y al cabo, supongo, que ese tercio que se quiere quedar unido a España además ya tendrá sangre emigrante, ya se sabe, andaluces, extremeños, castellanos, gallegos… a los que no les importará vivir en un país distinto o volver a su tierra, bien por Navidad, bien para siempre. Por cierto, a estas alturas de la película… ¿quién puede asegurar tener la sangre pura? Ni dios, ya se lo digo yo.
Y ya, para terminar, me surge una duda que nunca nadie tiene las agallas de responder. En el hipotético caso de que se haga un referéndum para la independencia… y salga una mayoría que diga que no, que Cataluña se queda en España, ¿qué cojones van a hacer los políticos? ¿Dimitirán? ¿Volverán a pedir otro referéndum dentro de unos meses cuando vean que a la Diada ha ido otro millón de personas? ¿Aceptarán su derrota? Porque es muy fácil creer que se juega sobre seguro, pero si luego la tortilla se da la vuelta y, supongamos, la realidad te golpea en todos los morros… Pues eso,
será de nuevo el momento del victimismo, la conspiración, la rabieta de niño pequeño, el encabronamiento…
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