Soy usuario
moderado de redes sociales, tan moderado que únicamente tengo Facebook y Twitter.
En la primera publico poco y trato de que sus contenidos tengan que ver con mi
profesión de escritor, y poco con otros asuntos, entre ellos los personales. En
Twitter, la verdad, apenas publico nada, quizá porque todavía no sé sacarle buen
partido.
Con respecto a
Facebook, mis consultas y publicaciones me hacen pensar que esta red (supongo
que como todas) no es otra cosa que una vía de escape a nuestras paranoias. También
es un refugio para psicópatas, obsesivos-compulsivos, solitarios, ególatras, tímidos
e inadaptados sociales, o de aquellos que están demasiado adaptados, es decir,
de la inmensa mayoría de nosotros, porque todos tenemos un poco de paranoicos,
psicópatas, obsesivos y ególatras. Todos necesitamos en algún momento (o en todos)
hacernos oír y poder decir esas cosas que, o bien no nos atreveríamos a proclamar
en público, o bien, aunque las hiciéramos, no nos haría nadie ni caso.
Las redes nos descubren nuestras manías, nuestros puntos débiles, nuestras obsesiones. No solo lo hacemos de forma voluntaria sino inconsciente. |
He hecho un estudio
basado en la observación de los mensajes que me proporcionan los más de 600 contactos
que tengo en esa red. Es un estudio apócrifo sin ningún carácter científico,
sin pies ni cabeza, un estudio intuitivo que no sirve para nada, algo que no he escrito, pero que me ha
valido para (por ejemplo) clasificar de forma muy simplista a los que publican en una serie de grupos:
1. Los que
no tienen hijos pero sí muchos paisajes. Su vida son fotos de catálogo
de vacaciones con o sin él/ella incluido en la imagen. Son felices en las fotos
y seguramente fuera de ellas. Los hay que publican para compartir su alegría, y
los que lo hacen fundamentalmente por joder y, sobre todo, para que alguien en
el mundo sepa que están vivos porque nadie les hace ni puto caso.
2. Los que
no tienen hijos pero sí mascotas. Su vida es una mascota (o varias).
Perro en mil posiciones. Gatos en otras mil. Hurones simpáticos. Pájaros,
ranas, reptiles, caballos… Su vida es aquel bicho al que le dan todo su amor y
toda su atención. Y el resto de sus contactos están obligados a reverenciar al
animalito en cuestión, que por supuesto es el mejor y más adorable del mundo.
3. Los que
tienen hijos. La vida es solo hijos (y suele ser uno curiosamente;
quizá el primero de dos o tres; seguramente el único). Esta opción puede estar
peligrosamente combinada con la nº 2, de la cual nacen imágenes de niño/perro,
niño/gato, niño/niña, niña/niño, niño/tarta/globo… Pero siempre niño, del derecho
del revés, también el más rico, adorable, guapo e inteligente del mundo.
4. Los
que tienen heridas en el alma, o el alma hecha un lío, o no saben si
tienen alma, o no la tienen pero creen que sí… La vida son freses célebres,
manidas, a granel, aforismos, consejos, advertencias, obviedades, verdades como
templos o mentiras como catedrales, textos atribuidos a personas desconocidas o
falsamente a otras conocidas. Toman como dogmas de fe cualquier sentencia
lapidaria que han encontrado en la red sin contrastarla. Muchas veces huyen de
aquellas que llevan vigentes miles de años (Jesucristo, Buda, Mahoma, Platón,
Santo Tomás, ¡coño!, a cualquier filósofo, pensador, escritor, estadista o similar que tenía dos dedos de frente). El truco es que suene bien. Y esta
ristra de frases hacen su vida y generalmente, tratan de que la tuya entre por
el aro a base de recordarte lo simple, bobo y perdido que eres.
5. Los
que confían en un único ser divino. La vida es solo Dios. Y aquí meto a
todos los dioses, en singular monoteísmo o en plural politeísmo, con cara o sin
forma definida, eso que llaman energía a secas. Están íntimamente relacionados con los anteriores del nº 4, pero
en este caso suelen ser más cristianos que otra cosa. Cuando publican está Dios
por algún lado, sea recién nacido, crucificado, vivo, muerto, orante o
predicador… Todo y todos en nombre Dios.
6. Los
que solo atienen a sus necesidades físicas o fisiológicas. La vida solo
es correr, saltar, comer, cagar y (si no fueran mentirosos) follar. Al igual que
les pasa a los del nº1, publican para que alguien en el mundo sepa que están
vivos porque quizá seguramente saben en su fuero interno que nadie les hace ni
puto caso.
7. Los
aficionados. La vida es solo su afición. Aquí hay pintores, escritores,
fotógrafos, cocineros, músicos, poetas, lingüistas, alfareros, repujadores,
cinceladores… Vaya, de todo. Promocionan lo suyo pero también lo ajeno.
Generalmente suelen escoger bien sus aportaciones pero, de tanto repetirse,
resultan cansadas. Eso sí, no se te olvidará nunca que fulanito (por
ejemplo) toca el saxofón.
8. Los
fanáticos. Son como los aficionados pero llevados peligrosamente al
extremo. La vida es su afición, curiosamente una afición que solo les ocupa a
ellos y te la tragas te guste o no te guste. Masifican y pierden todo su
encanto. Esto llevado a cualquiera de los otros grupos resulta letal. Dan ganas
de desprenderse de ellos.
9. Los
profesionales. La vida es su profesión. De ellas comen o malviven pero
aun así la promocionan como buenamente pueden, con más o menos verdades o mentiras.
Utilizan la red como instrumento y medio de llegar a los demás. Se distinguen
del nº 7 y nº 8 en que lo hacen de forma sopesada, medida, esto es, profesional.
Son tan apasionados como los del nº 7 pero muchísimo menos cargantes que los del
nº 8. En el término medio está el camino hacia el éxito.
10. Los gilipollas (sin acritud y
sin ofender). La vida es su vida y tú tienes la obligación de conocerla a todas
horas. Son esos cachondos que cada 5 minutos te dicen lo que les pasa (generalmente
nada) con frases e imágenes tan trascendentales como “buenos días”, “buenas noches”,
“feliz martes”, “tengo hambre”, “tengo frío”, “voy a cagar”, “mi café de por la
mañana”, “me voy a la compra”, “me duele la tripa”, “mi mujer me la está
pegando con otro…”, “mi padre murió ayer...”. Al igual que les pasa a los
del grupo nº 1 y nº 6, rellenan espacio
en su muro para que alguien en el mundo sepa que están vivos porque, lo dicho,
seguramente nadie les hace ni puto caso aunque en muchas ocasiones estén
rodeados de gente.
Todos tenemos
algo de los 10 grupos aunque seguramente también nos encuadramos más en uno de
ellos. Si esa cerrazón por uno de los grupos nos ocupa más del 75% de nuestras
publicaciones, por lo menos ante mí, date por clasificado. Sin acritud, sin
menosprecio, sin mofa, con toda la compresión del mundo, pero clasificado.
Y hasta aquí
esta categorización que no sirve para nada pero hace pasar el rato y,
seguramente, te habrá dado qué pensar, aunque sea para ponerme a parir y ya de paso clasificarme.
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