Hace exactamente
26 años que visité por primera y única vez el Peñón de
Gibraltar. También la llaman la roca. A mí me gustaría bautizarla como El Mojón.
Es más español, aunque realmente, después de haber visto lo que allí vi, por lo que a mí respecta se lo pueden ir quedando. En Gibraltar no hay nada que merezca la pena contar, conservar o de la cual sentirse orgulloso, algo por lo que discutir con un británico. Que El Mojón de Gibraltar sea una
colonia británica, aparte de decimonónico, no tiene por qué resultarnos más que
el trastorno de tener un vecino molesto. Y la verdad es que a eso, a ser
vecinos molestos, les ganamos a casi todos en el mundo (menos a los chinos). Yo
no conozco nada más cargante que un andaluz dispuesto a tocarle los webos a su
vecino.
El Mojón no deja
de ser una parcelita de mierda entre Europa y África. La importancia
geoestratégica del lugar es innegable aun estando en pleno siglo XXI. Supongo
que un buen satélite resuelve muchas de esas necesidades. El resto, con una
Armada del copón de la vela como la británica, está solucionado. Tampoco España
se tiene que sentir en inferioridad de condiciones. Estando a un kilómetro
(exactamente a dos) al oeste de Gibraltar, el tema geoestratégico no debería
tener mucha importancia. Otro tema es tener a un “borracho bebepintas” como
vecino en un paso tan importante como es el Estrecho para poder ejercitar en la
zona su prepotente, obsceno y macarra “ordeno y mando”. Eso resulta incómodo e,
incluso, peligroso. No hay nada que hacer cuando discutes con quien se cree el
pueblo elegido de Dios con los habitantes más inteligentes de la galaxia.
Tocar las
narices a los británicos no es buena idea. Si lo hacemos (como poder, podemos
hacerlo), nos arriesgamos a que el número de turistas colorados como gambas y cocidos
como langostinos descienda en picado (y son muchos millones de hooligans los
que vienen aquí todos los años). A la vez que estos comedores de fish & chips se desvían a Croacia (por ejemplo), pagarían alguna que otra represalia los 300.000
españolitos que curran en U.K. Total: que si ellos no vienen y encima nos
devuelven a los compatriotas que se han ido, hacemos un buen pan. Asumamos de
una vez que, como somos un país mediocre -muy mediocre-, tendremos que tragar
con lo que pase (que será sin duda alguna contrario a nuestros intereses). Tengo
por seguro que nos volverán a humillar como llevan haciéndolo casi 300 años, y
encima tendremos que dar las gracias.
Pero que nadie pierda
el sueño con Gibraltar, porque eso va a seguir así por lo siglos de los siglos. No merece la pena. Únicamente nos queda seguir usando nuestra arma secreta: utilizar la gama de insultos
del castellano -la más amplia e imaginativa del mundo- para ciscarnos en ellos,
su historia, su imperio y su reina, aprovechando que un inglés jamás aprenderá
español así lleve aquí 40 años veraneando en la Costa del Sol.
Mi madre (y mi
abuela) decía que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Pues eso es lo
que nos queda. Poco más.
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