Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



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UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


martes, 14 de noviembre de 2017

A propósito de los gatos

131 no parece un número redondo, pero este artículo suma esa cantidad a este blog que está muy cerca de cumplir 7 años. Y el 7, dicen, sí es un número mágico. Porque siete son los brazos de un candelabro judío, o los enanitos de Blancanieves, los pecados capitales, las maravillas del mundo o las vidas de un gato.
A mí no me gustan los gatos. Encuentro que son animales tan despreciables como despreciativos, bichos más o menos bonitos que van a la suya y que, fundamentalmente, en lo que se refiere a su relación con el ser humano, se mueven únicamente por interés. Solo se acercan a ti cuando tienen hambre o les apetece que les rasques la tripa. He tenido enemigos que merecen más consideración que un gato.
Y además, para colmo, atesoran siete vidas para envidia de nosotros los mortales que apenas nos da para vivir una y malamente. Por eso odio además a los gatos, porque estoy seguro de que viven sus siete vidas de la misma manera miserable e interesada. Dicen que son inteligentes, pero yo solo los considero astutos y zalameros, truhanes y malintencionados.
Desde luego, no quiero ser como un gato, pero sí envidio esa posibilidad de tener varias vidas. Yo me conformaría con una más. Las otras cinco serían demasiado regalo y seguramente las echaría a perder. Pero una vida, solo una más, siendo consciente de lo que voy acumulando en ésta (en la que llevo ya recorridos 52 años), daría para hacer las cosas mejor y, sobre todo, hacérselas más fáciles a los demás.

Prefiero convertirme en cucaracha antes que en gato.
Porque en más de medio siglo me ha dado tiempo a aprender que la vida no es justa pero que el tiempo suele poner a casi todo el mundo en su sitio; que aquel que siembra terminar por recoger exactamente aquello que ha ido repartiendo; que una sonrisa vale más que un grito; que la paciencia bien entendida y bien soportada te libra de muchas preocupaciones inútiles; que la buena voluntad no solo tranquiliza conciencias sino que es una inversión sólida a largo plazo; que el ejemplo es la mejor de las enseñanzas; que tener la conciencia tranquila no siempre es sinónimo de felicidad y salud, pero ayuda a conseguirlas; que siempre, siempre, siempre sale el sol; que es maravilloso ayudar, tanto como la valentía que se necesita para decidirse a pedir ayuda; que el tiempo no es lineal ni rítmico ni recto, que a veces pasa lento y a veces demasiado rápido, que una temporada vamos cuesta arriba y otra cuesta abajo, y que siempre está lleno de curvas, curvas tan cerradas que, en más de una ocasión, nos volvemos a encontrar con nosotros mismos en una situación que ya hemos vivido. Y es justamente en ese momento cuando, como un gato, podemos disfrutar del privilegio de enmendar lo que hicimos mal (o de mejorar lo que hicimos bien). Conformarse sería actuar como un gato, y a mí no me gustan los gatos.

Hoy me siento feliz por todo lo que me ha dado la vida: lo bueno, lo menos bueno, lo malo o lo rematadamente peor. Pero eso es exactamente la vida, una especie de caos que te da la oportunidad a cada segundo de sacarle lo mejor, lo más bonito, lo más emocionante, lo más intenso. Y como solo tengo una vida, así lo hago. No pierdo el tiempo rozándome contra una pantorrilla como haría un maldito gato.


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