Falta de
tiempo, que no de aganas. Siempre lo digo y la excusa se me queda muy sobada,
pero es que no tengo otra explicación. Veinticuatro horas se me quedan cortas
para todo, para lo que me gusta y lo que no. Y este año, esa intención, ese
compromiso de escribir en el blog se va diluyendo como las intenciones de un
político a medida que avanza su mandato, y yo no quiero parecerme a un
político, ni por todo el oro del mundo ni todo el amor del planeta.
Hablando de
políticos: ahí tenemos al repudiado y posteriormente aclamado Pedro Sánchez, Presidente
del Gobierno. ¡Tócate los webos! Si me hubiera pasado a mí, me temblarían las
canillas porque no es lo mismo querer serlo que, de la noche a la mañana,
encontrarte sentado en el retrete de la Moncloa. Pero a este tipo de personas
no se les mueve un pelo. Han nacido para eso.
Creo que ya lo
he dicho en alguna ocasión, que a mí, este hombre, no me gusta nada de nada.
También es cierto que solo lo conozco por lo que sacan de él los telediarios, y
a partir de ahí únicamente te puedes hacer una vaga idea. Y creo, sinceramente,
que todo el mundo tiene derecho a un voto de confianza, sea del color que sea,
del equipo de fútbol que anime, o de la religión que practique.
¿Quién no ha
dicho alguna vez que, si llegara a ser “lo que sea”, haría tal y cual cosa…? En
el trabajo o en la comunidad de vecinos, todos nos hemos querido subir a la poltrona
para cambiar las cosas. Incluso, en un alarde de imaginación y soberbia, nos
sentimos capacitados para ello. Y en ocasiones además lo estamos. Lo que nos ocurre
es que sabemos que las circunstancias no nos van a permitir nunca llegar hasta
ahí, arribita del todo. Pero imaginemos que un día, de repente, estamos
encaramados donde ahora está nuestro jefe (p.e.), y por fin conseguimos que nos
dejen afrontar las situaciones como creemos que hay que hacerlo.
Ese es el
beneficio de la duda que le dejo a Pedro Sánchez, pero solo de momento. Ni en
sus mejores sueños se vio sentado en la Moncloa, mucho menos tan rápido. Lo
repito: este señor no me gusta, pero nada. Sin embargo, igual es de esas
personas que, de repente, se destapa como un buen… (no sé si calificarlo de
estadista, gestor, político…), me vale casi como un buen hombre (que ya es más
que suficiente).
De carambola, tiene la oportunidad de demostar lo que dice que vale. No todo el mundo tiene esa suerte. |
Tiene una
legislatura de mierda que quizá no le dejen terminar, en clarísima minoría, sin
margen de maniobra, pero está sentado en el sitio del que manda, y eso, aunque
ya solo sea por la atención que los medios de comunicación te otorgan, es un
gran escaparate para que pueda mostrar sus habilidades, para que no se baje de
la burra de su conciencia, para que sea tan digno como proclama. De momento,
dice la prensa que no se quería zampar a Máxim Huerta por estar manchado. Pues…
o bien se lo ha pensado, o bien le han hecho pensar que no se podía tener un
Ministro de Cultura con mácula en Hacienda.
En definitiva,
que si va por el camino de “soy fiel a mis principios” con cabezonería, tenemos
a otro Zapatero o a otro Rajoy haciendo el mono. Pero si va por el camino de “soy
fiel a mi conciencia y responsabilidades”, y le suma sentido común, algo, solo
algo, aunque sea poco, habremos ganado.
Le deseo suerte
a Pedro Sánchez por el bien del país en su conjunto, igual que se la desearía a
cualquier otro pollo que se pone al frente del gallinero. Lo importante en
estos tiempos, en el siglo XXI y en España, es tener a alguien que nos haga la
vida mejor con independencia del color que profese, algo que en Europa
aprendieron después de la Segunda Guerra Mundial y que aquí todavía
desconocemos (y creo que tardaremos otro siglo más en entenderlo).
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