¡Vaya añito que
llevamos…! Sí, vaya añito que llevamos todos, que quieras que no, por mucho que
a cualquiera le hayan ido bien las cosas, siempre hay gente dispuesta a
retorcer el ánimo con tal de no dejarnos tranquilos. Y sin más preámbulo,
comenzamos la lista de indeseables que, lejos de dejarnos tranquilos, se
empeñan en joder la marrana por sus santos caprichos, esos que están a la
altura media del cuerpo.
Nuestro siempre
bien conocido y nunca suficientemente apreciado Donald Trump encabeza la lista.
Este tarugo ha sido el principal valedor a la hora de hacernos la vida
imposible. Que sí, que a todos nos afecta, que este pollo se levanta con una
zurraspa molestándole en el calzoncillo y te la lía aunque tú no lo creas. Sus
cambios de humor cercenan las bolsas del mundo entero, y eso afecta hasta al
empleado peor tratado en cualquier rincón de la Tierra porque, aunque no te lo
imagines, tu empleo depende de semejante payaso. Si Trump se levanta cabreado,
te vas a la puta calle por mucho que creas que ser un asalariado de una
mercería de un pueblo inmundo de La Mancha te mantiene al margen.
Luego colocaría
a Theresa May, y también a esos lobos solitarios que pasan a cuchillo a
viandantes de media Europa, y a sus iluminados jefes que campan a sus anchas
por Oriente Medio. Si a esto sumamos a Sánchez y Torra, y al coletas, y al salvapatrias de Vox, y a Casado, e incluso
a Rivera, y al resto de 400.000 políticos de este país, el mejunje sale
perfecto. No hay día que alguno de estos personajillos nos la líen en el
telediario.
Continuamos con
los cómicos, que hacen humor cagándose en todo, en la democracia, en la
bandera, en Dios y en la Virgen. Pero cuídate si eres tú el que te defecas en
un gay, una lesbiana, un legionario, en Lennin, Franco o en su puta madre (la
del cómico). Licencia para matar. Dicen que el humor tiene que ser libre,
sentencia que yo apoyo sin miramientos, pero si usted se caga en Dios, por las
mismas tengo yo derecho a hacer lo propio en la madre que a usted le trajo al
mundo. ¿O no? No se me queje si, a sabiendas, rompe la piel más fina, aquella
que igualmente tiene usted en el culo.
No hay manera
de vivir tranquilo a no ser que seas tan insensato que hagas como el avestruz y
metas la cabeza dentro del móvil para drogarte con las imbecilidades que
aparecen en las redes sociales, siempre y cuando no tengan nada que ver con lo
anteriormente expuesto. Aunque si te pones a leer lo que la gente pone ahí, lo
mismo te amargan aún más. Porque últimamente no veo más que “conócete a ti
mismo y serás feliz”, “sumérgete en tu vida interior y serás feliz”, “tu
subconsciente te putea; mátalo y serás feliz”, “no trates de hacer feliz a los
demás y serás feliz”, “todo lo que ha pasado en el mundo hasta hoy era una
mierda y hoy ya toca ser feliz…”, y así hasta el infinito, lo que puede
concretarse en “tienes que ser feliz por cojones, caiga quien caiga”. Y vaya
que en muchos casos los consiguen, aunque esa felicidad forzada, obligada por
decreto, impuesta bajo la sentencia de que no eres más que un ignorante y
tienes que dejarte guiar por los gurús que todo lo saben y todo lo ven, sea en
la mayoría de los casos la antesala de la tragedia o la locura. Aunque, si eres
feliz, ¡qué más da que seas un loco…!
No hay que tener una bola de cristal ni ser extraordinario o sobrenatural para saber lo que nos espera mañana, y pasado.... Cambiar el futuro no está en tu mano. Capearlo sí. |
Lo peor de todo
esto es que Trump, May, Sánchez o Torra, o los cómicos, o los particulares que
salimos en redes sociales, todos aquellos que quieren agitar el bote hasta
llenarlo de mierda, lo hacen única y exclusivamente en interés propio, en su
único beneficio, y todo para hacerse notar, para atesorar protragonismo. ¿Bien
común? Me descojono…. Como decía Han Solo en La Guerra de la Galaxias (Episodio
IV, 1977) cuando Luke Skywalker le descubre que van a matar a la princesa Leia,
el contrabandista más famoso del universo (y el más guapo) le responde que “mejor
a ella que a mí”. Salvo honrosas excepciones, esas que se pueden contar con la
mano del capitán Garfio, en este planeta se concentran todos los centros
conocidos del universo, exactamente los que cada uno tenemos en nuestro
ombligo. Que el Papa nos coja confesados en el 2019.
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