Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



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miércoles, 26 de febrero de 2020

Conspiranoico-virus


Creo que nunca he pecado ni de paranoico ni mucho menos de conspiranoico. La vida suele ser mucho más simple que lo que todos creemos, y cuando resulta complicada, opino que esa complejidad es tan enrevesada e ininteligible que escapa a nuestra comprensión y, por ende, se convierte en simpleza.
Como novelista me encanta inventar situaciones intrigantes que atrapen la atención del lector. Para esto, los escritores solemos recurrir a hechos que a la mayoría de la gente le gusta leer en las páginas de un libro o ver en la pantalla de un cine. El espectador o el lector las disfrutan porque lo hacen desde lejos, marcando distancia. Asisten a una mentira que les mantiene en tensión durante minutos sabiendo que, cuando cierran el libro o se levantan de la butaca, todo pasó, y todo pasó porque saben que es solo ficción, que es mentira. He vivido alguna aventura y puedo asegurarles que lo mejor es poder luego contarla a los amigos porque, mientras te está ocurriendo, no te hace ni puta la gracia.
Llevo unos días leyendo en Redes Sociales todo tipo de comentarios sobre el recién llegado COVID-19, desde las más veniales a las conspiranoicas en extremo; unos dicen que este bicho es una gripe fuerte y otros la hecatombe. Y para alimentar la ignorancia, hay gente que asegura que el coronavirus es , la antesala del juicio final porque las autoridades apenas hablan de él, que lo que dicen son solo pañitos calientes para no alertar más a la población. O por el contrario, que han hablado más de la cuenta… A eso se le llama desinformación, y una desinformación global es más peligrosa que cualquier microorganismo porque para el miedo no existen retrovirales. Uno se caga patas abajo y arrampla con lo que sea como un rinoceronte. 

La desinformación o la “contrainfromación” global es más peligrosa que cualquier microorganismo porque para el miedo no existen retrovirales.

Yo no tengo opinión sobre el COVID-19. No tengo ganas de conocerlo ni mucho menos de convivir con él. Pero haciendo memoria, creo que la famosa Gripe-A alarmó lo mismo y luego se quedó en poco o nada. Yo mismo creo que la padecí y aquí estoy, quizá con alguna tara mental como consecuencia de los estornudos, pero poco más. Ahora es el coronavirus el que marca paquete, el que nos la está liando. Y otra vez viene desde Asia. Y otra vez se venden mascarillas a cascoporro. Y otra vez los medios de comunicación haciendo caja, como los laboratorios; y las empresas de termómetros; y las de material sanitario… Vaya, que no quiero insinuar nada, que no creo que sea una conspiración o un movimiento de nadie para ganar dinero; que como mucho se me ocurre que, una vez más, unos cuantos chinos estaban experimentando con un virus y se les ha ido de las manos, y para entretenernos han contado que el bichito ha aparecido en un mercado de Wuhan porque a un armadillo se le escapó un pedo. Pues vale.

"Cuando el peligro desaparece seguimos mascando hierba pero tarde o temprano volveremos a tropezar en la misma piedra".


La cuestión es que, nos guste o no, estamos en guerra contra el bichito cabrón. Y aquí no sirve de nada ser malpensado o practicar onanismo mental porque, como en las otras guerras, da lo mismo quién dispare la bala o apriete el botón de la bomba. Si te toca, date por jodido… o no. Ahora mismo importa el hecho en sí, no cómo ha aparecido. En cualquier caso, no aprenderemos nunca porque somos el peor de los animales. Cuando el peligro desaparece seguimos mascando hierba como si nada hubiera pasado, pero tarde o temprano volveremos a tropezar en la misma piedra, esa cualidad de imbécil que nos distingue de los seres vivos, de todos.


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