Miro el calendario
que tengo sobre la mesa. Cada día que pasa desde el 12 de marzo lo cubro con un
marcador rosa. Y ya van casi seis semanas. ¿Es mucho o es poco? ¿Comparado con
qué?
Comenzó el
confinamiento emocionante para mí porque el Gobierno aún no había decretado el
estado de alarma. Por circunstancias que no vienen al caso tuve que salir
pitando de la oficina hacia casa. Sabía que ya no iba a salir en mucho tiempo. Me sentía un pionero. Esa
jornada visité a todo correr el estanco, la gasolinera y el supermercado. La
cabeza me iba a cien por hora, tanto, que al meterme en el súper dejé el coche en
marcha sin darme cuenta. Ahí estuvo el valiente, media hora con el motor
encendido y las llaves puestas esperándome en el aparcamiento como si fuera a
cometer un atraco. Cuando regresé para cargar la compra en el maletero me di cuenta de que me lo podían haber robado con toda tranquilidad. Pensé que los ladrones no
debían de acercarse con frecuencia a ese Mercadona. O quizá, que tenían la
atención puesta en otras cosas, como me pasaba a mí. Así que ese 12 de marzo,
sobre las 12 de la mañana, después de haber ido como pollo sin cabeza durante
dos horas, me enclaustré en casita bajo siete cerrojos.
Cuando todo el mundo evangelizaba lo importante que era el “aquí” y el “ahora”,
nos hemos dado cuenta de que hay un mañana imprevisible que siempre está a la vuelta de la
esquina.
El párrafo
anterior, si usted lo ha advertido, está llenito de números. El tema no es
casual ni es baladí. Últimamente vivimos pegados a ellos a cualquier hora del
día. Cifras de contagios, de fallecidos, plazos para la vacuna, para conseguir
medicación eficaz, pérdidas en la economía, otra vez plazos pero ahora para la
recuperación, millones de euros perdidos en material sanitario inútil, salario
que nos va a quedar si estamos en el paro, o en un ERTE, y otra vez incremento
de contagios, y de recuperados, y más días de confinamiento… Cifras, números,
guarismos que nos marean, nos condicionan la salud mental, el ánimo, la
esperanza. El calendario no sirve.
De nada nos sirve marcar ahora fechas en el calendario. ¿O sí? |
Esperanza… Me
hace gracia, porque una de las corrientes que más pegan ahora entre la
población y en las Redes Sociales es esa de que hay que vivir el presente. Todo
el mundo se arrimaba ahí porque te desconecta de la conciencia, esa parte de
nosotros que nos va tocando las narices pero que, a mi entender, es fundamental
para seguir caminando recto allá donde queramos llegar pero, sobre todo, a lo
que queramos ser como personas. Los hay que antes de toda esta línea cuasi
filosófica no utilizaba la conciencia o, directamente, no la tenían:
delincuentes, criminales, ciertos políticos… Pero resulta que ahora, cuando
todo el mundo evangelizaba lo importante que era el “aquí” y el “ahora”, de
repente, nos hemos dado cuenta de que, pensemos lo que pensemos y creamos lo
que creamos, hay un mañana, y ese mañana es imprevisible y está siempre a la vuelta de la
esquina. Y el mañana que pintan algunos entendidos (o algunos tremendistas) es distinto,
incómodo y, a veces, negro tirando a muy negro, casi como el reverso tenebroso
de la Fuerza.
Si hoy no piensas un poquito en el mañana, habrá un momento en que el
mañana dejará de ser hoy
Estaba muy bien
eso que se difundía hasta hace dos meses, eso de “no te amargues la vida hoy pensando
en el mañana”, eso de “todo está bien”. No fuimos cautos, previsores, no nos
sentamos a pensar nunca porque pensar es malo, prevenir es malo, preocuparte
por lo que importa es malo. Y lo es porque no te deja disfrutar el “ahora”, el “hoy”.
Y entonces nadie hizo acopio de granos de trigo para cuando viniera el invierno.
Y el invierno llegó. Y más crudo que nunca. Y lo hizo para quedarse una
temporada. Ya lo dijo Esopo seis siglos antes de nuestra era, pero como esas
enseñanzas requerían de esfuerzo, no te hacían tan feliz como practicar
el onanismo a diario sin pensar que mañana te puedes quedar sin manos. Ahí
nos detuvimos, sin ver más allá, sin esperanza. Y así, en casita, todos miramos ahora al Estado para que nos devuelva esa actitud paranoica de pensar en el hoy
porque el mañana escuece.
En fin. Solo quería
transmitiros mi reflexión para que hagáis con ella lo que se os pinte. Mucho
ánimo, paciencia. Si os sirve de algo, creo que si hoy no piensas un
poquito en el mañana, habrá un momento en que el mañana dejará de ser hoy.
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