Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


lunes, 1 de junio de 2015

El boomerang de Ada Colau


Felicitar a los ganadores de las pasadas elecciones es de ley. Te honra ya seas simpatizante, contrario o abstemio. Por eso lo hago. Incluso felicitaré a los perdedores de las elecciones que muevan sus fichas y lleguen a gobernar, cosa que nunca he entendido muy bien cómo puede suceder pero que ahí está. Quizá sea lo bonito de la democracia, lo mismo que en fútbol, que no siempre gana el mejor o el que más bonito juega. Lo que no entiendo es cómo se puede le puede tomar el pelo al electorado de esta manera y que sigan aplaudiendo entusiasmados. ¿Que a qué electorado? Pues a todo, a la mayoría de los votantes. Y vuelvo a lo de siempre. Es un problema de educación, de formar personas.
Ada Colau es la más lista de la clase. Ayer ya se destapó con una perla que todos sus feligreses han aplaudido. “Vamos a desobedecer leyes que nos parezcan injustas”, ha dicho la -con toda probabilidad- próxima alcaldesa de Barcelona. Eso es más o menos como si un padre le dice a su hijo que él, cuando era niño, se pasaba por el forro de sus caprichos las órdenes que le daba el abuelo, es decir, su padre. Lógicamente, el niño aplaudirá en un primer momento los arrestos que tuvo para con el abuelo, seguramente desde su óptica un tipo chapado a la antigua, autoritario…, pero en breve pondrá en práctica esa misma forma de actuar y con la misma excusa, es decir, plantará cara a su padre y éste terminará por castigarle justamente por aquello mismo que él hizo de joven.



Ada Colau ha lanzado un boomerang que, si ella misma no lo remedia tragándose sus palabras, le va a hacer “¡zas!, en toda la boca”. Porque si llama a la desobediencia contra las leyes, en un momento dado van a ser los propios barceloneses quienes se empiecen a pasar las leyes municipales por el arco del triunfo. “Este IBI no lo pago porque me parece injusto”, “aparco donde me da la gana y no pago parquímetro porque me parece abusivo e injusto”, “la tasa de basuras (por ejemplo) no la pago porque me parece injusto”, “piso la hierba porque prohibirlo y que además me sancionen me parece injusto”, “ando desnudo por la ciudad porque hacerlo vestido cuando hace calor y que me amenacen con una multa me parece injusto…”.
Es entonces cuando veremos el verdadero calado político de esta señora. En realidad ya lo estamos viendo cuando suelta perlas como esta, pero estoy convencido de que, cuando la gente argumente sus propias palabras para hacer y deshacer, no va a apoyar a la ciudadanía a que desobedezca las leyes, fundamentalmente porque esas leyes las habrá impuesto ella. Y ahí entra en acción la ley del embudo, la cláusula de “porque me da la gana”, la sentencia de “porque lo digo yo”, y eso degenerará en frases lapidarias de “yo legislo lo que quiere el pueblo”, “desobedecer esa ley es ir contra el pueblo”, y de ahí a “desobedecer al pueblo es ir contra Ada Colau” hay sólo un paso, corto, muy corto.
Yo no digo que esta señora sea de este tipo de personas ególatras y bananeras. Y si desde luego no lo es, alguien tendrá que enseñarle que la primera lección del político al servicio del Estado, o del país, o de la gente, es medir muy bien las palabras porque se pueden volver contra ti, y que de sabios es rectificar, y que lo mejor que le puede pasar a un país es educar a sus niños para que aprendan a distinguir a los gobernantes de los gilipollas, sean del color que sean, que los hay buenos y dignos en todos lados. Lo dicho. El tiempo me dará o me quitará la razón, pero esto ha empezado muy mal, con consignas que tiñen el panorama de gris oscuro tirando a negro.


jueves, 21 de mayo de 2015

Campaña novedosa, ¿mismo resultado?


Ahí las tenemos, a la vuelta de la esquina, apenas a un par de días de distancia, y yo con tanto trabajo que no me ha dado tiempo siquiera de reflexionar acerca de estas elecciones. Cierto es que en algunos de los artículos de este Blog he dado mi opinión y palos a diestro y siniestro, pero es ahora, justo cuando nos toca (si queremos) ejercer el derecho de meter nuestra opción en una urna, cuando casi me quedo sin espacio para decir lo que pienso.
No voy a ahondar en el panorama político actual, en el amplio abanico que se ha abierto en este país desde hace un año más o menos, primero con la aparición de Podemos, luego con la defenestración y suicidio de UPyD e Izquierda Unida, y luego con la emersión casi efervescente de Ciudadanos. Cualquier opinión ya huelga. Para ilustrar la situación pueden leerse mis últimos artículos en este Blog.
Lo que sí quisiera comentar aquí es el nuevo tinte que se le ha dado a la campaña electoral. Antes las bofetadas sólo iban de derecha a izquierda y viceversa. Ahora son multidireccionales porque los enemigos están a ambos lados si exceptuamos a Podemos, que más a la izquierda no tienen a nadie, y Vox, ídem por la derecha. También he notado en lo bajo que puede caer el ser humano, sin ánimo de insultar o menospreciar. Creo que es inherente al hombre buscar el poder o un salvavidas. Lo que ocurre es que hay gente que lo hace con discreción y dignidad, y otros que no tiene vergüenza, quizá porque nadie les ha enseñado nunca que es eso de la decencia y el decoro.
Vivo en una urbanización cercana a un señor pueblo que tiene cerca de 20.000 habitantes. Los que vivimos algo apartados nunca hemos sido considerados ciudadanos, ni siquiera de segunda. Supongo que la clase política de allí tenía la equivocada creencia generalizada de que mis vecinos y yo, al vivir apartados en una urbanización, teníamos dinero y con eso nos bastaba (Y a ellos hasta hoy con los votos de los habitantes del casco urbano.  Lo cierto es que mis vecinos y un servidor tampoco hacíamos nada por reivindicarnos ya que las pocas veces que lo intentamos no nos hicieron ni caso.
Pero, ¡ah, inocente de mí!, de dos o tres semanas a esta parte, de repente, nosotros los apartados, casi los repudiados, hemos visto cómo se han comenzado a realizar obras en la zona; parques, árboles, jardineros…, y cómo el alcalde nos llamaba por activa y por pasiva para hablar con nosotros, vamos, que es que hasta casi viene a vernos casa por casa.
No creo que el mío sea un caso aislado, que el voto ahora se cobra caro (jerga cinegética, sin compra ni venta)  y los ayuntamientos se han puesto las pilas, unas pilas que seguramente el lunes 25 estarán agotadas y volverá el silencio durante otros cuatro años.

Si la naturaleza le ha dotado de cerebro, utilícelo también para votar.
No le voy a pedir el voto para nadie, válgame el cielo. Lo único que le pido, amable lector que ha llegado hasta aquí leyendo, es que lo haga con cabeza, con sensatez, buscando el bien común, el suyo y el de aquellos que le rodean, que aquí nos jugamos el bienestar cercano, el de su barrio, su acera, su supermercado… no el del país. Sea usted moderno y no se deje atar por colores que son ya para usted tradicionales o por sentimiento de traición y remordimiento si vota a otros que no sean los suyos de siempre. Elija a aquel que le va a cuidar mejor (o menos peor) como si se tratara de escoger un cicerone que le hiciera de anfitrión en un viaje. Seguramente a él no le preguntaría si es verde, azul, amarillo, naranja, violeta o colorado. Lo elegiría por otras cosas para que le acompañe en un viaje de cuatro años. Busque sus valores. Vote a ése que cree que le puede hacer la vida un poquito más fácil y huya de gente que sólo hacen caso a la sede de un partido sita en una calle lejana, muy lejana, donde no saben ubicar en un mapa el nombre de su pueblo o de su ciudad. Y para que me entienda bien, en un pueblecito cercano al mío, hartos ya de grandes partidos, en las últimas elecciones le dieron su voto casi unánime a un grupo independiente, y les va como un tiro (de bien). A lo mejor ahora cambian de rumbo, pero eso es lo bonito de la política, que si no te satisfacen unos les dejas de votar y punto, aunque haya gente que no lo consiga porque sus colores son sus colores, como si la política fuera un equipo de fútbol.
Salud y suerte.


domingo, 12 de abril de 2015

Pisando minas antipersonas



El paso del tiempo es inexorable, te guste o no te guste. Nadie tiene la capacidad de detener el reloj, ni Obama, ni el Estado Islámico, ni siquiera las cremas de Isabel Preysler. Porque si hay algo seguro en esta vida es que vas a terminarla, que hay un punto y final, y después ya veremos (si es que podemos verlo).

Puestos a ocupar y pasearse por el planeta durante unos años, ya sean estos muchos o pocos, lo suyo es vivir lo mejor posible, cómodos, evitando problemas y con calidad de vida. Eso creo que nadie puede discutirlo aunque, para los que hemos nacido por España (por ejemplo), nos dé por pensar que si naces en el África subsahariana puedas darte por jodido. No somos conscientes de que la ignorancia da la felicidad y que por allí, en muchos casos ­—más de los que creemos—, la gente es feliz, o al menos les cuesta serlo mucho menos que a nosotros. Sea como fuere, no quiero centrar mis palabras en cómo conseguir la felicidad, sino justamente en lo contrario, en lo que se empeñan algunos en obtenerla a costa de condenar a sus semejantes a ser unos desgraciados.

Que el mundo está lleno de indeseables creo que lo sabemos. No hay que demostrarlo. Basta con ver los titulares de cualquier noticiario para tener constancia de que es un axioma. Pero siempre tendemos a pensar que todo eso nos pilla de soslayo, que ojos que no ven corazón que no siente… hasta que te topas de bruces con uno de esos que disfrutan haciéndole la vida imposible a los demás, esos que lo hacen a sabiendas, con intención, con mala baba, gente que casi siempre esgrime la excusa peregrina de que lo hacen para que nadie les fastidie a ellos. Así tranquilizan sus conciencias. Lo que al resto de mortales nos es muy difícil de imaginar es que generalmente esa clase de personas disfrutan jodiendo al personal, con todas sus letras, sin remordimientos, mucho menos arrepintiéndose después de sus repugnantes acciones.

Y esos profesionales de la mala baba los tenemos por todos lados aunque sean una minoría. La situación la imagino como si a cada hombre le hubieran asignado toparse con un número de minas antipersonas durante su existencia. El destino te lleva por un camino y, cuando menos te lo esperas, te encuentras en mitad de un campo minado.  Si tienes mala suerte y pisas una de ellas, es decir, te topas con un imbécil de estos, es muy difícil que no te hagan pasar un mal rato, y eso en el mejor de los casos porque por lo general lo que te quitan  es la salud, física y mental, quizá con secuelas para toda la vida. Y a eso no tenemos derecho nadie, ni siquiera estos personajes destructivos y venenosos.

Hay veces en la vida que te topas con tipos mucho más destructivos que una mina, y lo peor es que ellos sí saben el daño que hace. Al fin y al cabo, la mina no deja de ser algo inanimado.
Por eso, a todos aquellos que tienen mala baba, aquellos que disfrutan tocando las narices a los demás, a esos que no les pesan sus acciones porque no tienen conciencia, aquellos que nos tachan de blandengues a las personas normales porque no somos unos hijos de puta como ellos, a todos esos (o esas) les deseo lo mejor en la vida, por ejemplo, un gran premio gordo en la lotería y que se vayan a disfrutarlo en una isla desierta, y que a los demás nos dejen tranquilos, con nuestro trabajo, nuestras ilusiones y nuestras penurias. Pero desde luego lo que no necesitamos es a nadie que nos esté tocando los webos a diario, menos si es un desequilibrado mental de esos que creen que su existencia es como visitar un parque temático donde los vecinos, compañeros o los simples seres humanos con los que convive en este planeta somos de cartón piedra y no tenemos ni sentimientos, ni dignidad, ni nada de nada.

Y así lo digo, generalizando, y el que se dé por aludido ya sabe exactamente qué pienso de él. Y a mucha honra.



lunes, 6 de abril de 2015

El uso de la política rejuvenece


Hoy (06/04/2015) aparece en el diario El País una noticia sobre el batacazo de los partidos tradicionales españoles en lo que a conseguir sumar electorado joven se refiere. Los jóvenes entre 18 y 35 años se sienten más inclinados hacia las ideas de Podemos o Ciudadanos que a las de PP (sólo le votaría el 5% de los jóvenes), PSOE (el 13%) e IU (el 3%). A los partidos políticos en este país les ha afectado la edad y el no saber adaptarse a los nuevos tiempos. Tanto quejarnos todos de la época de Franco, de la dictadura, de la falta de libertad, del inmovilismo, y ahora tomamos cucharadas de su misma medicina. Hay que darse cuenta de que ya llevamos más tiempo de democracia que de dictadura, que no nos engañemos, que los males de esta incipiente democracia los hemos gestado nosotros con nuestros votos. Y la cosa iría a peor si no llegan a surgir nuevos partidos para airear las costuras de este sistema político mal hilvanado.
PP, PSOE e IU no son otra cosa que dinosaurios que no han querido crecer, partidos como aquella Fuerza Nueva de finales de los 70, a la que sólo votaban los viejos, lo cobardes o los muy convencidos, que de todo había. A los tres tradicionales ahora sólo les caen votos de personas a partir de los 45 años. De ahí para bajo apenas se llevan un puñado que además no les coloca ya en ninguna parte. Y de los antiguos (más o menos) para uno que salía bueno como UPyD, va su jefa y lo inmola sin contemplaciones, quizá porque iba de joven progre y no sabía que en su propio partido los había más jóvenes y más progres. No lo ha querido ver, no les ha dejado sitio y, ¡patapúm!, vamos, que no creo que saque un solo diputado, ni un concejal, ni un ná de ná. O reacciona ya o asistiremos de nuevo a una muerte prematura como la del CDS o aquella formación liberal que lideró Miquel Roca y que no obtuvo un solo escaño. Pero lo suyo fue un “no nato”. Lo de UPyD es muerte por inanición, o mejor dicho, por inacción (y por ceguera).

¿Estamos en un cambio generacional donde las ideas de los viejos ya no sirven para los jóvenes? ¿O es un problema de comunicación?

Que hayan aparecido partidos nuevos no sé si es sano o no, pero desde luego no es malo porque nos obliga a renovarnos, a ventilar las catacumbas, a enterrar cadáveres políticos y colocar jóvenes con ganas de hacer cosas. No se puede ir a ningún lado cuando la totalidad de la plantilla de un partido (me refiero a comités ejecutivos, federales y esas cosas) tienen una media cercana a los 60 años y se parapetan para no dejar entrar a nadie, por ejemplo, entre los 3º y los 40.  Una actitud así no le dice nada a los jóvenes. Esa senectud mata a los tres de siempre, y eso que el PSOE es más vivo que los otros dos y siempre trata de actualizarse, aunque de vez en cuando, por esas ansias de no llegar, se pase de la raya y coloque a ministros y ministras veinteañeros que ni siquiera tienen los estudios obligatorios terminados.
Toda esta falacia se paga, como la de educar a los niños de una forma sectaria durante 40 años de dictadura (o lo mismo, educar de otra forma sectaria a los niños durante 40 años de democracia). Voy a concretar. Se ha educado a imagen y semejanza del gobernante, vamos, se ha maleducado (en todos los sentidos), se ha no-educado. Hemos criado burros armados con votos que muchas veces no han sabido utilizar, que hay libertad y cada uno vota al que quiere, pero cuando la gente se revela y da la espalda al que le dio de comer, el voto puede caer en cualquier lado, en un partido de centro como es Ciudadanos o en uno de extrema izquierda como Podemos, listo, muy listo, tanto que juega con la ignorancia ajena y así no se le nota que cambia de criterios y de actitud cada mes o mes y medio (a criterios más laxos y a actitudes más extremas, casi extremistas).
Pues eso, que si usted lector tiene más de 40 años y se está inclinando a votar a uno de esos partidos que no son los tres grandes, puede darse por rejuvenecido, y eso es bueno, mientras vote con dos dedos de frente y no en un arranque de testosterona.


martes, 24 de marzo de 2015

El anzuelo de la soberbia


A raíz de la publicación de mi última novela (“Cruzar el río”, Ledoria 2015), uno de los argumentos que estoy utilizando en las presentaciones para ilustrar la sinopsis de su argumento es que el ser humano es capaz de lo mejor de y de lo peor, y si bien la primera opción requiere grandes dosis de esfuerzo y constancia, la segunda se consigue casi sin despeinarse.
En cualquier caso, hay ocasiones en las que el ser humano imprime esa tenacidad en hacerlo mal, y entonces el resultado puede llegar en algunos casos a ser sublime, negativo pero sublime. Si no logran imaginarse un ejemplo, yo les pongo uno rápidamente que les va a dar luz, porque es exactamente lo que lleva haciendo Rosa Díez desde hace cuatro o cinco meses, suicidarse políticamente y, lo que es peor, llevarse consigo las ilusiones de muchos de sus seguidores.
Los actos de soberbia nunca son recomendables. La chulería, la prepotencia, el creerse por encima de los demás y en posesión de la verdad absoluta mucho menos. No dejarse aconsejar, ser la novia en la boda, la niña en el bautizo y la muerta en el funeral ya no está de moda ni siquiera para un político. Y Rosa Díez parece que se ha tomado en serio practicar todo lo que no se debe hacer. Parecía inteligente, decidida, tenaz, una mujer brava, pero al final ha resultado una política que ha olvidado que los cementerios estás llenos de valientes y de tontos. ¡Qué pena…!

Es una lástima que alguien que dio un paso al frente ahora se haya pasado de frenada por ansias de figuración

Una tipa inteligente, como se le presuponía, tenía que haber dejado su ego a un lado y haber hecho lo que han hecho en toda Europa dos partidos políticos como UPyD y Ciudadanos, aliarse y formar un centro político con lo mejor de la derecha e izquierda ultramoderada y así cobrar más fuerza, que mil millones de moscas no se equivocan. Pero no, ella está por encima de todo. Y mira que el cóctel con los de Albert Rivera iba a ser explosivo porque a las buenas ideas de éste último se le iba a sumar la determinación de tocar los cojones de la otra (con sus demandas contra la corrupción, con Bankia, contra toda la mierda que se menea). Pero no lo ha visto porque la soberbia, entre otras cosas, provoca ceguera (y sordera).
Señora Díez, ha mordido usted el anzuelo de la soberbia, ese en el que acaban prendidos casi todos los políticos antes de echarse a perder. Y al hacerlo se ha quedado usted sorda, ciega y, dentro ya de muy poco, muda en el panorama político. Si hubiera sido más humilde, más lista, más inteligente, se habría dejado de bayetitas rosas para limpiar la corrupción (sí, que falta hace, que ahí no le quito razón) y habría pactado con Ciudadanos, que es el detergente que a usted le hacía falta. Y de haberlo hecho,  ahora con casi total seguridad estaría disputándole el puesto de tercera fuerza política en Andalucía a Podemos. Pero resulta que dada su obcecación por ser la mesías de la democracia pura está boqueando como un pez fuera del agua para tomar oxígeno. Y lo peor es que sabe que está condenada a asfixiarse porque me da a mí que Albert ya no la quiere a su lado ni pescándola con caña.