Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



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miércoles, 7 de diciembre de 2011

Gente con pocas luces.

¡Vaya mañanita de niebla en Madrid! La verdad es que en los últimos años no es extraño encontrarse este fenómeno meteorológico en esta época, cuando el anticiclón se queda por aquí unos días a jugar con nosotros a las adivinanzas y dejarnos con la incertidumbre de si nos dejará ver el sol a lo largo del día. Pensar que está a unos pocos metros sobre nuestras cabezas… Tan cerca y tan inaccesible a la vez.
Lo mejor de la niebla es que, en días como estos, la situación del tráfico me refuerza en mi convencimiento de que España es un país que tiene lo que se merece, porque a pijos, cerriles y borregos no nos gana nadie en el mundo. Y esto es aplicable a cualquier disciplina, a la política, al fútbol, a los negocios, y por supuesto, al tráfico.
Esta mañana había niebla, ya lo he dicho, pero por la zona donde vivo y hasta el edificio donde trabajo (hay 40 km. de distancia), la niebla era poco densa, tanto, que la visibilidad que he calculado podía extenderse a más de cuatrocientos metros. No importa. La gente parecía que se había puesto contenta y, como estamos cerca ya de Navidad, ha encendido todas las luces que tiene su coche. Las de niebla de delante y las de niebla de detrás. No importa que se vea perfectamente y no sean necesarias. Lo importante es encenderlas y, ya que la visibilidad es perfecta, ir deslumbrando al que viene detrás con “mis potentes-focos-rojos-que-te-cagas”. No importa que no se distinga cuando frene. No importa ir molestando. No tengo que estar pendiente en ir conectando las luces o desconectándolas para acomodar el coche a la situación que me vaya encontrando. Ande yo caliente (y encendido), ríase (y fastídiese) la gente. Además, si lo hace todo el mundo, ¿para qué voy a cambiar? ¿Por qué la gente no se pregunta?: si veo perfectamente al coche que va delante… ¿para qué las llevo puestas?
Pues yo comparo este festival de luces sin motivo a las calles de cualquier ciudad del tercer mundo, ese mogollón caótico de coches circulando como pueden cuyos conductores viven agarrados a la bocina para abrirse paso. Aquí hacemos lo mismo pero con las luces. El que nos vea desde fuera debe de pensar que somos subnormales o niños con zapatos nuevos, bueno, o simplemente, con zapatos.
“Mírales qué ricos. Tienen las luces desde hace tan poco tiempo que en cuando ven que hay un poquito de niebla las conectan y ya no las quitan en días”.
¡Joder, qué vergüenza!
Lo peor es que estoy convencido de que la mayoría de la gente no sabe que las tiene puestas porque ni siquiera mira el cuadro de instrumentos de su coche, o si lo hace es para acomodar la velocidad cuando ven un radar y evitar una multa. Así no vamos a ninguna parte, ni con niebla ni sin ella.

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