Ahora que ya han pasado los días
de huelga en la Educación Pública y que todo el mundo ha largado por su boca lo
que se le pintaba, cosa muy digna y respetable por otra parte, se me ocurre
levantar la mano para dar mi opinión. Y la verdad es que asumo ya desde el principio
de este artículo que no estoy muy ducho en temas económicos, y que ya he
defendido de palabra y por escrito que lo que quiero es una educación digna,
completa y de calidad para amarrar bien el futuro del país. Y eso tendrá que
ver con los dineros que se ocupan y presupuestan para educación, pero sobre
todo con una ley educativa consensuada y apolítica.
En estos días (desde hace meses)
se habla de que todo el mundo tiene derecho a la educación y que no hay que
poner cortapisas a nadie por su nivel económico ni estrato social. Hasta aquí
estoy totalmente de acuerdo. Pero escuchando opiniones, tanto de políticos como
de ciudadanos de a pie en encuestas callejeras, resulta que nadie ve con buenos
ojos que la nota sea descalificante para acceder a tal o cual grado, o tal o
cual carrera, que un estudiante, si saca un cinco raspado, ya es bastante
pasaporte para que nadie le corte las alas de su libertad de poder escoger lo
que le dé la gana, incluso para obtener una beca.
Sinceramente, señores, no sólo no
estoy de acuerdo sino que veo que seguimos siendo un país tercermundista del “tengo derecho a todo por mis santos cojones”.
Y así reflexiono yo: si no hay demasiado dinero hoy en día para todo, tendremos
que ofrecer las becas a aquellos que hayan demostrado durante su trayectoria
escolar obligatoria (más el bachillerato) que son buenos estudiantes, que van a
rentabilizar esa inversión que el país hace con ellos, que son inteligentes,
tenaces, capaces, que tienen ganas y que no les asusta estudiar. Porque si me dan
a escoger entre dar mi dinero a dos jóvenes que optan a ser estudiantes
de Medicina, uno con un 6 y otro con un 9, ¡vamos, no hay duda...! Que el de 6 se
vaya a hacer enfermería o puños para paraguas, que yo pago al de 9 porque se lo
merece más, porque a lo mejor es tan inteligente como el que tiene un 6, pero
se lo toma mucho más en serio y así lo ha demostrado durante años. Yo quiero
que, cuando sea anciano, me cure un tipo que sacó un 9 antes del que sacó el 6
porque este último tiene mucho más riesgo de terminar jugando al mus en la cafetería
de otra facultad.
Mientras unos se lo curran, otros se duermen esperando que las becas le lleguen caídas del cielo. No es justo. |
Y ahora vendrá gente diciendo que no, que tiene el mismo
derecho. Aquí nacemos todos iguales pero el que la hace la paga, y el que
acumula méritos tendrá más facilidades que los vagos de tomo y lomo. Si
un estudiante saca un 6 de nota media en los últimos años, sólo quiere decir dos cosas: o es un vago o su cabeza no da más de sí; y para
ciertas carreras no se aceptan inteligencias normales o jovencitos que les preocupa pasar más tiempo con la Play Station y la Mahou que hacerlo en casa con un
libro.
En definitiva: tiene que haber
una nota mínima para que aquellos que han demostrado ser capaces tengan las
armas suficientes para luchar por llegar a lo más alto. Por eso Vettel es
campeón mundial de Fórmula 1, Fernando Alonso está en Ferrari y el pobre Alguersuari
no se come un colín. Porque, si tuviera usted 100 €, ¿los repartiría a partes
iguales entre Alonso y Alguersuari para llegar a ser campeón del mundo? Alguersuari
probó llegar a ser alguien y ha terminado como D.J. de discoteca, muy bueno con
los discos, mediocre con el volante. Nunca tuvo opciones ni maneras de ser
campeón del mundo. Yo le daba los 100 € a Fernando del tirón.
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