Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


viernes, 20 de septiembre de 2013

Me mola Francisco I

Llevo un tiempo diciendo que a mí este Papa Francisco me gusta, me da buen rollo. No tiene nada que ver con sus predecesores, tanto remotos como inmediatos, vivos o muertos. Parece que el Vaticano y la curia se ha dado cuenta de que por ese camino el chiringuito se les iba a caer en cuanto sus huestes occidentales de más de 60 años fueran poblando los cementerios, que son esos y no otros los devotos que sustentan la Iglesia con sus rezos y sus cuartos, sobre todo esto último.
Vistas las orejas al lobo, y ya que Francisco de Asís se llevaba bien con ellos (con los lobos), qué mejor manera que (desde el punto de vista romano), darse por vencido y plegarse al enemigo. Y es que este Papa le está dando un revolcón a todo con lo que se topa. Lo que antes apestaba únicamente a incienso ahora comienza a oler a gominola, porque se ha dulcificado: el carácter del pontífice, su cercanía, su sencillez y, sobre todo, sus intenciones y su decisión. Un tipo que no esconde que le gusta el fútbol, que se acerca a la gente haciendo caso omiso de los guardaespaldas, que conduce en cuanto le dejan una Renault 4 y que tiene mucho sentido del humor (y lo exhibe en público), o es un desaprensivo o no tiene doblez. Y yo me inclino por la segunda opción. Ya desde el mismo día en que apareció en el balcón como nuevo sucesor de Pedro lo tenía todo bien pensado y soltó aquello de “rezad mucho por mí”, arenga que debió escocer a más de un fanático. Y ahora, no sólo le va a meter mano a las finanzas del Vaticano, sino que además comienza a abrir debates sobre el celibato, el papel de la mujer en la Iglesia   refiriéndose claramente al sacerdocio femenino, el aborto, la homosexualidad o el uso del preservativo. Y lo hace de forma proactiva, sin esperar a que nadie le vuelva a sacar el tema.

Su actitud es síntoma inequívoco de tres cosas: de que quiere cambiar las cosas y adaptar la Iglesia (al menos) al siglo XX (llegar al XXI se me antoja demasiado ambicioso y precipitado); de haber meditado mucho y gozar de las ideas muy claras; y de tenerlos bien puestos debajo de esa sotana blanca, porque a Juan Pablo I, por mucho menos de eso, se lo llevaron a la tumba en sólo 33 días.
Me mola Francisco I, y eso que he aborrecido (y sigo aborreciendo) todo lo que suene a curia, pero creo que este argentino simpático, llanote y cercano, si le dejan y no se lo cargan antes, va a hacerle un gran favor a la inmensa mayoría de los cristianos, esos que creen porque sí, gente que necesita y precisa de una fe gratuita porque no puede costearse ni su propia vida, gente que lo ha dado todo (menos dinero porque no lo tienen) sin recibir nada a cambio y sin esperar recibirlo. Ya es hora que sean ellos quienes reciban un mundo más justo comenzando por lo que creen, y que todos aquellos que se dedicaron a dar esperando –y sólo esperando– recibir, o se reciclen o se vayan directamente al infierno, porque me da a mí que este Francisco sólo les va a dar pal’pelo.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Ya estoy de vuelta

Más de cinco meses sin aparecer por aquí son juchos meses. En mi defensa diré que he estado más que entretenido escribiendo (y corrigiendo) mi última novela, y eso me ha robado tiempo y sueño.
A partir de ahora trataré de aparecer con más frecuencia contando todo aquello que se me pinta. No veáis la rabia que me ha dado no poder comentar asuntos tan apetecibles como el caso Bárcenas, tan tristes como la guerra de Siria o tan suculentos y orgasmizadores como la derrota de Mourinho en la primera jornada de Champions esta temporada.
No os aburro más por el momento. En breve seguiremos dándole caña a todo lo que se me pinta.
Abrazo,
JO

martes, 2 de abril de 2013

Pastillas de la India

La noticia saltó ayer y, tras meditarla unos minutos, terminó por dejarme frío. Cierto es que al principio me inundó una alegría tintada de altruismo, una especie de esperanza y fe renovadas en el ser humano. Y es que cuando me enteré de que hay un país como India dispuesta a hacer la guerra por su cuenta en favor de los más desfavorecidos, pensé que todavía había gente con verdaderas ganas y el poder suficiente como para hacer cosas por los demás.
Resulta que hay un medicamento para el tratamiento de la leucemia que cuesta unos 2.000 € la cajita de no sé cuántas pastillas, cajita y pastillas que sólo te dan para un mes. El laboratorio de turno lógicamente hace buenos dineros con la venta de dicho medicamento entre otras cosas porque la leucemia no se cura en un día, ni en un mes, ni siquiera en un año. La cuestión es que cuando el laboratorio ha ido a renovar la patente en India después de veinte años de vigencia, se ha encontrado con la negativa de su Gobierno. Y es que ese medicamento resulta que ya no es un nuevo medicamento, que lo que ha hecho el laboratorio ni siquiera se le puede llamar evolución o mejora de producto, vamos, que lo único a lo que se ha limitado ha sido a un simple cambio de empaquetado y poco más. Y eso, según el Gobierno de India (y el sentido común) no merece una nueva patente. Así que, a partir de ahora, sin la patente ya vigente, los laboratorios indios pueden fabricar este medicamento contra la leucemia a un precio exactamente diez veces menor que su precio original, es decir, a 200 euritos la caja. Así que, al que le faltaban 2.000 euros al mes para mantenerse sano y vivo, ahora por 200 lo tiene mucho más fácil. Si en España eso ya nos supone un desahogo, imagínense en países del Tercer Mundo.
Y es que, para no quedarse cortos ni dejar esto en una simple anécdota, los laboratorios indios ya se encargan desde hace mucho tiempo de fabricar, por ejemplo, retrovirales para el SIDA a un precio 90 veces menor que en Occidente y repartirlo por todo el mundo, sobre todo por el subdesarrollado, que es donde ni hay medios, ni dinero, ni nada de nada.


La labor es sin duda, encomiable. Los hombrecillos y mujercillas de a pie estamos viendo cómo en Occidente, de repente, hay un país asiático que le planta cara al dólar y al euro en pro de los más necesitados. Y eso nos conmueve y casi casi nos llena de orgullo como seres humanos. Y además a mí me da por pensar que en la mierda de planeta que vivimos no está todo perdido, porque además parece que en la decisión de India no hay gato encerrado, que lo hace porque sí, porque le da la gana y porque está harta de que haya laboratorios que abusen de la vida y de la muerte.
Como era de esperar, el laboratorio en cuestión, y algunos otros con semejante poder (llámense por ejemplo Bayer, Pfizer, Lilly…) se hacen cruces y se quejan de que sus patentes no valgan nada en manos del Gobierno Indio, y con cierta lógica, avisan de que si se quedan sin patentes, no tendrán ingresos y se quedarán sin dinero con el que seguir investigando y salvando vidas.
A primera vista, como decía, sus lamentos tienen razón de ser, pero sólo hasta que te planteas la cuestión con más profundidad. Y es que, si nos damos cuenta, India no ha negado una patente de un medicamente innovador, sino sólo de uno al que habían cambiado el envase y el colorante pasando de ser pastillas verdes a amarillas. Y a eso yo le llamo fraude por parte del laboratorio. De hecho, el país asiático ha dicho que premiará la innovación y la novedad, pero no el marketing. Además, por otra parte (y esto ya es cosecha mía), que le hayan negado la patente en un país no quiere decir que se la hayan vetado en el resto, lo que significa que el laboratorio de marras puede seguir haciendo caja otros veinte años a costa de la salud del primer mundo. Así que los llantos no son para tanto.
Lo que ocurre es que los laboratorios se ven venir un futuro negro, donde países que no se rinden a la actividad económica más mundana comiencen a pensar en otro color. Porque, por este hecho tan traumático de reinventarse o morir, ya han pasado industrias como la del cine, de la música, y ahora, por ejemplo, se encuentra en plena metamorfosis el mundo de la literatura, de la banca, el nuevo orden financiero… El planeta está cambiando, y lo hace rápidamente, más de lo que dan de sí nuestros pies y nuestro entendimiento. Algo se está cociendo desde hace tiempo y no sabemos qué es ni su alcance. Cambian los modelos de negocio, las políticas, los dineros, las personas… Y ahora, mucho me temo que le ha llegado el turno a esos conglomerados multinacionales omnipotentes llamados laboratorios. Con tanta tela como manejan, sabrán adaptarse al nuevo orden social que se está fraguando en el planeta y al que sólo la Historia pondrá nombre y consecuencias. Así que no hay que tener miedo, señores de los laboratorios: estoy absolutamente seguro de que sabrán adaptarse y lo harán muy bien, como su colegas del cine o la música, y además seguro que sabrán utilizar muchísimo mejor el dinero que ganan empleándolo sobre todo en investigación, y no en cruceros alrededor del mundo para médicos que gastan lo que ustedes les piden que gasten, o para sus amigos políticos, que esos gastan aún mucho más al ser dinero ajeno.

lunes, 4 de marzo de 2013

Dieta hipoinformativa

Hace un par de semanas asistí a un seminario sobre habilidades comunicativas. Nuestro monitor, un chaval joven y ligado a la televisión como guionista y actor, me dijo durante un receso del curso que durante mucho tiempo había estado siguiendo una estricta dieta hipoinformativa, esto es, había dejado de ver telediarios, escuchar las noticias en la radio o leer periódicos. Y había sido mucho más feliz. Fue un punto más de coincidencia entre nosotros porque creo que en este mismo blog ya dije una vez que dejaba de ver telediarios porque lo único que hacían era dar por saco.

LO ÚNICO QUE VALE DE LA TELE ÚLTIMAMENTE ES LA CARTA DE AJUSTE... Y NI SIQUIERA LA EMITEN...


En este caso, Manu (que así se llama este chico), me corroboró algo que ya sabía: si no puedes hacer nada con la información que te llega, si no te es útil, si no te influye… ¿para qué conocerla? Asuntos tan importantísimos como los sobres de Bárcenas, la prima de riesgo, el hara-kiri del PSOE, las paridas de Toni Cantó (a éste habría que dedicarle un artículo enterito para él), la columna vertebral del Rey o la guerra en cualquier parte del planeta, cumplen tres puntos esenciales para los ciudadanos de a pie: no influyen en sus vidas (y si lo hacen es muy indirectamente y a largo plazo); segundo, el ciudadano es incapaz de influir sobre estos hechos; y tercero, realmente, salvo en casos excepcionales, nos importan un carajo, es decir, tanto como la trama de una telenovela.

Entonces, ¿por qué seguimos tragando noticias sin parar, en el salón, en el coche, en la ducha, en el bar mientras desayunamos? La verdad es que, como periodista, esta cuestión me crea desasosiego porque la profesión trata de informar, pero creo que errando la finalidad, que no el objetivo de la noticia. Por ejemplo: no tratemos el asunto del señor Bárcenas en clave política. Esa noticia debe ir en sucesos, sí, en la sección de chorizos varios. La de Toni Cantó, en medicina, porque el señor no tiene capacidad mental para más y además la va perdiendo poco a poco. Lo de la prima de riesgo, simplemente, debería desaparecer de los periódicos… y así una a una, omitiendo lo que al ciudadano no le influye ni él es capaz de influir. No hagamos periodismo de élite en un país con la cultura justita porque lo único que se hace es asustar y redirigir las miradas hacia lados que no importan.

Animo a seguir una dieta hipoinformativa a la gente porque serán más felices y además no perderán el tiempo enterándose de todo lo que no les importa, ni les va ni les viene. Nos ocurre cuando viajamos fuera de España y estamos varios días sin saber nada de lo que ocurre en el país. Nos encontramos mejor porque estamos en otro ambiente y además porque no tenemos a nadie dando el coñazo con cosas que no nos importan. Porque cuando volvemos a España no la encontramos cambiada, no ha pasado nada, y además, no nos hemos enterado de nada, ergo... no nos han preocupado y somo más felices porque nada nos va a pasar. La ignorancia da la felicidad, y si esa ignorancia es producto de asuntos que nada tienen que ver con nosotros, mucho mejor.

viernes, 1 de febrero de 2013

Abdicar o no abdicar ¿Esa es la cuestión?



Y lo hago con forma de pregunta, no de afirmación. Ahora que la Reina de Holanda se ha jubilado nos hemos apuntado al carro del entretenimiento nacional, el cotilleo, el cruce de opiniones y de ideas, y ya que los vecinos remodelan su casa, nos planteamos qué hacer con la nuestra.
Porque, al fin y al cabo, abdicar supone, en nuestro caso (y en todos), quitar a un rey y poner a otro. O sea, que la cosa no cambia, o cambia poco. S.A.R. el príncipe Felipe, por lo que dicen, acaba de superar en popularidad a su padre, lo cual está muy bien si hay que hacer una sustitución y sacarle del banquillo a que pegue cuatro patadas, como cuando Pedrito en el Barça está cansado y sacan a Villa a ver si mete un gol. Lo que ocurre es que desde hace un tiempo los goles se los mete en propia meta la misma Casa Real, y la cosa ya suena a chufla (por no decir a indignación). ¿Es el momento del cambio?
El rey don Juan Carlos está un pelín de capa caída. Un tipo que, desde mi punto de vista, debutó en la restaurada monarquía española de forma espectacular, que aún puesto en el trono por un dictador se empeñó en darnos una democracia y además de forma consensuada, pacífica, y con sitio, voz y voto para todos, la verdad, merece, no sólo respeto sino admiración y gratitud. Cierto es que, como todo hijo de vecino, ha metido la pata alguna vez, pero ha tenido los arrestos suficientes para, en directo y por televisión, admitir en público sus equivocaciones y pedir perdón, cosa de la que muy pocos pueden alardear.
Por distintas razones, ambos dos, padre e hijo, no me estraña que los tengan de corbata.

Ahora, a sus 75 años, quizá sea el momento de ceder el puesto a otros y dejar la imagen personal bien alta, como hacen los deportistas cuando cuelgan las botas o los toreros cuando se cortan la coleta, que los buenos, los inteligentes, los listos, practican allá cuando ven que no hay solución de continuidad en sus carreras, que seguir un poco más les condena a equipos de segunda división o a plazas de tercera. Así que, por mi parte, sería una buena decisión correr turno y dejar el “embolao” a su hijo, que es joven, bien preparado, y con fuerzas para lidiar con el desastre que se cierne sobre la familia gracias a tipejos como Urdangarín. Al fin y al cabo, papá siempre estará ahí para asesorar, incluso para figurar en algún acto, que la imagen vale mucho y bien utilizada no está mal.
Y si alguien quiere aprovechar el momento para abrir un debate sobre reinado o república, que lo plantee, que para eso estamos, que los Borbones están ahí por designación divina (y del tío Paco) y que la Jefatura del Estado, en una democracia, bien puede estar representada por cualquiera de los españoles, pero que también admitan que llegar hasta ahí no llega cualquiera, que nos tiene que dar un poco igual quien la ostente mientras sea digno y lo haga, no bien, sino de puta madre, que hoy en día es mejor casi malo conocido que bueno por conocer (¿verdad, señor Bárcenas? ―por ejemplo―), y que la tradición en un país es mucho más importante de lo que creemos, y si no, echemos una miradita al Reino Unido, que nadie concibe una Inglaterra sin reina.