Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


lunes, 27 de mayo de 2019

Cádiz, la más lista de la clase


Los gaditanos siempre me han caído bien. Mejor que bien. Pisé por primera vez sus tierras allá por 1990, vestido con camiseta, bermudas y chanclas. Seis meses más tarde lo hice vestido de marinero de la Armada para cumplir con deberes militares inexcusables en esos tiempos. Después de una década regresé, esa vez a currar, y como no iba de farra o a quedar confinado en un cuartel, me encontré con la realidad pura, con una provincia paupérrima, una ciudad hermosa, y unas gentes que, incluso trabajando, no les faltaba la alegría y el buen humor. Si ya lo pasaba bien por el día, las tardes-noches fueron para haberlas filmado. Nunca olvidaré una cena larga (y tan larga, que se nos fue un poco de las manos) con los compañeros de la delegación, desde el más alto al menos, porque allí, altos lo son todos (de miras, de humor, de grandeza de espíritu, de humanidad, de tragaderas para los problemas, las tragedias y los cubatas…)
Ayer volvieron a demostrar que dan al resto del país sopa con hondas. En Madrid, por ejemplo, nos hemos cepillado a una alcaldesa que ha practicado el sentido común por encima de todo, que ha trabajado en beneficio de todos (no únicamente de los suyos), que no ha creado polémica por el simple hecho de prender una cortina de humo. Tampoco es que comulgue excesivamente con las ideas de la excelentísima señora Carmena, pero me caía bien. Se pueden hacer las cosas mejor, pero peor es dedicarse a negar la mayor, a deshacer lo hecho, a que las únicas ideas que se tienen son las de destruir lo que no te gusta en lugar de mejorarlo para que guste a todo el mundo. Ayer Madrid sacó el sable de pelar demonios y, yo creo que de forma premeditada y poco reflexiva, la han pasado a cuchillo.

Cádiz: pequeña, coqueta y la más lista de clase. Como hicieron con las bombas de los franceses, allí no se andan con paños calientes.

Pero en Cádiz no son así. Allí, tienen tan poco (material, quiero decir), que lo único que no les falta son huevos y coherencia. Si Kichi lo ha hecho bien, se pinte del color que se pinte, mire a un lado o a otro, repudie a quien repudie (con toda la lógica del mundo), la gente le ha vuelto a votar. Y lo ha hecho masivamente, demostrando que allí son personas inteligentes, prácticas, que las ideas políticas les traen un poco sin cuidado, que lo que les importa son personas que les saquen las castañas del fuego a base de curro, coherencia y buenas ideas, vayan al Ayuntamiento en bicicleta o montados en burro.
Esto no es nuevo, que Julio Anguita ya lo dejó patente hace décadas en Córdoba. En el Sur se dejan de gilipolleces políticas y priman la practicidad por encima de todo. Les da igual el color que manda mientras las cosas se hagan bien y para la mayoría de los ciudadanos, no solo para los que se visten del mismo color.
En definitiva, que deberíamos aprender todos un poquito de Cádiz y los gaditanos, no solo para cocinar caballa  a la plancha, beber cerveza y tumbarse al sol, que tiene mucho más en la mollera de lo que alardeamos los tontos del norte.



lunes, 22 de abril de 2019

¡Que viene el lobo!


Que sí, por favor, que los más viejos tienen razón, que vamos hacia atrás, que la situación se parece más a la de hace un siglo que a la de hace 40 años. Tanto hablar durante la época de la Transición de la reconciliación nacional, sí, ¡que teníamos que pasar página!, y hemos vuelto a la casilla de salida. No hacemos otra cosa que sembrar discordia para que la historia se repita. Somos un país de mentes preclaras, y así nos luce el pelo desde hace más de dos siglos, que no levantamos cabeza porque, sencillamente, no nos da la gana.
¡Putos rojos, fachas de mierda! En estas cuatro palabras puedo resumir la campaña electoral. Aquí no hay solo individuo que mire hacia delante. No veo otra cosa que rencor y odio. Suena duro, casi extremo, pero lo veo así. Como las personas de poca inteligencia y más que dudosa moral, nos centramos en sacar los defectos de los demás obviando con impertinente descaro los defectos propios. No hay más que darse un ligero paseo por medios de comunicación y, sobre todo, por las redes sociales para ver lo que están sembrando los políticos. El resto, como borregos, les siguen el paso. Unos no dejan de hablar de las tres derechas que van a llevarnos al más rígido de los fascismos. Los otros, que el país se va a fragmentar sin remisión como las izquierdas ganen porque pactarán con los independentistas.
No soy historiador pero he leído un poco (solo un poco), y lo que nos está pasando, aunque alguno me llame alarmista, apesta a la década de los años treinta del siglo pasado. Izquierdas que no se hablan, derecha salvapatrias, y un desubicado al que llaman chaquetero que cada vez pinta menos porque utiliza únicamente el sentido común y no los dictados de un país roto al que jamás unirá nadie. Vamos, que el pobre es un iluso. Nada nuevo bajo el sol. Como decía el maestro, España está condenada a repetir su historia porque la inmensa mayoría de la población no ha estudiado lo que tenía que estudiar bajo un programa de educación aséptico. Lo poco que saben es que hace casi un siglo hubo conflicto entre putos rojos y fachas de mierda, pero ninguno sabe exactamente cómo surgió. Sólo hay que mantener el ambiente actual a fuego lento y en breve, los que sobrevivan, podrán contárselo a sus nietos.
Y como volverán a contar la historia sesgada, y serán rencorosos, y arrimarán el ascua a su sardina, los nietos volverán a hacer lo mismo que sus abuelos. No aprendemos ni ganas que tenemos de hacerlo. Se volverá a liar, que no me llamen alarmista, que solo falta la chispa, cinco energúmenos de uno u otro lado del espectro político que prendan la mecha, que gracias a los políticos hay personas dispuestas a todo porque el holocausto, según ellos, está a la vuelta de la esquina si ganan los contrincantes.


Esta es tu posición ante las próximas elecciones, seas del color que seas, votes o no votes. La cabeza a oscuras y el culo en pompa. Como no piensas, pues por ahí te van a dar….

Y el pueblo llanito, en lugar de mandar a freír puñetas a estos líderes políticos mediocres que están alejados tanto de ser estadistas como personas de bien, se ocupa de fabricar combustible en redes sociales. En mi caso, prefiero meter la cabeza bajo tierra como el avestruz y a cada imbécil que descubro haciendo exhibicionismo político a base de generar enfrentamiento con ataques sin fundamento (todos los ataques, todos, no tienen ni pizca de razón), los borro de un plumazo. Me voy a quedar sin contactos en Facebook, pero al menos estaré tranquilo, como el avestruz. El único problema es que, en tal posición, lo más fácil es que me den por ahí…, pero ya son tantos años, y tanta desilusión, que lo mismo es un mal menor.
En fin, voy a dejar de escribir por hoy y me voy a vomitar.



jueves, 28 de marzo de 2019

De la política al Reverso Tenebroso


No soy una persona que tenga demasiado apego a las redes sociales. Soy usuario relativamente frecuente de Facebook y poco más. Lo utilizo en el ámbito profesional de la escritura y a veces cuelo algo personal. No tengo Instagram y me presento en Twitter de uvas a peras. Así que, todo lo que exprese a continuación, lo circunscribo a la plataforma de Mark Zuckerberg, por lo visto en estos días de capa caída.
Ahora, en periodo (dicen) preelectoral, aunque las campañas duren hoy 4 años y no 3 semanas, los usuarios de Facebook se esfuerzan por expresar y divulgar sus pensamientos con más que cuestionables intenciones. Porque, uno que es observador, se ha dado cuenta de que, al igual que les ocurre a los líderes políticos, se ha dado cuenta de que no se expresan ideas, sino ataques corrosivos. Lo importante no es construir sino destruir. A día de hoy todavía no he visto a un solo usuario (y tengo más de 670 “amigos” que, ya por la masa que representa, los hay de todas las edades, sexos, ideologías, religiones…), decía que no he visto a un solo usuario que aporte algo positivo, aunque no sea novedoso. Lo único que leo son insultos, descalificaciones, premoniciones agoreras que meten miedo, casi apocalípticas. Las pasadas y míticas arengas de Alfonso Guerra, político al que con los años voy admirando por ser sobre todo un estadista, aquellos sermones que advertían que “venía la derechona”, se quedan hoy en consejos dignos de la Madre Teresa de Calcuta.
Por lo visto, es obligatorio que el españolito de a pie tenga que sentir terror a que gobierne la derecha porque, si gana, la dictadura de Franco se va a quedar en anecdótica. Y si gana la izquierda, van a arruinar al país, o a lo que quede de país. Cataluña se independizará y detrás irán vascos y gallegos (y los de Albacete o Cuenca si se lo proponen). Así que los seguidores de la derecha en Facebook, en lugar de aportar algo ofreciendo nuevas ideas, lo único que hacen es sacar las vergüenzas de la izquierda para desprestigiarla. Y viceversa. Sólo leo ¡qué viene el lobo! en lugar de olvidarse del contrario y defender lo tuyo. Es como si comienzas a salir con una chica y, en lugar de alabarla en público, te ensañas con las novias de tus amigos diciendo que la una es gorda, la otra es fea y la de más allá es antipática, que si hubieras salido con cualquiera de las tres te hubieran hecho infeliz (aparte de la vida imposible).
El que arremete sin motivo, el que piensa que la mejor defensa es un ataque desmedido y a la desesperada, es porque realmente no tiene argumentos. Y eso es lo que les pasa a los usuarios de Facebook con respecto a la política, que, a falta de ideas, lo único que les preocupa es que no ganen aquellos que odian (porque, más allá de sus mensajes, lo que se vislumbra en esos mensajes es puro odio). Y como dirían en la saga de Star Wars, el miedo conduce al odio, el odio a la ira, y la ira al reverso tenebroso. Y ahí es donde vamos a terminar, en el reveso tenebroso del país.

Lo importante no es construir sino destruir. Así que todos terminaremos reconociendo a Darth Vader como nuestro padre.

Llevo un mesecito largo dejando de seguir los pensamientos incendiarios de aquellos “amigos” que únicamente utilizan Facebook para poner a parir al contrario sin aportar nada, sin ser positivos, únicamente sembrando cizaña. Y en verdad que estoy haciendo una buena criba. Cuando leo a algún botarate que lo único que hace es poner a parir a Casado, pues le conservo como “amigo” pero dejo de seguir sus mensajes absurdos, repetitivos y provocadores. Y lo mismo hago con aquellos ineptos cuya única obsesión es machacar a Rivera, Abascal, Sánchez o Iglesias. Estoy hasta los webos de leer una mierda que, en el 95% de los casos, es repetitiva o “fake”. Ahora solo leo a aquellos que me hablan de sus hijos, perros, partidas de ajedrez, running urbano, libros, viajes…, que sí, que algunas veces son igualmente cansinos, pero desde luego no me incitan a odiar a nadie. De hecho, esos mensajes me tranquilizan porque veo que hay una mayoría de personas que sólo piensan en vivir la vida sin sembrar de malas hierbas las de los demás. Y será monótono, pero da gusto.




miércoles, 13 de febrero de 2019

El striptease de Torra


No se me habrá escuchado hablar del puto procés nunca, o casi nunca, pero aquello con lo que se acaba de descolgar el robaperas de Torra es para comentarlo, porque es de esas cosas que uno anda esperando para dar cumplida respuesta.
El ínclito mangaparaguas ha soltado esta mañana en Onda Cero que (transcribo textualmente) “nosotros ponemos la voluntad de la gente, la democracia, por delante de la ley”. Es decir, que si no se ha explicado mal, lo que la gente dice va a misa y no hay ley que valga. Porque, lo que dice la gente, es democracia. Desde luego, lógica a tal imbecilidad no le falta. Si esto lo aplica al procés es porque lo considera una base fundamental. Lo que diga la gente es lo único válido. Da igual que se salte la Ley a la torera.  Por cierto, para que una ley sea justa tiene que provenir de una democracia. Claro que… Ufff, me lío. Vamos a quedarnos con su sentencia: “nosotros ponemos la voluntad de la gente, la democracia, por delante de la ley”.
Ahora vamos con silogismos. Si para Torra su gilipollez es un axioma y lo aplica a Cataluña, igualmente esa máxima también se podrá aplicar en cualquier otro lado, ¿no? Es de ley, digo yo, que lo que quieres para ti, tus excusas, tus razones, las mismas, sin cambiar una coma, sean válidas también para el resto. Porque si no lo consideras así, lo mismo estás arrimando el ascua a tu sardina y se te ve el plumero.

Cuando uno es un exhibicionista, hay veces que se desnuda sin darse cuenta y, claro, se le ve el plumero. Y Torra la tiene pequeña (la razón, quiero decir... y la inteligencia también).
Es decir, que si el silogismo es certero, yo voy a aplicarlo entonces a lo que me dé la gana. Por ejemplo, si la voluntad de la gente es hacer un referéndum para ver si quitamos el autogobierno a no sé qué región, se podría hacer, ¿no? Pero claro, el tonto de la baba dirá que ese referéndum solo se puede realizar en Cataluña. A ver… De momento esa región, porque no deja de ser una región como otra cualquiera, sigue siendo España, y por Ley, España es de todos los españoles. Ah, pero es cierto, usted antepone la voluntad de la peña sobre la ley. Por cierto, ¿qué consideramos “gente”? ¿Dos o más personas? ¿A partir de cuántas personas es gente? ¿Si se cae un puente con 50 personas ha muerto gente…? ¿Mucha o poca? ¿Dos millones de ignorantes son mucha gente? ¿Con respecto a qué, a la población total del planeta…? Y si usted antepone la voluntad de la gente que dice que sí, ¿qué ocurre con la voluntad de la gente que opina que no y que, por cierto, persona arriba o abajo, son la misma cantidad? ¿A unos sí y a otros no…?
Pero fíjese, payaso, voy aún más allá. Dejando Cataluña a un lado, dejando incluso la política, vamos a suponer que hay gente que le quiere colgar por los caprichos, aunque la voluntad de esa gente vaya manifiestamente en contra de la Ley (¡joder, qué coincidencia con otros planteamientos que usted expresa…!), En ese caso, ¿hay que anteponer la voluntad de esas personas a todo lo demás? No, bobotonto, no es una situación descabellada. Pongamos que son 200.000 los energúmenos que quieren rebanarle la autoestima y hacerse con ella un llavero. ¡Cuidado!: lo han decidido democráticamente; nadie les ha incitado a hacerlo (como ustedes, que no han incitado nunca a nada). ¿Nos pasamos la Ley por ese forro que está usted a punto de perder porque hay que respetar la voluntad de la gente? Eso es anarquía, gilitonto. Y no es buena. No lo ha sido nunca.
Así que, ilustre imbécil, me remito a lo que fundamenta una democracia. Lo primero es la Ley. Nadie está por encima de la Ley. Nada está por encima de la Ley. Si no te gusta la Ley, la cambias, que para eso es una democracia. Si no puedes cambiarla porque te falta, en este caso, apoyo, pues te jodes (con perdón) y trabajas para conseguirlo en las urnas. Porque esto es una democracia, la que te consiguieron mis padres (y seguramente los tuyos) para que ahora vayas tú haciendo el bufón. Si te saltas la Ley, te enchironan, como a los ladrones que se saltan la ley de propiedad privada, los asesinos que matan, los estafadores que engañan… Da igual la ley. El que se la salta, lo paga. Los  prendas que, desde ayer, están sentados en el banquillo, se la saltaron y ahora  les toca rendir cuentas. Por cierto, olé por lo cojones de Junqueras, poco acertado en sus decisiones pasadas pero coherente hasta el final, no como el cobarde, aprovechado, oportunista y bobo de…, de… ¿cómo se llamaba aquel muñeco esperpéntico?



lunes, 11 de febrero de 2019

Benditos burros


Había una vez un país de mierda lleno de burros. Existía una pequeña porción de burros que eran unos aprovechados, interesados y oportunistas. De ese grupito, había unos pocos que eran listos como comadrejas y egoístas como niños pequeños. Y de esa parte casi ya insignificante, los había ególatras, paranoicos, neuróticos y psicópatas.
Para hacernos una idea, en la cúspide de esa pirámide había algún ególatra, que además era listo y egoísta, aprovechado, interesado y oportunista, pero que, en cualquier caso, no dejaba de ser un burro. La diferencia con la inmensa mayoría de sus iguales (digo bien, “iguales”) era que el resto ignoraba todas sus demás cualidades.
Aquel país, que ya de por sí era de mierda, llevaba siglos yéndose lenta pero inexorablemente al abismo. Los burros se dejaban influir por cualquier cosa que vieran, escucharan o leyeran (el que leía, porque todos saben que los burros no leen, y el burro que va al circo puede llegar a leer, pero nunca entenderá lo que lee). Y todos los burros estaban encantados de caminar hacia la mierda. Los aprovechados, interesados y oportunistas también estaban felices de ver cómo iban a sacar provecho de aquella marcha. Lo que no sabían éstos era que había burros listos y egoístas que, lejos de dejar que se beneficiaran de aquella oportunidad, les dejarían sin nada, frustrados y cabreados como monas, porque aquella tajada, aquel río revuelto y sin sentido, estaba reservado a los burros ególatras, paranoicos, neuróticos y psicópatas que, con toda la frialdad del mundo, había tramado aquel caos para uso y disfrute propio.
A estos últimos les daba lo mismo si los burros eran engañados una vez más, si se quedaban sin comida, si sufrían enfermedades… Y nadie podía echarles nada en cara, porque habían sido la inmensa mayoría de aquellos que solo eran burros quienes les habían colocado ahí, quienes les permitían seguir haciendo lo que les daba la gana, quien incluso aplaudían todas y cada una de sus decisiones. Si uno de esos burros ególatras decía: ¡vamos a liquidar a los burros que siguen a ese neurótico!, todos aplaudían, incluso los aludidos, porque desde su posición, su líder les incitaba a ello. Y los neuróticos de arriba se miraban complacidos porque, después de la batalla, ellos recogerían las sobras y, a partir de los despojos, crearían una nueva situación para continuar con su empresa.

¿Lo reconoces? Es aquel al que estás votando. Y si no votas, entonces es el espejo en el que te miras todas las mañanas.

Y todos contentos porque los burros tenían a quién cocear, los oportunistas de quién aprovecharse, los egoístas de dónde acaparar, y los psicópatas un juguete que les entretenía y les hacía más y más poderosos.
Y en aquel país de mierda, todos continuaron felices con sus banderas, sus reivindicaciones, sus tiempos pasados que siempre fueron mejores, su posición indefinida, sus pensamientos caducos, sus fotos de frente o de perfil, su falta de rumbo, sus cambios de opinión, sus ideales trasnochados, su falta de ideas, exactamente igual que les pasaba desde hacía ya más de dos siglos. Pero jamás miraron hacia atrás para aprender, sino para sacar nuevas excusas que lanzarse a la cara. Bueno, en realidad los burros simples no veían ni eso. Ni los oportunistas. Ni los listos. Aquella maniobra de entretenimiento duraría otros dos siglos (o cien más) en manos de ególatras, paranoicos, neuróticos y psicópatas, porque la empresa les daba buenos beneficios y los burros, gracias a los dioses, continuarían rebuznando eternamente pero sin decir ni hacer nada. Benditos burros.