No se me habrá
escuchado hablar del puto procés nunca, o casi nunca, pero aquello con lo que
se acaba de descolgar el robaperas de Torra es para comentarlo, porque es de
esas cosas que uno anda esperando para dar cumplida respuesta.
El ínclito mangaparaguas
ha soltado esta mañana en Onda Cero que (transcribo textualmente) “nosotros ponemos la voluntad de la gente,
la democracia, por delante de la ley”. Es decir, que si no se ha explicado
mal, lo que la gente dice va a misa y no hay ley que valga. Porque, lo que dice
la gente, es democracia. Desde luego, lógica a tal imbecilidad no le falta. Si
esto lo aplica al procés es porque lo considera una base fundamental. Lo que
diga la gente es lo único válido. Da igual que se salte la Ley a la
torera. Por cierto, para que una ley sea
justa tiene que provenir de una democracia. Claro que… Ufff, me lío. Vamos a
quedarnos con su sentencia: “nosotros
ponemos la voluntad de la gente, la democracia, por delante de la ley”.
Ahora vamos con
silogismos. Si para Torra su gilipollez es un axioma y lo aplica a Cataluña, igualmente
esa máxima también se podrá aplicar en cualquier otro lado, ¿no? Es de ley,
digo yo, que lo que quieres para ti, tus excusas, tus razones, las mismas, sin
cambiar una coma, sean válidas también para el resto. Porque si no lo
consideras así, lo mismo estás arrimando el ascua a tu sardina y se te ve el
plumero.
Cuando uno es un exhibicionista, hay veces que se desnuda sin darse cuenta y, claro, se le ve el plumero. Y Torra la tiene pequeña (la razón, quiero decir... y la inteligencia también). |
Es decir, que
si el silogismo es certero, yo voy a aplicarlo entonces a lo que me dé la gana.
Por ejemplo, si la voluntad de la gente es hacer un referéndum para ver si
quitamos el autogobierno a no sé qué región, se podría hacer, ¿no? Pero claro, el
tonto de la baba dirá que ese referéndum solo se puede realizar en Cataluña. A ver…
De momento esa región, porque no deja de ser una región como otra cualquiera,
sigue siendo España, y por Ley, España es de todos los españoles. Ah, pero es cierto,
usted antepone la voluntad de la peña sobre la ley. Por cierto, ¿qué
consideramos “gente”? ¿Dos o más personas? ¿A partir de cuántas personas es
gente? ¿Si se cae un puente con 50 personas ha muerto gente…? ¿Mucha o poca?
¿Dos millones de ignorantes son mucha gente? ¿Con respecto a qué, a la
población total del planeta…? Y si usted antepone la voluntad de la gente que
dice que sí, ¿qué ocurre con la voluntad de la gente que opina que no y que,
por cierto, persona arriba o abajo, son la misma cantidad? ¿A unos sí y a otros no…?
Pero fíjese,
payaso, voy aún más allá. Dejando Cataluña a un lado, dejando incluso la
política, vamos a suponer que hay gente que le quiere colgar por los caprichos,
aunque la voluntad de esa gente vaya manifiestamente en contra de la Ley
(¡joder, qué coincidencia con otros planteamientos que usted expresa…!), En ese
caso, ¿hay que anteponer la voluntad de esas personas a todo lo demás? No,
bobotonto, no es una situación descabellada. Pongamos que son 200.000 los
energúmenos que quieren rebanarle la autoestima y hacerse con ella un llavero. ¡Cuidado!: lo han decidido democráticamente; nadie les ha incitado a hacerlo (como ustedes, que no han incitado nunca a nada). ¿Nos pasamos la Ley por ese forro que está usted
a punto de perder porque hay que respetar la voluntad de la gente? Eso es anarquía,
gilitonto. Y no es buena. No lo ha sido nunca.
Así que,
ilustre imbécil, me remito a lo que fundamenta una democracia. Lo primero es la
Ley. Nadie está por encima de la Ley. Nada está por encima de la Ley. Si no te
gusta la Ley, la cambias, que para eso es una democracia. Si no puedes
cambiarla porque te falta, en este caso, apoyo, pues te jodes (con perdón) y
trabajas para conseguirlo en las urnas. Porque esto es una democracia, la que
te consiguieron mis padres (y seguramente los tuyos) para que ahora vayas tú
haciendo el bufón. Si te saltas la Ley, te enchironan, como a los ladrones
que se saltan la ley de propiedad privada, los asesinos que matan, los
estafadores que engañan… Da igual la ley. El que se la salta, lo paga. Los prendas que, desde
ayer, están sentados en el banquillo, se la saltaron y ahora les toca rendir cuentas. Por
cierto, olé por lo cojones de Junqueras, poco acertado en sus decisiones
pasadas pero coherente hasta el final, no como el cobarde, aprovechado,
oportunista y bobo de…, de… ¿cómo se llamaba aquel muñeco esperpéntico?
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