Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



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domingo, 20 de noviembre de 2011

Votos estamentales y sufragios restringidos

Se desató el sunami electoral. Todo el mundo sabía lo que iba a pasar. Era una noticia anunciada a bombo y platillo.  El PP iba a arrasar en forma de maremoto azul en casi toda España, y el rojo del PSOE, que había sido como la lava volcánica desde hacía ocho años, se iba a quedar en un rescoldo. Sin sorpresas. Todo bajo el guión previsto.
Ahora vendrán las felicitaciones, apretones de manos, abrazos y palmaditas en la espalda (por un lado), y acusaciones, revoluciones intrapartidarias, golpes de pecho y rajada de vestiduras. Repito: todo bajo el guión previsto.
Lo que nadie, absolutamente nadie, va a hacer es darle cancha a la reforma de una ley electoral que, quizá, esta vez más que nunca, se ha revelado como tremendamente injusta. En España, el verdadero chollo es fundar un partido nacionalista y circunscribirlo en un área territorial pequeñita para, con un escueto puñado de votos, obtener una representación parlamentaria del carajo. Véase por ejemplo a los lindos de Amaiur (que con cuatro votos se plantan con 7 diputados), o por el contrario UPyD, que con más de un millón de votos se quedan con 5.
Yo, señores, no me lo explico, y ruego a alguien que me haga ver por qué en el congreso pasan estas cosas cuando se supone que es la cámara de todos los españoles donde la territorialidad no cuenta, y POR EL CONTRARIO, tampoco ocurre en el Senado, cuando justamente ahí, al ser cámara territorial, debería pasar. Admito mi ignorancia en muchas cosas incluida ésta, pero la verdad es que no hay quien, con dos dedos de frente y aplicando lógica aplastante, sea capaz de explicar y, sobre todo, DEFENDER, una ley electoral que hace aguas por los cuatro costados.
Nadie va a cambiar la ley electoral, porque de eso tenemos que ser conscientes desde ya, por lo que seguiremos teniendo una democracia de “todo a cien” con una representación ficticia que no es demostrativa de la verdadera cantidad de votos que obtienen los partidos, una ley que favorece a unos pocos y perjudica a la mayoría, como si volviéramos a la época de los votos estamentales o sufragios restringidos, donde sólo mandan e influyen los que tienen más facilidad para mandar e influir, y el resto, como el pueblo llano de hace siglos, se queda apartado, sin posibilidades, muerto de hambre y a merced de políticos que no saben hacer la o con un canuto y sólo ven intereses propios y los de sus iguales, aquellos que enarbolan sus colores y piensan como ellos.
Sin duda, volvemos a estar en una puta dictadura, esta vez avalada por urnas de cartón.

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