Pues no va el
otro día un tuercebotas y me dice que lo único que hago es darle caña a la
derecha desde este
blog. Me callé mi opinión por no mandarle a tomar pomada y a comprarse unas
gafas, porque gracias a Dios, al diablo (o a otro tipo
de ente supraespiritual),
este blog se llama “Lo
que se me pinta” porque
justamente escribo cuando, como, a favor o en contra de quien se me da la gana. Y en mi caso, me
importa un carajo el tinte político, social, religioso e incluso futbolístico
de cada uno.
Afirmaciones
tan livianas y banales como la
de este
gilitonto me hacen recordar otra que se me pegó a la neurona hace más de 35
años: “Lo que pasa es que hay gente que no quiere comprender”. Esta
frase (o una muy parecida porque la escribo de memoria) era la última que
soltaba un jovencísimo Paul Newman antes de que un policía le volara la cabeza
en “La leyenda del indomable”. Aquí la gente se dedica a tocar los webos a sus
semejantes simplemente por darse el placer de chincharles y ya de paso, si hay suerte, les desaniman y les crean algo de desprestigio, pues tanto mejor. Porque es ésta una suerte
de onanismo que no cansa, no hace sudar y no necesita de aparatos tecnológicos,
ni siquiera de imaginación: tú te plantas delante de cualquiera y le dices que
lo que haces es una mierda, o lo descalificas, o simplemente te ríes de él. No
hace falta tener un motivo. Es el joder por joder, que como no tienen otra cosa que hacer y
además son unos ineptos, se dedican a aplastar a aquellos que tienen alguna ilusión en la vida, o tienen
imaginación, o una inquietud, no sé, algo que les impulsa a salirse un poquito
del redil. Pero estos, que además son mayoría, son como el perro del hortelano,
sólo que además tratan
de morder. Pues conmigo la
dentellada se la dan al aire.
No se crea,
estimado lector, que esto únicamente
nos pasa a los que de una
u otra forma somos unos desaprensivos y nos da por airear nuestras
opiniones a través de un blog o de
una novela; que
esto puede sucederle a usted mismo, que estos imbéciles extienden sus dominios
a todos lados, habitan en todos los climas y además adoptan todo tipo de formas. Son gente que no tiene otra cosa
en la que ocupar su tiempo y se dedica a tocar las narices, como ese de compañero de la oficina
que sólo vive para que tú no hagas nada que pueda dejar su ineptitud y vagancia en evidencia, o ese vecino que se dedica a
reírse de tu jardín que con tanto esmero cuidas cuando el suyo es un patatal, o ese cuñado que no sabe hacer
la o con un canuto pero se mete con las que haces tú porque no son exactamente
redondas, o el
espectador que abuchea lo que él jamás podría haber conseguido él ni aun viviendo mil vidas.
Y en España
somos muy de eso, de jodernos los unos a los otros desprestigiando lo que tenemos,
que ahora resulta (por ejemplo) que Fernando Alonso no es tan bueno, ni Nadal
era lo que se pensaba, o que
tampoco es tan maravilloso lo que hacen, o que están dopados, o que los demás contrincantes a los que se
enfrentaban son de un
nivel muy inferior. Esto último
da para otro artículo, el de la envidia nacional española que nos tenemos a nosotros
mismos, pero hoy me quedo simplemente con las ganas que tiene de joder el personal. Como diría el maestro F. Fernán
Gómez, ¡váyase usted a la mierda! ¡A la mierda!, que yo me fumo un puro y tan ricamente.
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