Las felicitaciones
de los últimos diez días del año, así como durante los 2 primeros del siguiente,
deberían estar reguladas por ley, exactamente igual que el Ayuntamiento de
Madrid hace con el tráfico cuando se excede de ciertos niveles de polución. Si
el número de felicitaciones tóxicas supera una cifra, el correo electrónico, las
redes sociales y el móvil tendrían que bloquearse para impedir la entrada de
más mierda.
Porque, seamos
claros de una vez, el 100% de las felicitaciones prefabricadas que corren hoy
por ahí son insultantes de puro prefabricadas, pastelonas, poco ingeniosas y
falsas. Yo no sé en qué piensa la gente cuando cuelga vídeos llenos de paz,
amor y buenos deseos en las redes o, ya en el colmo, enviártelos por mail o al
móvil. ¿Por qué no los lanza también en junio? Bueno, y esa es otra, que los
hay que los cuelgan durante todo el año y con cualquier excusa, pero de esos me
ocuparé en otro artículo.
Y es que, en lo
que se refiere a estas christmas de
tres al cuarto, los tengo de todos los colores, con niño Jesús, Reyes Magos, con
Belén, pastorcillos y ovejas, camellos, mula y buey. Y estas aún tienen un
mínimo pase. Porque también me llegan felicitaciones ateas, que manda webos ya tamaña
incongruencia. “En estas fechas señaladas…”; si eres ateo, la fecha señalada
puede ser cualquier otra. Lo que ocurre es que somos animales de costumbres
(muy animales) y, por no enfrentarnos a la realidad, mantenemos de mala manera apuntalado
(que no vivo) el espíritu de la Navidad. Da pena, si no asco.
Pero hoy no
sólo hay reparto de mandobles a diestro y siniestro. Este año me he dado cuenta
de que mi ira a veces resulta injusta en mis apreciaciones y acusaciones de falsedad
universal en esto de las felicitaciones a granel. Lo cortés no quita lo valiente,
que yo me pongo farruco cuando toca pero igualmente me la envaino y doy la cara
cuando hay que hacerlo. Y es que este año, quizá en un inexplicable absceso de cordura,
me he dado cuenta de que ha habido un puñado de personas que se ha molestado y
ha empleado su tiempo libre en felicitarme estos días de corazón, ya fuera por
correo, red social o Whats App (incluso por correo postal; la caña). Y lo ha
hecho a través de un texto único, solamente para mí, sin aditivos ni colorantes,
de tú a tú, porque quieren y porque les da la gana (y supongo que porque me aprecian
un mínimo). He tardado en darme cuenta de que había personas al otro lado de mi
ceguera que querían hacerme llegar un mensaje sincero de su parte, y ha sido en
ese momento cuando he reconocido mi soberbia y he comenzado a contestar todas esas
felicitaciones con la misma sinceridad y cariño con las que me han llegado. De
todas formas, como seguro que he olvidado alguna, desde este blog quería gritar
a los cuatro vientos que aún hay gente que se toma la molestia de hacer algo
que les cuesta cierto esfuerzo por las personas a las que les tienen cierta
estima, y en mi caso, me siento honrado en extremo por ser una de ellas.
Así que de esas
infinitas felicitaciones me quedo con las dos docenas que he recibido sin
fotos, sin estrellas, sin textos que dan grima, sin palabras desgastadas, sin
deseos carentes ya de sentido, de fondo y de forma. Yo no deseo nunca feliz
Navidad porque únicamente conozco a un 0,01% de gente que lo pase bien ese día,
que lo pase bien sinceramente, sin engañar a los demás y sobre todo sin
engañarse a sí mismos. Y para el año que comienza, únicamente deseo que se
sobreviva, que el lector pueda sortearlo lo mejor posible, porque la vida hará
con él lo que se salga del higo por mucho que yo desee lo que sea o él se
proponga lo que se le pinte. Así que, espero que lo recorra sin apenas sufrir secuelas
y que en 365 podamos comentarlo.
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