Y llegó el día más pasteloso de todos los del calendario: san Valentín,
una festividad comparable a la Navidad porque es el día en el que se celebra el
amor (conyugal o universal) para respetarlo durante 24 horas. De esa manera los demás días del año no tenemos que
celebrarlo, ni siquiera practicarlo.
De san Valentín (el santo) se sabe más bien poco. Por lo visto fue un
hombre al que decapitaron en el siglo III. Poco (o nada) ha llegado a nuestros
días que se pueda dar como cierto. Se dice de él que lo ejecutaron porque
casaba a los soldados del Imperio en secreto cuando estos tenían prohibido el
matrimonio. No, lector, no los casaba entre ellos, sino con sus respectivas
enamoradas (lo explico porque a mí me ha costado un poco coger el sentido de la
frase cuando la he leído). En definitiva, san Valentín era una especie de
caramelo envenenado porque hacía triunfar el amor por su santo designio, ignorando
que después al contrayente le podía caer la del pulpo y, de hecho, él mismo perdió
la cabeza por su obsesión. Eso sí, le hicieron santo. No sé por qué y prefiero
no pensarlo.
Lo que queda claro es que es un día tremendamente injusto, delator,
separatista, acusica, humillador, lo mismo que ocurre con el día
del padre, el día de la madre o, por ejemplo, el día de la mujer trabajadora. La
gente hoy se felicita (exclusivamente entre enamorados) y a los demás que les
den morcilla. El día del padre sólo lo celebran los padres; el de la madre las
madres; y el de san Valentín tienes que celebrarlo por cojones porque si no te
estás acusando a ti mismo de ser un solitario amargado al que no quiere nadie.
Es un día injusto, muy injusto. Como si enamorarse o tener pareja fuera
obligatorio, por cojones. Porque en caso contrario, tu condición de buena persona,
aceptada por la sociedad en la que los buenos valores se te presuponen, queda
en entredicho. En este país, ser soltero o, simplemente, no tener pareja, es
casi sinónimo de egoísta, aprovechado, tipo que vive a su aire sin
importarle un carajo los demás, poco escrupuloso y contrario al compromiso. O
de feo, si, también puede ser sinónimo de desagradable a la vista. O de bicho
raro. Da igual si eres soltero por obligación o por devoción. Eres un hueco oscuro de
dudosa intención en una dentadura perfecta.
Deberían quitar este día del calendario. La Iglesia lo hizo en 1969 pero quizá por lo que representa el santo y el año en el que se intentó que lo olvidáramos, se sigue celebrando. |
Jamás de los jamases he celebrado el día de san Valentín estando solo o
en pareja (lo de estando solo es un cruel eufemismo). Porque el día de los
enamorados, como reza la manida lógica, deberían serlo todos. Lo mismo pasa con
la Navidad, que debería celebrarse a diario. Lo que ocurre es que no podemos renegar
ni evitar nuestra condición de seres humanos. Nos cansamos, nos olvidamos,
renegamos e, incluso, odiamos. Y al final no volvemos a creer en san Valentín o
en la Navidad hasta el año siguiente. Vaya, que esto no tiene por dónde
cogerse.
Así que, respetando la libertad de cada uno, yo voy a continuar por
quincuagésimo primer año consecutivo obviando a san Valentín, su celebración y
a su pastelera madre en el trampolín de la muerte, ya sea estando solo o emparejado,
situación cuya posibilidad de repetición es muy remota, hasta el extremo.
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