El otro día, el presidente Sánchez vaticinó que vienen tiempos duros. Y eso, en boca de alguien que, se presupone, maneja más información que usted (querido lector) y que yo, tiende a acojonarme. Claro, que también habría que matizar qué se entiende por tiempos duros: si los contagios se van a disparar; si se va a volver a producir un colapso de la red sanitaria; si los fallecimientos se van a contar diariamente por miles; si son todas las anteriores..., o si tan solo es que no vamos a poder salir de la Comunidad Autónoma, la ciudad, el barrio o de casa. Igual es que desde ahora las noches están hechas solo para dormir.
Siempre me he
liado a pedradas contra este país porque, dado como nos va, creo que el número
de mediocres y tuercebotas iguala prácticamente al de la población. Para un
porcentaje mínimo de gente con conocimientos y sentido común que hay, no ya en el
ámbito de la pandemia, sino en cualquier otro, educación, ciencia,
investigación y desarrollo, la propia sanidad…, a esos profesionales se los aparta porque
sus consejos bien fundamentados son casi siempre antipopulares y nada electorales. ¡Claro! Estas personas gracias a Dios son profesionales y no buscan criterios políticos. Ellos no pierden el suelo porque a ellos no les importa sentarse en un escaño
o en un ministerio. pero para los políticos los sabios no cuentan para ese juego. Incluso para esos políticos que los han reunido
en un comité. A esos sabios, además, se les ningunea sin pudor.
Un padre o una
madre toman con frecuencia medidas impopulares con sus hijos, pero no por eso
se les quiere menos. Al contrario. Con el paso de los años se les agradece. Sin embargo, eso nunca nos ha enseñado a dejarnos aconsejar por expertos. Las autoridades quieren
seguir siéndolo y aplicar lo que ellos dicen significaría que no gusta a nadie. No es de extrañar. Incluso
el ejemplo que ponía de los padres ya es poco válido. Cada vez son menos los que
toman ese tipo de decisiones, de ahí que los hijos crezcan descarriados, poco
concienciados e irresponsables.
Un pobre
consuelo me queda cuando veo que, en el resto de Europa, también cuecen los
pucheros llenos de infectados y con las autoridades dando palos de ciego. Sí,
lo sé, mal de muchos consuelo de tontos, pero es que empiezo a pensar que, efectivamente,
estoy también en el grupo de los tontos.
Ahora ya tenemos
un nuevo estado de Alarma, pero uno peculiar que van a manejar a su antojo 17
personas. ¡Qué bien! ¡Vaya idea! Yo creía que los rebaños los manejaba siempre un solo pastor, no una caterva
de ellos. A ver... No quiero decir que me guste Sánchez. Además, lo que ha
hecho ahora es tirar el balón fuera. Si las decisiones se dividen de esa manera pierden
eficacia y es como tener una tía en Alcalá. Para ese viaje no hacían falta esas
alforjas ni la grandilocuencia del discurso. Él quiere poner las reglas que cree oportunas para beneficio común y propio, y que la administren otros. Es una cobardía. Pero no la tomemos con él. Otro habría hecho lo mismo. Y lo mejor es que, en época de una crisis tan grave como esta, lo mejor es que el mando lo lleve solo uno.
Pero da lo mimso. Me he
convencido de que esto no tiene visos de acabar hasta 2025. Hagan cuentas de
cuándo va a salir una vacuna eficaz, cuánto tiempo se va a tardar en producir
los miles de millones de dosis que hacen falta, cuánto tiempo van a tardar en
ponerse de acuerdo quienes tengan que hacerlo para ver quién las paga, el orden
en que serán administradas (por países, por profesiones, por edades, ¡inlcuso por renta!), cuánto
tiempo tiene que pasar para que se compruebe que son efectivas, que desaparezca
el miedo… En fin, 2025 como pronto.
Si no sabías cómo se sentía tu mascota en su jaula, ahora te vas a enterar. |
Así que ya no hago planes más allá de 24 horas o cinco años. El tiempo lo emplearé en ir de casa al trabajo y vuelta a casa; en teletrabajar cuando me toque; en sacar a pasear a mis perros, en ir al supermercado. Y poco más. Y el tiempo que resta, que es mucho, lo dividiré en hacer algo de ejercicio, leer, ver la televisión, dormir y escribir.
De momento no puedo
hacer mucho más.
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