Todos los años por
estas fechas hago algo poco original y me dedico a repasar los últimos 365
días, incluso a vaticinar algo de los siguientes. Esto es algo manido que, lo
admito, muchas veces hago para rellenar el blog con un artículo el mes de
diciembre.
Este año no merece
la pena hacerlo porque todo se circunscribe a ese virus que nos está cambiando la
vida. Así que me dispongo a tener una diarrea mental que, como reza esta
página, tratará de lo que se me pinta. Porque si algo bueno tiene eso de
escribir, es que cuentas lo que te da la gana sin que nadie te interrumpa y sin
importarte si alguien te lee.
Así que no voy
a hablar de hechos ni de Historia, sino de sensaciones, impresiones y
opiniones. Y me centraré en dar caña al Ser Humano, ese ser ruin y egoísta al que
únicamente le importa él mismo y lo que le rodea a menos de dos metros de
distancia.
2020 ha sido un año de mierda, pero no por culpa del virus. |
Este año me
ratifico en mi convencimiento de que a los políticos únicamente les preocupa su
silla. La gestión de la pandemia lo deja bien claro. Solo ha habido
negociaciones que concernían a la salud pública cuando entraban en juego prebendas
políticas. La población y la economía les importaban a todos un carajo. Si no
me creen tiren de hemeroteca. Yo no voy a extenderme.
También me
ratifico en la irresponsabilidad general y esa manía de que la libertad individual
está por encima de todo, incluida la Ley.
Y también me
concentro en denunciar lo absurdo que es poner en cuestión absolutamente todo,
en discutirlo todo, en otorgarle a todo el beneficio de la duda. Llevamos un
siglo sobreviviendo gracias a las vacunas pero ahora igual no sirven ni han
servido nunca. Claro, por eso la viruela ha dejado de existir, porque se
aburría… O porque las farmacéuticas lo querían así. ¡Esa es otra…!, la manía de
ver conspiraciones hasta debajo de la tapa del cubo de la basura.
Parecía que
tenía que caerle encima al planeta la octava plaga para que reaccionara sobre
un montón de cosas que desde el final de la Guerra Fría se han ido acumulando en
nuestro “debe”, pero parece ser que
no solo no hacemos los deberes sino que, además, salimos al recreo con ganas de
montar bronca.
El Ser Humano
se ha convertido en un macarra con ínfulas de superficialidad supina, y los que
no cuadran con este concepto se han ido al extremo contrario, individuos
pánfilos, pusilánimes y acobardados. Los unos campan a sus anchas sin criterio y
nadie les rebate sus gilipolleces; los otros meten la cabeza debajo del ala y se
callan como putas. Y así se divide el mundo conocido, casi al 50%. Digamos que hay
un 1% (o menos) que no son ni chicha ni limoná, que piensan por ellos mismos,
que tiene opiniones propias, que leen, escuchan, ven y sacan sus propias
conclusiones con raciocinio, lo que siempre les otorga cierta mesura en sus pareceres
y acciones. Este ínfimo grupo son lo que ambos bandos llaman raros, locos,
peculiares…
Si no me he explicado,
en el primer bloque yo situaría a Trump, Putin, Maduro, Johnson, Bolsonaro y
todos esos que son capaces de distorsionar la realidad a base de darle vueltas
y vueltas (y más vueltas) hasta hacer perder las referencias a todo bicho viviente
(como esos políticos de cualquier color que tenemos bien cerca). En el segundo apartado
certificaría a esa parte de la sociedad que no hace ni el webo, no opina, no
sabe y no quiere saber, que vota pero no le importa absolutamente nada lo que
hagan aquellos a los que han votado. Se quejan de todo en su sala de estar y con sus
amigos pero jamás dan la cara. Y en el tercer corral, ese pequeñito, estarían
los científicos, los filósofos, los sociólogos, seguramente algún vagabundo
anónimo (porque para pensar por uno mismo no hay que tener estudios sino ganas
de saber), la gente que piensa más en los demás que en uno mismo (pero así, sinceramente, no de boquilla)…
En fin, no les
aburro más. 2020 ha sido un año de mierda, pero no por culpa del virus, que a
ese nos lo cargamos y aquí paz y después gloria; sino porque ha sacado nuestras vergüenzas al aire, porque ha demostrado y consolidado
la mediocridad, el egoísmo y la rapiñería en el mundo. Y así seguiremos en 2021,
con o sin vacuna, con o sin virus, es decir, con dos cojones y sin conciencia.
Por cierto, si la vacuna está ahí ha sido gracias al tercer grupo. Nadie se lo va a reconocer ni se lo va a agradecer nunca.
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