Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



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lunes, 17 de enero de 2011

No más de 8 años, por favor

Los españolitos de a pie siempre nos hemos sentido acomplejados por todo aquello que huele a Europa o Estados Unidos. Esta turbación ha podido cambiar últimamente a causa de estos 15 años de bonanza desenfrenada que ha sufrido España (y digo bien “sufrido”) y que notemos sabido digerir. Ahora, derrotados, volvemos a nuestras raíces. Viendo lo que se cuece afuera, y cómo el resto de países han capeado el temporal, agachamos la cabeza y nos ponemos colorados.
Yo no voy a desentonar de mis paisanos. Europa es diferente a España aunque, mal que les cueste admitir que África comienza cruzado el estrecho, seguimos siendo Europa. Pero lo que sí tienen más allá de los Pirineos es más cultura democrática, cultura que a su vez heredaron y desarrollaron los norteamericanos. Todos ellos sabían que aquella persona que se perpetúa en el poder es o un político corrupto y endiosado consentido por el pueblo, o simplemente un dictador. Ya los griegos, hace varios milenios, resolvían la democracia corrupta con la inclusión de un dictador de quita y pon (entre los más famosos, Catón y Solón, dos joyitas capaces de acojonar al más sádico y extremista). Ahora hay otras técnicas para dejar a los dictadores a un lado y a los mandatarios repetitivos también. Porque cualquier hombre (o mujer, sí, o mujer) que pruebe el poder más de lo que recomienda la ética y la profesionalidad, termina narcotizado y viviendo como Dios. De hecho muchos de ellos piensan que son el mismo Dios. Y así vegetan dentro de su confortable capullo de seda sin importarles nada de lo que ocurre dentro o fuera de su país a no ser, claro está,  que les reporte más riqueza o más poder. En nuestra joven democracia les ha ocurrido a todos aquellos mandatarios que, elegidos democráticamente, han alcanzado las dos legislaturas (o más) en sus puestos, ya sea de alcalde, presidente de una autonomía o de un gobierno nacional. Hagan memoria, por favor, hagan memoria, y se encontrarán con populares, socialistas, nacionalistas, comunistas, independientes… de todo.
Por eso pienso que no debemos acomplejarnos. Seamos dignos aprendices y hagamos caso a otras democracias mucho más avanzadas y maduras que la nuestra. Propongamos de una vez el desarrollo e implantación de una ley que, como la norteamericana y algunas otras más, impidan a una persona disfrutar de más de dos legislaturas consecutivas. Así podremos decirle: “señor mío (o señora mía), después de 8 años de duro trabajo su tiempo ha terminado. Vaya a descansar y deje el paso franco a otro candidato que tenga ganas de hacer las cosas como es debido y que aún no sepa qué es ser poderoso, y permítale gobernar independientemente del color de la chaqueta que vista. Toda España se lo agradecerá”.

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