Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



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lunes, 16 de enero de 2012

Los garbanzos de Manuel Fraga

Hace poco tiempo, en la presentación en Madrid de mi segunda novela “La Torre del Gallo", comencé hablando de lo mucho que puede cambiar el mundo en tan sólo una semana. En aquellos últimos 7 días de noviembre ETA había asegurado que iba a dejar de matar (y espero que cumpla su palabra), la guerra de Libia había terminado (y con ella, Gadafi), y nos habían dejado personajes públicos como Simonccelli y el maestro Antoñete.
Pues bien, ésta se presenta también como una semana en la que se acumulan acontecimientos importantes, porque a las medidas del gobierno Rajoy se han unido el naufragio de un crucero y la muerte del insigne y particular Manuel Fraga. Y es que hay veces que, como te despistes tres minutos del mundo, luego te cuesta ponerte al día.
Manuel Fraga y Santiago Carrilo hace poco en el Congreso.
Ambos muy distintos pero siempre muy correctos.
Desde este blog me gustaría rendir homenaje a Fraga, que quizá no fuera santo de mi devoción en cuanto a las formas, pero sí desde luego en parte de su fondo, un tipo que desde luego  siempre trabajó en pro de su país y de su comunidad… y también de Galicia (distingamos los términos), un estadista frustrado porque no llegó a presidente del gobierno y que siempre arrastró ese maldito estigma de haber comenzado su carrera al lado de Franco, pero que hizo muchas más cosas por España de lo que se conoce y se aprecia. Quizá ese carácter autoritario no fuera el más conveniente para mucha gente, que veía en él (injustamente) una reminiscencia de la dictadura, pero una persona que arrasa en las elecciones autonómicas no sé cuántas veces seguidas con mayoría absoluta no puede estar haciéndolo mal del todo, y mucho menos si le tachan de facha y lleva a cabo su labor en plena democracia. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

Todo el mundo se hace eco de aquella histórica frase “La calle es mía” que dijo en una conversación telefónica con Ramón Tamames nada más morir Franco, pero como un servidor pasa de dictaduras, a mí me va mucho más otra que soltó en el Congreso cuando era líder de Alianza Popular y se quejaba del “precio de los garbanzos”, así, como suena, y que luego inmortalizó el grupo musical La Trinca en una canción dedicada a él. Mucho más cercano, sin tintes políticos  y más apetitoso.
Siento su muerte porque era un tipo que ponía un poco de coherencia y elegancia a eso de ser político, un tipo noble y limpio, que no escondía nada porque no tenía nada que esconder ¡qué carallo!, y esas son formas de hacer las cosas y de relacionarse con los demás que se han perdido en su mayoría. Y él las resucitaba. Descanse en paz, don Manuel, y que su recuerdo y sus enseñanzas permanezcan en nuestra memoria, aunque muchas veces las dictaba de forma tan atropellada que no se le entendía.

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