Siendo
estudiante, a finales de la década de los 70, todas las mañanas tomaba el
autobús en el Paseo de la Castellana a eso de las 8:30 para acudir al colegio.
Soy tan antiguo que, de la época de la que hablo, los autobuses tenían un cobrador
en la parte trasera que se dedicaba a la honrosa tarea de darle a la manivela de
un aparatito de generaba los títulos de transporte como una máquina de hacer
churros. Recuerdo especialmente a un cobrador de la línea 14, regordete, cincuentón,
campechano y con voz cazallera. Tenía un excelente sentido del humor para ser
tan temprano. Un día, cuando el vehículo arrancó para llegar a la siguiente
parada, dejó tal humareda detrás que exclamó: “esto contamina más que un DC-9”.
Bueno, pues
aquel profesional del billetaje (y otros de sus compañeros), avisaba al conductor
con un doble toque de timbre para que pudiera cerrar las puertas y arrancar. La maniobra
era acompañada siempre por la misma arenga a los viajeros: ¡Vamos, que nos vamos!
Entonces, si la afluencia de personas en aquella hora punta sobrepasaba el
espacio físico del autobús, nos espachurrábamos todos contra todos sujetando las
moneas a duras penas en las manos, unas manos que, ante tal presión de cuerpos
contra cuerpos, parecían acortarse como las de un tiranosaurio.
Pues ese “¡Vamos,
que nos vamos!” se ha reproducido hoy en mi cabeza con el mantra del Brexit,
porque es lo que me parece escuchar desde Londres… o quizá desde Bruselas, o
desde las dos capitales a la vez. ¡Vamos, que nos vamos!, que donde ayer
dormían 28 ahora solo quedan 27. La verdad, ante tal circunstancia no creo que
haya que ser alarmistas. Un divorcio como este, más o menos de mutuo acuerdo, no
deja de ser un acto cotidiano. Ninguno de los dos lados tiene ganas de quedar
mal parado ni de hacer daño a la otra parte. Porque en estas situaciones, si uno
va bien el otro también gana, y viceversa.
Tener a los británicos
fuera de la familia en algunos casos será perjudicial porque son ese cuñado que
tiene pasta y lamentablemente ha pasado a ser un “ex”, pero también será
beneficioso porque, cuando le toque aflojar el bolsillo (que le tocará), tendrá
que soltar más mosca de lo que antes hacía, y eso tampoco está mal. Así que, bueno,
cambiarán condiciones, hábitos y costumbres, y donde antes no se pagaba ahora
se pagará, y donde antes no se enseñaba el carné ahora tocará. Pero no mucho
más.
No voy a echar
de menos a los británicos porque no suelo viajar al Reino Unido y, además,
cuando lo he hecho, no había nada que me recordara que pertenecían a la UE. Las
unidades de medida son distintas, la moneda es distinta y conducen por la
izquierda. Ellos están muy orgullosos de los suyo y los europeos de lo nuestro,
y si alguien no te quiere lo mejor es dejarlo marchar porque, es estos casos,
tanta gloria lleva como paz deja. Y eso nos hace mucha falta aquí, tanto en España como en el resto del planeta: PAZ.
Por lo que leo eres más viejo que el bonobús!!
ResponderEliminarY tanto...!!! Nací en el 65 y el bonobús es del 79!
ResponderEliminarMuy acertado comentario: si no nos quieren, a enemigo que huye... puente de plata!!
ResponderEliminarEso mismmo pienso yo. Gracias por el comentario.
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