Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



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martes, 24 de marzo de 2015

El anzuelo de la soberbia


A raíz de la publicación de mi última novela (“Cruzar el río”, Ledoria 2015), uno de los argumentos que estoy utilizando en las presentaciones para ilustrar la sinopsis de su argumento es que el ser humano es capaz de lo mejor de y de lo peor, y si bien la primera opción requiere grandes dosis de esfuerzo y constancia, la segunda se consigue casi sin despeinarse.
En cualquier caso, hay ocasiones en las que el ser humano imprime esa tenacidad en hacerlo mal, y entonces el resultado puede llegar en algunos casos a ser sublime, negativo pero sublime. Si no logran imaginarse un ejemplo, yo les pongo uno rápidamente que les va a dar luz, porque es exactamente lo que lleva haciendo Rosa Díez desde hace cuatro o cinco meses, suicidarse políticamente y, lo que es peor, llevarse consigo las ilusiones de muchos de sus seguidores.
Los actos de soberbia nunca son recomendables. La chulería, la prepotencia, el creerse por encima de los demás y en posesión de la verdad absoluta mucho menos. No dejarse aconsejar, ser la novia en la boda, la niña en el bautizo y la muerta en el funeral ya no está de moda ni siquiera para un político. Y Rosa Díez parece que se ha tomado en serio practicar todo lo que no se debe hacer. Parecía inteligente, decidida, tenaz, una mujer brava, pero al final ha resultado una política que ha olvidado que los cementerios estás llenos de valientes y de tontos. ¡Qué pena…!

Es una lástima que alguien que dio un paso al frente ahora se haya pasado de frenada por ansias de figuración

Una tipa inteligente, como se le presuponía, tenía que haber dejado su ego a un lado y haber hecho lo que han hecho en toda Europa dos partidos políticos como UPyD y Ciudadanos, aliarse y formar un centro político con lo mejor de la derecha e izquierda ultramoderada y así cobrar más fuerza, que mil millones de moscas no se equivocan. Pero no, ella está por encima de todo. Y mira que el cóctel con los de Albert Rivera iba a ser explosivo porque a las buenas ideas de éste último se le iba a sumar la determinación de tocar los cojones de la otra (con sus demandas contra la corrupción, con Bankia, contra toda la mierda que se menea). Pero no lo ha visto porque la soberbia, entre otras cosas, provoca ceguera (y sordera).
Señora Díez, ha mordido usted el anzuelo de la soberbia, ese en el que acaban prendidos casi todos los políticos antes de echarse a perder. Y al hacerlo se ha quedado usted sorda, ciega y, dentro ya de muy poco, muda en el panorama político. Si hubiera sido más humilde, más lista, más inteligente, se habría dejado de bayetitas rosas para limpiar la corrupción (sí, que falta hace, que ahí no le quito razón) y habría pactado con Ciudadanos, que es el detergente que a usted le hacía falta. Y de haberlo hecho,  ahora con casi total seguridad estaría disputándole el puesto de tercera fuerza política en Andalucía a Podemos. Pero resulta que dada su obcecación por ser la mesías de la democracia pura está boqueando como un pez fuera del agua para tomar oxígeno. Y lo peor es que sabe que está condenada a asfixiarse porque me da a mí que Albert ya no la quiere a su lado ni pescándola con caña.



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