Confieso que el
estallido de la guerra de Ucrania me dejó acojonado, muy acojonado. Aunque no
he sido nunca un estudiante ejemplar, uno sabe la suficiente Historia como para
que se le reblandezcan las gónadas cuando acontecen sucesos tan terribles como
ese. Por mucho menos se ha liado parda en el planeta. Parece que los
acontecimientos se han suavizado algo en los últimos días, pero les aseguro que
yo sigo utilizando pañales a todas horas, y creo que, mientras ese señor con
cara de estreñido siga sentado en su trono, no me los voy a poder quitar, aun si
entrara en vigor un posible alto el fuego. No me fío.
No vienen
tiempos muy halagüeños. Si la economía del planeta ya hizo aguas con la
pandemia, lo del ruso ha hecho que se volviera a caer cuando intentaba
levantarse. De macroeconomía sé muy poco tirando a nada, pero domino a la
perfección la que tengo en casa, y sé que, si la inflación alcanza las dos
cifras, si la energía continúa su escalada en vertical (luz, agua combustibles…),
si los pimientos se van a pagar a precio de angulas y las patatas como si
fueran trufas, incluso en tiempos de paz nos vamos a ver abocados a una
economía de guerra. La crisis que hubo al inicio del milenio se va a quedar en
un juego de niños.
Los que se han
empeñado en vivir por encima de sus posibilidades volverán a dejar de afeitarse
porque no tendrán ni para espuma. Los que todavía tenemos trabajo por cuenta
ajena y sobrevivimos por debajo de lo que tenemos para echar cuatro euros a la
hucha, vamos a tener que tirar de ellos. Solo los que bucean en billetes van a
quedar a flote, y como pasa cuando el río está revuelto, lo mismo siguen
amasando más dinero.
Situaciones
como estas no son culpa de nadie en concreto. Putin lo único que ha hecho ha
sido echar más leña al fuego, aparte de consideraciones morales y políticas en
las que no entro porque no importan y, además, me dan asco. Todo lo que nos
ocurre viene de largo, de dejar que los oligarcas mundiales (o nacionales)
hagan lo que se les pinte. Todos sabemos que el mundo se mueve por dinero y no
por ideales (y justamente ahora Rusia es un buen ejemplo), pero la ambición y
avaricia de quienes manejan la energía, y su poca solidaridad, visión de
futuro, inteligencia no más, nos lleva a estar con el culo apretado. Habría que
legislar de nuevo para que todas esas multinacionales (sean el sector que sean)
estén obligadas a invertir un buen pellizco de sus beneficios en I+D+I, a ver
si todos sacamos provecho de sus avances.
Para mí, el
señor Roig y el señor Ortega son un ejemplo a seguir cuando los billetes no te
caben en el bolsillo. Claro, son empresas familiares, ya, pero lo hacen de SU dinero.
La energéticas (por ejemplo), o tecnológicas, o farmacéuticas, deberían ser
mucho más consideradas, pero claro, ahí justamente mandan los que les importa
mucho más su mansión que las chabolas de los que, justamente, les compran la
luz, la tele o los antidepresivos para sobrevivir.
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Deberíamos enchufarnos, a ver si nos encendemos y tenemos un poquito de más luz en nuestro cerebro. (Imagen de Colin Behrens) |
En fin, que no
soy rojo, no soy facha (de extrema izquierda o derecha para que me entiendan
los más jóvenes), ni creo en políticas encorsetadas. Única y simplemente pido sentido
común, dos dedos de frente y que, por favor, los que quieran gobernar estén
capacitados para ello. Y en caso contrario, pues eso, que no les votemos tengan
el color que tengan. Necesitamos gente capaz, no que sigan los ideales de
manual que suelen manejar los tarados. Y no va por Sánchez (en nuestro caso). Va
por todos. Bueno, casi todos.
En definitiva:
con un poco de inteligencia y sentido común nos ahorraríamos muchos disgustos.
Amén.