Si alguien te
dice que eres buena persona, ¡cuidado!, no te lo tomes a la ligera. Porque, actualmente,
decir de alguien que es buena persona, únicamente lleva aparejados adjetivos
con significados bastante peyorativos. Si te etiquetan así, seguramente te
están considerando pusilánime, apocado, cobarde, cortito, encogido, flojo…, en definitiva, poquita cosa.
El término no
viene de ahora, que todos alguna vez hemos dicho de alguien que “de puro bueno es
tonto”. Lo que ocurre es que, en estos tiempos de sociedad caníbal, de
tiburones trepadores, de dignidad artificial y amor propio de todo a cien, el
que no ataca gratuitamente, el que no se defiende en cuanto siente la más
mínima sospecha (cierta o no) de ser atacado, el que no grita, no insulta, el
que no se mete con nadie, el que vive y deja vivir, el que respeta, el que
calla porque no le merece la pena una bronca, ése, exactamente ése, es buena
persona, es decir, es tontito porque le mean por encima y ni se entera.
En defensa de
esos tontitos, siempre he creído que no ofende quien quiere sino quien puede,
que mantener las pulsaciones en menos de 80 por minuto es un lujo y además es sano,
que nadie la tiene tan larga por mucho que alardee de ello para mear por encima
de una buena persona, que los tontitos dan importancia únicamente a muy pocas cosas
en la vida. El resto, con los años, les merece cada vez menos la pena.
Por si fuera poco
haber llegado los últimos en el reparto de inteligencia (según dicen los demás), a estas
buenas personas también se les achaca no tener término medio. Porque cuando cualquier
imbécil con ínfulas les toca aquello que es importante, generalmente se lleva
una sorpresa. Entonces, de repente, como quien no quiere la cosa, el tontito responde
cuatro cosas bien dichas y en ese momento (por lo visto) deja de ser buena
persona convirtiéndose en un ser desmedido, extremista, poco mesurado, carente
de aguante, intolerante. Vamos, que cuando se les mea 100 veces por encima no
ocurre nada, pero llega el día en que a alguien se le ocurre hacerlo por encima
(por ejemplo) de su prima de Murcia (todo un referente en su vida), y se lleva
la del pulpo. Entonces nacen frases parecidas a “cómo te pones por una nimiedad”.
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No sé si Groucho era buena persona, pero cuando le tocaban las narices se "fumaba un puro". De todos es sabido que era un tipo extremadamente inteligente. |
En fin, que las
buenas personas lo son tanto que, para una vez que tienen razón y se sueltan la
melena, luego van y piden disculpas. Desde este blog, les animaría a que se la
soltaran todos los días y repartieran estopa de la misma forma e intensidad que
hacen con ellos, pero sé que no me harán caso porque son conscientes de que no
merece la pena. Se vive mejor siendo tontito. La vida pasa más tranquila. Y,
sobre todo, se duerme a pierna suelta porque se tiene la conciencia tranquila,
sí, la conciencia, eso que es patrimonio exclusivo de las buenas personas.