Fotografía: Atardecer en Serengeti

Fotografía: Atardecer en el Parque Nacional del Serengeti, Tanzania; © Fco. Javier Oliva, 2014



ESPACIO

UN ESPACIO PARA CONTAR LO QUE ME DA LA GANA


viernes, 25 de octubre de 2013

Becas para la educación y la Formula 1


   Ahora que ya han pasado los días de huelga en la Educación Pública y que todo el mundo ha largado por su boca lo que se le pintaba, cosa muy digna y respetable por otra parte, se me ocurre levantar la mano para dar mi opinión. Y la verdad es que asumo ya desde el principio de este artículo que no estoy muy ducho en temas económicos, y que ya he defendido de palabra y por escrito que lo que quiero es una educación digna, completa y de calidad para amarrar bien el futuro del país. Y eso tendrá que ver con los dineros que se ocupan y presupuestan para educación, pero sobre todo con una ley educativa consensuada y apolítica.
     En estos días (desde hace meses) se habla de que todo el mundo tiene derecho a la educación y que no hay que poner cortapisas a nadie por su nivel económico ni estrato social. Hasta aquí estoy totalmente de acuerdo. Pero escuchando opiniones, tanto de políticos como de ciudadanos de a pie en encuestas callejeras, resulta que nadie ve con buenos ojos que la nota sea descalificante para acceder a tal o cual grado, o tal o cual carrera, que un estudiante, si saca un cinco raspado, ya es bastante pasaporte para que nadie le corte las alas de su libertad de poder escoger lo que le dé la gana, incluso para obtener una beca.
     Sinceramente, señores, no sólo no estoy de acuerdo sino que veo que seguimos siendo un país tercermundista del “tengo derecho a todo por mis santos cojones”. Y así reflexiono yo: si no hay demasiado dinero hoy en día para todo, tendremos que ofrecer las becas a aquellos que hayan demostrado durante su trayectoria escolar obligatoria (más el bachillerato) que son buenos estudiantes, que van a rentabilizar esa inversión que el país hace con ellos, que son inteligentes, tenaces, capaces, que tienen ganas y que no les asusta estudiar. Porque si me dan a escoger entre dar mi dinero a dos jóvenes que optan a ser estudiantes de Medicina, uno con un 6 y otro con un 9, ¡vamos, no hay duda...! Que el de 6 se vaya a hacer enfermería o puños para paraguas, que yo pago al de 9 porque se lo merece más, porque a lo mejor es tan inteligente como el que tiene un 6, pero se lo toma mucho más en serio y así lo ha demostrado durante años. Yo quiero que, cuando sea anciano, me cure un tipo que sacó un 9 antes del que sacó el 6 porque este último tiene mucho más riesgo de terminar jugando al mus en la cafetería de otra facultad.
Mientras unos se lo curran, otros se duermen esperando que las becas le lleguen caídas del cielo. No es justo.
     Y ahora vendrá gente diciendo que no, que tiene el mismo derecho. Aquí nacemos todos iguales pero el que la hace la paga, y el que acumula méritos tendrá más facilidades que los vagos de tomo y lomo. Si un estudiante saca un 6 de nota media en los últimos años, sólo quiere decir dos cosas: o es un vago o su cabeza no da más de sí; y para ciertas carreras no se aceptan inteligencias normales o jovencitos que les preocupa pasar más tiempo con la Play Station y la Mahou que hacerlo en casa con un libro.
     En definitiva: tiene que haber una nota mínima para que aquellos que han demostrado ser capaces tengan las armas suficientes para luchar por llegar a lo más alto. Por eso Vettel es campeón mundial de Fórmula 1, Fernando Alonso está en Ferrari y el pobre Alguersuari no se come un colín. Porque, si tuviera usted 100 €, ¿los repartiría a partes iguales entre Alonso y Alguersuari para llegar a ser campeón del mundo? Alguersuari probó llegar a ser alguien y ha terminado como D.J. de discoteca, muy bueno con los discos, mediocre con el volante. Nunca tuvo opciones ni maneras de ser campeón del mundo. Yo le daba los 100 € a Fernando del tirón.


miércoles, 2 de octubre de 2013

Pasar la fregona

No voy a descubrir nada a nadie si les digo que este país, ya desde hace varios siglos, se sujeta a base de parches fruto de la cobardía y la pereza, que no son otra cosa que las vigas y los pilares que estructuran este país; cobardía por no tener los webos suficientes para hacer las cosas, y pereza por no tener las ganas de acometerlos. Eso sí, se nos llena la boca cuando decimos que esto hay que arreglarlo, que esto otro está mal, que lo de más allá nunca debió de consentirse… Y ahora que la crisis no ha pegado de lleno y nos ha colocado en nuestro sitio, el de siempre, el que creíamos que era agua pasada y es otra cosa que lodo presente, volvemos a elevar la voz para quejarnos y hacernos cruces, pero de ahí no pasamos.


Lo que voy a decir a continuación no es otra cosa que una ilusión que tenemos muchos pero, como buenos españoles, nos faltan arrestos para llevarla a la práctica, porque aquí no mueve ni dios un dedo en pro de lo que cree o necesita. Como decía, la pereza y el conformismo nos mata. Tenemos lo que nos merecemos sin duda alguna, porque en otros lugares las masas habrían salido a la calle (no unos pocos valientes como los del 15-M) y se habrían llevado por delante políticos, instituciones y costumbres que, por muy arraigadas que estuvieran, supusieran un cáncer para el país. A España le hacen falta un buen puñado de cambios estructurales, una colección de reformas que fundamenten un Estado sólido, pero lo que realmente le hace falta es un valiente con dos pelotas que lo lleve a cabo, que pase la fregona y lo deje todo limpito y como debe de estar.



Quizá sea la falta de imaginación lo que coarte las ganas de echar pa’lante esas reformas, así que desde este más que humilde Blog, me gustaría dar unas cuantas ideas para transformar el Estado en algo moderno, sólido y, sobre todo, coherente. La lista está ABIERTA, por lo que cualquier lector puede echarme una mano (realmente echa una mano a su país) y la vamos completando entre todos. Repito: son ideas de cambios estructurales, fundamentales; aquí no vamos a hablar de IPC’s o porcentajes de ningún tipo. Aquí cogemos el problema por los cuernos y lo llevamos a la plaza para solucionarlo o darle matarile.

Por ejemplo:
  1. Ley de Educación: debería estar prohibido que la ley educativa la mueva a su antojo un solo partido por mucha mayoría absoluta que tenga. La educación es el futuro del país y, por lo tanto, asunto de todos. La ley educativa debería moverse por consenso donde participen TODOS los partidos con representación parlamentaria y al menos un 66% (por ejemplo) de votos a favor cuando haya que hacer realmente reformas.
  2. Ordenación territorial y Senado: si hay parlamentos autonómicos, ¿qué coño pinta el senado? O los unos o el otro, pero no ambos. Yo, personalmente, me cepillaba de un plumazo el Senado, pero a los parlamentos autonómicos los diezmaba, les quitaba al menos la mitad de los escaños, si no más, aparte de muchas de sus competencias que, en verdad, no tienen ni puta idea de qué hacer con ellas.
  3. Igualdad en los derechos básicos de TODOS los españoles: entre ellos, Educación, Sanidad y Pensiones. Son derechos para todos, y para todos POR IGUAL con independencia de dónde vivan o donde mueran, o donde estudien o donde se pongan malitos, o donde gasten o donde ahorren. Por lo tanto, hay materias, como ya ocurre con las Pensiones, que deben estar centralizadas para garantizar los mismos derechos a todos los españoles allá donde vivan o se pongan enfermos, porque ahora es mejor tener apendicitis en Cantabria que en la Comunidad Valenciana (por ejemplo). Y con la educación pasa lo mismo. Queremos jóvenes igual de bien formados en Sevilla que en Huesca. Ahora mismo tenemos una millonada de ignorantes que sólo hablan (y mal) su lengua territorial (incluso la nacional) y no tienen ni puta idea de nada más. Los europeos llegan a España y nos comen la merienda, y eso ocurre de Cataluña hasta Galicia y del País vasco hasta Cádiz. Sin excepción.
  4. Ley electoral: a la mierda con la actual. Es injusta, inapropiada y desfasada. Un voto a un partido minoritario en las elecciones generales no cuenta a no ser que se junte con otros 46.000 en su circunscripción. Yo creía que esto era como en Sudáfrica: un hombre, un voto, pero un voto válido. Ahora no lo es.
  5. Pensiones vitalicias: ¡Ay, que me da la risa! ¿Por qué y para quién una pensión vitalicia? ¿Senadores, diputados, políticos varios…? Si cualquiera de ellos pierde su sillón o su escaño, señor mío, como el resto de personitas de este país, se queda usted en la puta calle con su paro. No llore, que me da a mí que con los contactos que ha hecho en su época de político tiene el futuro resuelto.
  6. Justicia: modernización (informatización) de la Administración. Si se hizo con Sanidad, se puede hacer con Justicia. Revisión de Código Penal y endurecimiento de las penas, sobre todo las de violencia de género, daños a menores y corrupción. Endurecimiento en serio, sin revisiones ni pañitos calientes. El que la hace la paga.

He puesto sólo media docena de reformas. ¿Se le ocurre alguna más? Seguro que sí. Hágamela llegar, que la vamos añadiendo aquí. Sólo una puntualización. Son reformas estructurales, no puntales. Aquí no se habla del IPC en las pensiones o de lenguas vehiculares. Vamos al foco del problema, asuntos que afectan al futuro del país y de sus habitantes. Mariconadas las justas y a posteriori, cuando la casa tenga bien los cimientos.

¿Cuál es su idea?

martes, 1 de octubre de 2013

Viviendo en Greenwich


La verdad es que me siento un privilegiado. Trabajo en una compañía solvente a la que la crisis no molesta demasiado. Tengo una nómina a fin de mes, algunos beneficios sociales pero, sobre todo, me deja vivir en Greenwich, es decir, la flexibilidad de horarios permite que  acomode mi vida a mis requerimientos o a mis gustos.

Cuando digo que, generalmente, antes de las 6 de la tarde suelo estar ya en mi casa, la gente me dice que soy un privilegiado, que ellos no pueden hacerlo, que sus respectivos trabajos les atan de pies y manos y no les dejan moverse, que ellos darían lo que fuera por llegar a sus hogares a esas horas. El gesto les cambia cuando les comentas que para salir de trabajar "tan pronto" he tenido que despertarme de madrugada (a las 06:45) y me he sentado en mi lugar de trabajo una hora más tarde, cuando el resto del país está en la ducha o, mucho peor, aún entre las sábanas.


Dar un pasito hacia el horario que marca el meridiano cero no debe darnos miedo. En primer lugar, el 80% del territorio nacional está bajo la influencia de ese meridiano, es decir, nos corresponde la hora solar que marca. Fue a raíz de la Segunda Guerra Mundial cuando España decidió adelantar una hora el reloj porque nos convenía estar a la par con el resto de Europa. Pero ahora ya parece trasnochado y, además, España no ha evolucionado como Europa. Deberíamos regirnos por Greenwich y vivir un poco más con el horario solar, despertarnos al alba, trabajar cuando hay luz natural y recogernos cuando salen las estrellas. Menos gasto, más ahorro (que no es lo mismo pero suena igual). En Europa lo hacen así y no les va mal, y eso que tienen muchísima menos luz solar que nosotros. Además, continuando con nuestros horarios no hay forma humana de poder trabajar con el resto de Europa. Veamos un ejemplo (un tanto exagerado, eso sí, pero creo que muy ilustrativo y poco desencaminado):
  • 07:30 - Un europeo, pongamos por ejemplo un holandés, entra a trabajar. Llama a España para comentar un asunto de trabajo. El español está en su casa durmiendo tan ricamente.
  • 09:00 - El holandés se toma un café en su mesa y llama de nuevo a su oficina de, por ejemplo, Madrid. El español está en un atasco.
  • 10:00 - El holandés mira la hora en su reloj y por coj*nes piensa que el español tiene que haber llegado ya la oficina. Llama por teléfono. El español ha llegado… pero ha bajado al bar a tomar un café.
  • 12:00 - El holandés baja a la cafetería del edificio a tomarse un sándwich y una Coca-cola, justo en el momento en que el español ha decidido llamarle. “¡Coño!, comiendo a estas horas…”. Ignora que el holandés lleva sentado en su sitio ya más de cuatro horas y él apenas ha comenzado a calentar la silla).
  • 12:30 - El holandés se limpia la boca con la servilleta y llama al español, que curiosamente se ha bajado a tomar el bocata de media mañana.
  • 14:30 - El holandés, viendo que se le está terminando la jornada laboral, vuelva a llamar al español que, ¡cómo no!, se ha pirado a comer.
  • 15:30 - Nueva llamada desde Holanda. El español continúa comiendo.
  • 16:00 - Fin de la jornada laboral en Holanda, que apenas queda ya sol para llegar a casa, y hay que aprovechar para recoger a los niños, llevarlos a clases extraescolares y al médico, hacer la compra y la cena. El español eructa en esos momentos el chupito de hierbas.
  • 16:30 - El español llama a Holanda para ver si puede hablar con su colega. El holandés se ha pirado hace ya tiempo a su casa.
  • 19:30 - El holandés, casi 4 horas más tarde de haber salido del trabajo, está en casa con los niños y sus extraescolares cumplidas, las consultas del médico realizadas, la compra hecha y, venga, la cena aún por cocinar. El español continúa calentado silla, cabreado porque además no le da tiempo a nada.
  • 21:00 - Duchado y cenado, el holandés se planta delante de la tele. El español acaba de llegar a casa. No ha visto el sol. Ha estado en la oficina 11:30 horas, de las cuales ha desperdiciado 2 comiendo y otra media (por ser buenos) tomando café. No ha hecho nada con los niños y ha currado 9 horas a trompicones. El holandés ha currado las mismas del tirón y lleva libre toda la tarde.
  • 22:30 - Después de hora y media de asueto, el holandés se va a la cama a leer (o a tocarse los webos, que no son todos tan ilustrados). El español comienza a cenar.
  • 23:00 - El holandés roncando. Le restan unas 7:30 horas de sueño, que ya está bien. El español se engancha a Tele 5 para ver qué grano en el culo le acaba de crecer a la famosa de turno.
  • 01:00 - El español se va a la cama. Le quedan menos de 7 horas para despertarse y volver a perder el tiempo.


En mi caso, no puedo seguir la vida del holandés porque en Europa hay mucha jornada intensiva y aquí no demasiada. Pero la gente me envidia porque a las 6 de la tarde estoy en casa, voy a la piscina a las 7, o al cine, o al teatro, o a llevar a mis hijas al médico o a entrenar al Voley. Y todavía, esos días, llego a casa a las 9 y media después de tantas cosas hechas. Quizá si todo el país se acomodara a un horario más racional, comenzando por las guarderías y los colegios, y continuando por restaurantes, cines, teatros, comercios, incluso televisiones, otro gallo nos cantaría, eso sí, siempre y cuando las empresas pongan de su parte y además, sean conscientes de que calentar silla es improductivo.

Yo, por mi parte y de momento, voy a seguir viviendo en Greenwich mientras me dejen.